Miércoles Santo

La poderosa voluntad de creer en la Esperanza

23.55 h. La cofradía de San Francisco vivió una salida procesional intensa por el centro de la capital, acompañada por una gran multitud de cofrades que con convicción y sentimiento la escoltaron estrechamente, incluso cuando la lluvia apareció. Pero la Esperanza siempre queda, y aunque adelantó hora y media su hora de recogida, regaló a sus fieles, rodeada de paraguas, una prolongada despedida, con entradas y salidas de su capilla que provocaron más de un vuelco de corazón.

La poderosa voluntad de creer en la Esperanza

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La poderosa voluntad de creer en la Esperanza

   

Y buscándola a ella y sus bendiciones, bajo un cielo inestable pero contenido, la antigua calle Padre Andivia, hoy Esperanza Coronada, se pobló como cada año para reducir espacios y agrupar sentimientos comunes en torno a la Hermandad de San Francisco, la que fue fundada por marineros en la calle Miguel Rendondo en el siglo XIX y que en el XXI ve germinando en primavera las semillas de una devoción con raíces profundas en la tierra de Huelva. Con ese espíritu originario de marineros, la orilla de la capilla de Santa María de la Esperanza eran un mar rebosante de gentes hasta  la plaza Niña, donde sobre las 17.23 horas la cruz de guía desplegaba a su estela un río de capirotes morados, surcando la multitud.

La poderosa voluntad de creer en la Esperanza

Después, prendido por la emoción de sujetar el martillo de la Reina de San Francisco, el pregonero José Antonio Vieira, realizó la primera levantá de Nuestra Señora de la Esperanza, que instantes después cruzó el dintel de su templo para ser recibida por el caluroso aplauso de su gente y seguidamente mecerse como sólo este paso consigue, impulsada por los sones de 'Esperanza por Huelva Coronada' procedente de los músicos del Liceo de Moguer. Ya tenía desde este principio y para el final de su camino, a una multitud soldada a sus respiraderos, pendientes con la mirada de su rostro, de sus manos, de la belleza refulgente bordada en su palio y tallada en sus varales. Encadenados con eslabones de sentimiento indestructible tenía a su gente para acompañarle en su paseo oscilante por Huelva, que muy pronto encontró una petalada desde un balcón y una oración cantanda después, besando las puertas del convento de las Hermanas de la Cruz, donde la caricia de su rezo quedó marcada en el ánimo de los presentes.

La cofradía de San Francisco callejeó por las calles cinrcundantes a su capilla y tras tomar San Cristóbal, Alfonso XII, Berdigón y Sor Ángela de la Cruz, alcanzó la Gran Vía para reencontrarse con la historia, para dar ese salto en el tiempo que aún emociona a nostálgicos que son capaces de ver a la altura del Hotel Tartessos ese antiguo edificio del Brasil y su patio de vecinos. Hasta quienes no conocieron este lugar tan vinculado a la hermandad reconoce en este punto del recorrido un enclave especial en el que salir al encuentro a la cofradía y disfrutar con sus titulares. El Santísimo Cristo de la Expiración primero y Nuestra Señora de la Esperanza después se recrearon ante los presentes, meciéndose y caminando en espacios reducidos, quedándose clavados después para contemplar la multitud rodeándoles presa de la belleza y emoción del momento.

La poderosa voluntad de creer en la Esperanza

Desde aquí la Hermandad de la Esperanza dejó de mirar desde el otro lado la carrera oficial y volvió a callejear por las calles de casco histórico de Huelva para desde Cardenal Cisneros dirigirse después a Arquitecto Pérez Carasa y bajar la calle Vázquez López. En ese punto y cercanas las nueve de la noche cundió un poco el desánimo al comenzar a llover y crecer la intensidad de la lluvia. Se abrieron varios paraguas alrededor del Cristo de la Expiración, cambiando el panorama de una noche que se prometía muy feliz, pero la hermandad, cuyos nazarenos se mojaron bastante, no perdió la compostura y pese a la preocupación y la duda, la lluvia cesó y tras el paréntesis negativo, la cofradía siguió el guión previsto y buscó la carrera oficial.

La lluvia regresó, volvió a parar, y el Cristo de la Expiración sobre su monte de claveles rojos enfilaba la calle las Bocas con el sonido pontente de las cornetas de la banda que lleva su nombre anunciando su llegada, mientras que su madre procesionaba por Vázquez López, cuya plaza se atestó de fieles para apreciar los delicados sones de la marcha 'Macarena', que añadieron belleza a las mecidas de la reina de San Francisco, que con su candelería encendida y los flashes de las cámaras y móviles que quisieron capturar su imagen, se tiznó de tonos amarillentos y blancos intermitentes. 

Carrera oficial dedicada a las frustradas del Martes Santo

Una carrera oficial repleta de gente ocupando los palcos y la fachada clara de la iglesia de la Concepción presidiendo, recibieron al Cristo de la Expiración, que fue centro de todas las miradas. La atención fue máxima al buen hacer de la cuadrilla de costaleros, que llevaron con orgullo al Señor, que elegante hizo olvidar a los cofrades la inestabilidad meteorológica para dedicarse a disfrutar.

  

La poderosa voluntad de creer en la Esperanza

Despedida bajo la lluvia

Precisamente una situación parecida y desafortunada tuvo que vivir la hermandad, que por el mal tiempo, tuvo que buscar con más premura de lo previsto su capilla. No pudo recrearse en la calle Miguel Redondo, donde se fundó por marineros la cofradía, ni por todas las calles estrechas que rondan su capilla. El camino fue más directo. No obstante, se permitió el lujo de hacerlo en su sede canónica. Con toda la hermandad dentro, el palio de Nuestra Señora de la Esperanza brindó una despedida prolongada a sus fieles, que con los paraguas abiertos lamentaban la aparición de la lluvia. Apenas eran las 23.50 horas, hora y 40 minutos antes de lo que debería ser. Es por ello, que para compensar a sus fieles, que no querían despedirse tan pronto de ella, de la Esperanza, de la fuente de sus momentos cofrades más intensos, de la fuerza que hace falta para seguir adelante, le lanzaron vivas y piropos una y otra vez con fuerza, y la Señora entraba y salía de su capilla, con esmero y elegancia, dando vuelcos al corazón de sus fieles. Esperanza por Huelva Coronada sonaba y después la marcha real como últimos compases de una procesión distinta a tantas otras, pero en la que no hubo ni un ápice de menos cariño y amor que el dedicado en otras ocasiones, porque todo se hizo más intenso, más dramático en algunos momentos, pero la Hermandad de la Esperanza, con un trabajo enorme, hizo gozaron a su pueblo de Huelva, que demostró una vez más que la necesita, que cree en ella y la seguirá siempre.

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