Primavera que no llega

Cada día hace más calor, pero también llueve y refresca por las noches. Eso sí, retoñan los árboles y florecen las plantas. Todo normal. No así en nuestras vidas como pueblo ni en nuestras inquietudes como sociedad. Ni Huelva, ni Andalucía ni el Estado y los que quieren un cambio, andan divididos.

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Primero los reformistas, donde se incluyen desde movimientos como Ciudadanos y organizaciones sociopolíticas como CCOO. Y los que quieren una ruptura real, desde el centro a la izquierda, es imposible que se pongan de acuerdo porque lo que piden los últimos, alternativos en general, es que el que cambio lleve parejo una especie de revolución socialista que no puede sser asumida por todos. Recuerdan a aquellos que durante la Guerra Civil quisieron hacer a la vez que la guerra la revolución y confundieron el objetivo a defender quera, ni más ni menos, que el régimen democrático de la república.

Los reformistas no han aprendido de la historia reciente y no se dan cuenta que la anterior modificación, la suarista, fue un cambio en profundidad del régimen, pero no la desaparición total del mismo, con lo que todavía hoy vivimos estructuras obsoletas y abuso de poder, organizaciones poco menos que estatalizadas –partidos, patronal y sindicatos subvencionados- y un sistema electoral al servicio de una especie de turnismo imperfecto, tanto en el gobierno central como en todas las otras administraciones. Reformar lo que se reformó mal nos dejará a media distancia otra vez. Impulsar ese tipo de razonamiento no supone una mira realista de la verdad porque si en el cambio del franquismo al juancarlismo existió el miedo a los sables, hoy lo hay al vacío de poder y a la pérdida de ascendencia de algunos sobre el poder real.

Hoy y aquí, con gobiernos de distinto tipo que se mantienen por intereses políticos y económicos -el central, con su política de clase dirigido a un cambio social de subsistencia y el autonómico, con su estrategia subvencionista para perpetuarse en el poder, como de hecho lo hace- nos es posible el cambio por medio de la reforma. Ni IU, ni UPyD –de ramalazo peseoísta- ni Ciudadanos si logra representación en el Congreso, están en disposición de modificar el régimen en sentido regeneracionista. Además, entre el primero izquierdista y los otros dos, las distancias son tales que sería difícil ponerlos de acuerdo, aunque la verdad es que en ese campo hemos visto cosas como la aceptación de los símbolos monárquicos y a la monarquía misma por parte de un PCE que deseaba ardientemente ser legalizado por Adolfo Suárez.

Pero no llega la primavera política, la del cambio real propugnado desde las calles, los trabajos, los medios de comunicación y las capas dinámicas del conglomerado social. Imposible, hasta aquí, la concienciación social, decepcionada como está la población de todos los partidos políticos y sindicatos.  Y el radicalismo de los otros, de los alternativos, hace imposible la suma de los elementos más dinámicos de la sociedad, porque una cosa es el cambio de sistema y otro la obligatoriedad constitucional de vivir en un régimen de corte socialista. A eso la gente dice no y yo también. Solo creeré en un régimen en el que quepamos todos y cada cual realice su función y pueda llevar a cabo su cosmovisión, en acuerdo con muchos más, en plena libertad y control democrático. Pero esa primavera se hace esperar, no quiere presentarse ante nosotros por desconfianza y comodidad de la mayoría.

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