Los arreglos monárquicos
La abdicación del jefe del Estado lo coloca todo en otra perspectiva. El Rey que decía que nunca abdicaría y que moriría monarca se ha visto desbordado por la realidad, la personal y la objetiva. Ni su salud, ni la situación de la institución ni los cambios necesarios en el Estado le permiten continuar a la cabeza del reino. La institución monárquica está gravemente afectada por el desprestigio debido al caso Nóos, en el que tanto Urdangarín como la Infanta Cristina, su esposa, están imputados. Los propios actos del Rey, con su cacería de elefantes en tiempos de crisis y su relación no aclarada con la princesa Corinna, han hundido más su ascendencia social. Su estado de salud es preocupante para una persona de su edad y difícilmente tiene ya la energía necesaria para lo que se puede avecinar.
La corrupción del régimen del 78 hace urgente determinadas reformas que necesitan un empuje mayor que el que la máxima magistratura del Estado, en este momento, puede da. Por otro lado, el caso de Cataluña, con graves medidas que supongo habrá que tomar en los próximos meses, colocan a la monarquía en una encrucijada histórica, al igual que al gobierno en ejercicio y a la misma oposición. Naturalmente, más allá de reformas, yo preferiría la ruptura, pero soy consciente de que ni el sistema ni la sociedad están en el momento de afrontar una situación cuasi revolucionaria. También entiendo que aunque la abdicación se podría haber planteado en otro momento, los partidos políticos partidarios de la monarquía no saben si la composición del nuevo parlamento podría dar una mayoría como la actual para aprobar la Ley Orgánica necesaria en el proceso sucesorio ni si la proclamación de Felipe VI por las Cortes sería tan apabullante como en la actualidad.
La opción republicana busca salida en el momento presente reivindicando un referéndum que no se llegará ni a convocar ni a celebrar. Por supuesto, la causa de la República es muy legítima y hasta necesaria pero, desde mi punto de vista, no es el momento del cambio hacia un régimen sin dejar solucionados temas como el territorial. Entiendo que si el mayor bien a defender es el bienestar ciudadano, el de los individuos y el del conjunto social, la cuestión republicana debe esperar su propio tiempo que será, sin duda, a lo largo del reinado del nuevo monarca, pero no precisamente hoy. Aunque parece que la renuncia de Juan Carlos era conocida por el presidente del gobierno desde marzo, el asunto habrá venido siendo madurado desde el gobierno y la oposición, con lo que el Consejo de Ministros del día 3 de junio tendrá la puerta abierta para enviar al parlamento una ley ya pactada. No haber esperado al verano para hacer pública la decisión, también podría estar señalando que las medidas sobre Cataluña pueden ser más inmediatas de lo que sospechamos, bien porque se abra la posibilidad del cambio constitucional o porque se actúe directamente sobre la autonomía, lo que podría causar un gran movimiento de repulsa dentro de la sociedad catalana y en otras partes de la geografía.
Si finalmente la decisión es por el camino de las reformas, el régimen quiere volver a tener un jefe de Estado al que después se le adjudique el éxito de las mismas, como ya se ha hecho con Juan Carlos y la transición, y mejorar la imagen de la monarquía misma. Sea como fuere, iniciamos un camino que debe llevarnos a un período distinto en las instituciones y en la política en general y para ello, el sistema ha buscado su propia solución: el recambio en la jefatura del Estado y el acercamiento a los problemas reales con medidas políticas. Ya veremos por dónde sale el intento pero la situación social, con un enorme desempleo y trabajos muy precarios, no está para muchas tonterías, como ha quedado demostrado en las elecciones europeas, con el hundimiento de los partidos tradicionales y la irrupción de fuerzas que cuestionan el sistema en su globalidad incluida la monarquía, por supuesto.
