Menos coco y más entrañas
Han pasado varios días desde que se celebró la manifestación que citaba a los onubenses en contra de un enemigo común, los fosfoyesos. Con el prisma que proporciona la distancia de los acontecimientos, es importante no pasar por alto que aquel 16 de octubre no debe marcar un hito aislado, sino un punto de partida aglutinador que marque la hoja de ruta cuyo único destino sea la justicia sin paliativos en Huelva.
Me resisto a calificar aquella concentración como un fracaso, porque no lo fue, pero tampoco puede considerarse un éxito rotundo. Había mucho en juego. Especialmente palpar el estado de madurez de Huelva y hacer un recuento de armas sociales para una batalla exigente y para la que falta mucho adiestramiento. Ni mucho menos es una crítica cuantitativa, me consta que el bombardeo informativo ha sido feroz, pero las filtraciones ideológicas terminan por hundir el factor cualitativo por su propio peso.
Lo que se pulsa en el ambiente es dispersión. El mensaje ha calado, sí, pero la gente no se acerca a alcanzar el calibre real de aquello que le rebela. Se sienten ultrajados y son conscientes del menoscabo, pero no asimilan de modo definitivo el rol que adquiere en este proceso la ciudadanía y ni mucho menos su peso específico. Eso posee su traducción más directa en la actitud pasiva que, aunque no fue generalizada, sí que fue inherente al movimiento.
‘Villar Mir y su séquito se han comido la carne y nos han dejado los huesos a nosotros’: este concepto es uno de los que vertebra las protestas. No es menos cierto que eso sea así, y es una afrenta atroz y deleznable, pero aunque suene impopular y contradictorio, esa cruzada debe ser secundaria en nuestros intereses. Me explico. Un grupo de avispados empresarios sin escrúpulos sembraron muerte en Huelva y sustrajeron sus semillas sanas en forma de beneficios económicos, sí, pero lo primordial ahora no es aglutinar esfuerzos para que devuelvan el dinero amasado o para que paguen por las corruptelas, si no apretar para que se cumplan las disposiciones y sentencias para que la mierda que han depositado vuelva a sus dueños y desaparezca de nuestro horizonte.
Volvemos al concepto de dispersión. Si se diversifica el mensaje, su potencia se disemina y la repercusión se resiente. Corruptos se reproducen por esquejes en España y, de momento, el cerco para que estos delincuentes respondan por sus fechorías es muy ancho y poco restringido. No abogo por obviar la corrupción que ha sufrido Huelva, pero ahora la única indemnización posible es retirar esa basura química de la marisma y recuperar en la medida de lo ecológicamente factible un espacio valiosísimo de nuestra tierra. Más tarde será tiempo de hablar de dinero. Porque mientras nos enfrascamos en luchas estériles, se enmaraña el proceso y eso beneficia al infractor. La prueba evidente son los años de prórrogas y palmaditas en la espalda que el Gobierno y la Junta llevan dando a Fertiberia respecto a las sentencias en firme dictadas y que aún esperan su cumplimiento.
Cuando se logre una solución satisfactoria para la ciudad y se ponga en marcha para su recuperación, entonces será momento de rendir cuentas económicas sobre la pasta que han generado a costa de convertirnos en un vertedero nuclear. Ese debe ser el sentido del lema ‘Justicia para Huelva’. Por otro lado, 'ideologizar' una concentración restringe la participación de quienes respaldan el fondo pero no a quien lo moldea y se niegan a portar una bandera con la que no comulgan, a pesar de que están a favor de lo que allí se reclama. Privatizar un sentimiento o un reclamo viola su esencia y la muta hasta que se convierte en un híbrido o un sucedáneo. Ese ha sido el principal error.
Sigue echándose en falta ese cabreo de saber que han destruido las marismas, que juegan con la salud de tus seres queridos y que especulan con la restitución del daño ocasionado. Quizás el mensaje se ha repetido tanto que ya ha perdido su punch. No me gusta ser pesimista ante iniciativas de este calibre, pero es evidente que hay mucho que hacer, pero desde las entrañas, desde las tripas del pueblo, no desde el coco; la mente ya está suficientemente monopolizada por consignas y teorías varias.
@ManuelGGarrido