Martes santo > Hermandad de la Salud
La mirada esperanzada de Pérez Cubillas
18.33 h. La Hermandad de la Salud, que es de gran ayuda para sus vecinos en una zona humilde de la capital, hace del orgullo de barrio cofradía para mostrar a Huelva el buen hacer e impulso joven pero responsable de quienes la componen.Cumple 15 años como cofradía de penitencia y cinco desde que completara su impresionante misterio, que completó su segunda estación de penitencia con normalidad.


Tiene Nuestro Padre de la Sentencia una mirada verde esperanza única en la Semana Santa de Huelva. Por ella la barriada de Pérez Cubillas descubre Huelva cada Martes Santo y comprueba y percibe cómo se aprecian en el mundo cofrade los esfuerzos y avances de la Hermandad de la Salud, una recién llegada con un impulso digno de admiración. Esa mirada esperanzada de su titular representa el espíritu de un barrio humilde que convive con la crisis, que la mira a los ojos sin perder las ganas de luchar, agarrado a la esperanza de que se puede tirar hacia delante. Allí se hacen las cosas con el corazón en la mano y por ello esta hermandad que hace del orgullo de barrio una cofradía aporta una ayuda social incalculable a sus vecinos, que a su vez se han volcado para, más unidos que nunca, hacer que crezca este proyecto que ha echado raíces en la parroquia de San Francisco de Asís.
Qué bonito y especial es para los barrios humildes disfrutar de días grandes, en los que el resto de la ciudad pone los ojos en ellos, de esos que sacan el sentimiento de pertenencia a unas calles con alma y habitadas por quienes sienten lo mismo que uno, que demuestran que en cualquier rincón con fe y sentir cofrade se puede poner en la calle, con rigor y seriedad, una estampa de la Pasión digna de admirar.

Rozando los 30 grados de una sobremesa más veraniega que primaveral, con la brisa ausente, se abanican un grupo de vecinos a las puertas del templo, alrededor del cual crece el número de personas montando guardia. Atrás queda el recuerdo de tres estaciones de penitencias fallidas a causa de la lluvia, sobre las que predomina el buen sabor de boca de esos atronadores aplausos recibidos en la primera entrada en la carrera oficial, el pasado año.
Se cumplen 15 años como cofradía de penitencia y cinco desde que completara su impresionante misterio, dispuesto en el interior del tempo a vivir su segunda estación de penitencia con normalidad. Bajo los rayos afilados se echó a la calle la cruz de guía y tras ella se enfilan las capas marrones con aspecto incandescente por el calor que van a acumular.
Hay ilusión en el ambiente y muchas ganas de los vecinos de aplaudir cada movimiento del paso y de inmortalizar esos instantes. Juan Vicente Rivas, capataz, pedía con el martillo en la mano: “Que no le falte nunca una sonrisa a los niños de mi barrio” y con una marcha alegre de la Agrupación Musical ‘Cristo del Amor’ de Huelva se echaba a la calle el paso entre una sonora ovación.

El sol fue cubriendo el gran paso por tallar de Jesús de la Sentencia, con sus ojos verdes, desarropado y con marcas de latigazos, maniatado. Escenifica a su vez dos escenas de la Pasión. La Presentación al pueblo hebreo de Jesús mortificado por los sucesos del Pretorio, estando a su lado Barrabás, reo de muerte, para que éstos elijan cual de ellos debe ser indultado y la posterior Sentencia de Nuestro Señor Jesucristo a la muerte en la Cruz, con Pilatos lavándose las manos. El misterio en su totalidad es obra del imaginero Manuel Madroñal Isorna, componiéndose de esclavo Etíope, dos soldados romanos que custodian a Barrabás, Claudia Prócula, mujer de Poncio Pilatos, y un sanedrita acusador.
Con el paso avanzando por la calle Río Guadalquivir se cantó el rezo que relata la sentencia de Cristo, que el año pasado entonó el maestro saetero ya retirado Eduardo Hernández Garrocho y que este año cedió el testigo a Juan Fernando González, otra de las particularidades de esta cofradía, que comenzó a navegar por las calles con nombre de río con buenos sones y paso firme, gustándose y recreándose, avanzando y dejándose querer por un barrio que en gran parte se fue con él para mostrar su buen hacer al centro de la ciudad.
Así se procedió a recorrer la calle Río Ebro, Rio Guadiana, Río Salado, Río Guadaira, y Rio Duero, por las que recibió el paso varios ramos de flores que acariciaba con dureza el sol, aplausos con cada tono álgido de las marchas y la respuesta de los hermanos costaleros que llevaban al Señor.
El largo recorrido hasta el centro continuó por Ángel Serradilla, Isla Cristina, Mazagón, Plaza de América, Avenida Guatemala y Plaza de España, para por la Alameda Sundheim, tocar el centro por la Plaza del Punto. Antes de llegar a la carrera oficial, la cofradía callejeó desde la plaza Niña por Esperanza Coronada, La Paz, Rábida, Murillo, Vázquez López, Gobernador Alonso, Hernán Cortés, Rascón y Bocas, calles en las que disfrutó del cariño de los cofrades onubense en las estrecheces del casco antiguo.

Sobre las 19.30 horas alcanzó la cruz de guía la carrera oficial y media hora después se adentraba el paso de misterio, recibido con los ocupantes de los palcos de pie para tributarles un gran aplauso. Y es que hay un cariño generalizado por esta cofradía tras la mala fortuna de sus primeros intentos de salida procesional y que se vio roto el año pasado. Como entonces, se apreciaron las ganas puestas por la cofradía y sus hermanos, que disfrutaron e hicieron disfrutar a la gente, que valoraba el esmero puesto.
Tras la carrera oficial, el recorrido seguido fue por Martín Alonso Pinzón, Plaza del Punto, Alameda Sundheim, Plaza de España y Avenida Guatemala, desde donde se vivieron unos bonitos momentos con la cofradía, ya de noche atravesando el Barrio Reina Victoria por Paseo Virgen de la Victoria, Ronda Exterior, Calle G y Roque Barcia. La hermanda continuó después buscando su barrio por Puebla de Guzmán, Niebla, Cortelazor, Isla Cristina, Obispo Díaz Bernal, Islas Columbretes, Puebla de Sanabria, Venezuela y Jabugo, para regresar a los rios Guadaira, Río Duero, Río Guadiana, Río Piedras, Río Chanza, Río Guadalquivir y templo en una recogida con momentos de gran emotividad.