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Con el brillo que brota del corazón

22.02 h. En un 2015 en el que cumplía 65 años el Santísimo Cristo de la Sangre y 25 de su paso, 55 desde que Estudiantes mora en San Sebastián, todas las miradas estuvieron en Nuestra Señora del Valle, “la joya más importante no se la han llevado y no se la podrán llevar nunca', decía su hermano mayor Javier Pérez. La devoción y fe, el sentimiento de quienes quieren a la cofradía pusieron el brillo perenne a la procesión.

Con el brillo que brota del corazón

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La esencia debería reinar siempre por encima de la forma, ser percibida sin el prejuicio de lo visible, aunque el mundo de superficialidad marca a menudo otra jerarquía. La verdad es que puede más la voluntad que la apariencia y la Hermandad de Estudiantes volvió a llegar al corazón de su gente desde su corazón, a dar y recibir cariño, pues una hermandad es portadora de sentimientos y devociones, que son un preciado patrimonio inmaterial que se eterniza al mantenerse vivo generación tras generación. Y eso brilla con luz propia más que cualquier joya.

Con el brillo que brota del corazón

Por eso la fatalidad no ha podido marcar el Martes Santo para la Hermandad de Estudiantes, afectada por el robo de las joyas de Nuestra Señora del Valle en su casa hermandad. Sobre desconsuelo inicial que dejó este acto vil, que aún está ahí, ha reinado la solidaridad de los onubenses, tanto de hermanos como otros cofrades y fieles, que han ofrecido su colaboración sincera, una serie de detalles que han llegado al corazón de la gente de la hermandad.

Y es que el brillo de las joyas no tiene comparación con el resplandor que brota del corazón, de sus buenos sentimientos, de todo lo maravilloso que puede dar de sí, aunque el lamento de lo robado reside más en su valor sentimental que lo económico. Es ahí donde reside la esencia más pura, la cantera que ha construido tantas cosas que merecen la pena que perduren.

Con el brillo que brota del corazón

En el interior de la parroquia de San Sebastián, Javier Pérez, hermano mayor, quiso agradecer las numerosas “muestras de cariño y apoyo” recibidas desde que el pasado día 25 de marzo se produjo el robo en la casa hermandad, ya que muchas personas ofrecieron joyas personales para que las luciera la Virgen y el Obispado de Huelva también realizó su aportación, ofreciendo además un rosario bendecido por el Papa Francisco.

Pérez se dirigía a sus hermanos y decía que ese día que fue “mi peor día como hermano mayor” y sin embargo “hoy me siento orgulloso de ser hermano mayor de Estudiantes”. “La joya más importante no se la han llevado y no se la podrán llevar nunca, Nuestra Señora del Valle, nuestra madre”, a la que ensalzó con una especie de minipregón muy sentido y emocionado, que vino a señalar que su titular no necesita de joyas ni adornos para procesionar y mostrarse ante la gente, para ser “candor y ternura, llanto de esperanza”.

Por su parte, el obispo de Huelva, José Vilaplana, hizo referencia en las oraciones previas a la salida de la hermandad a la vinculación universitaria de la hermandad y ensalzó la “búsqueda de la verdad” y el “diálogo entre fe y cultura” y que los jóvenes encuentren trabajo tras su periodo de formación.

Los hermanos de Estudiantes se entregaron a hacer que su cofradía dejara nuevamente su sello, que tan buen sabor deja en los cofrades tradicionalmente. Lo hicieron en un año repleto de efemérides pues el Santísimo Cristo de la Sangre, tallado en 1950 cumple 65 años en este 2015, en el que se alcanzan también 25 años de su paso barroco y 55 años desde que está en San Sebastián. Además la misma cifra lleva la hermandad vistiendo de negro en lugar de blanco.

José Ignacio Cordón, comandante naval, fue el encargado de realizar una levantá del paso del Santísimo Cristo de la Sangre, cuyo martillo tocó después Ángel Jiménez, antiguo capataz, que se acordó de las 25 personas que “empezamos una locura”, su cuadrilla, a la que le faltan dos integrantes ya fallecidos.

Con el brillo que brota del corazón

Fuera los vecinos y fieles buscaban como si fuera agua la sombra, pues el sol apretaba y atizaba a los nazarenos oscuros de la cofradía, que desde la calle Cantero Cuadrado se desplegaba por la Avenida Federico Mayo y Federico Molina, calle abajo. Arriba en el balcón que supone el porche de granito estaban toda las miradas y por el dintel de la puerta apareció el Señor de la Sangre enterrado hasta la cintura en su monte morado de flores, que coronan su paso barroco.

Con la música de capilla ‘Gólgota’ fue maniobrando el paso del Señor, que después fue elevado, infundiendo respeto, esa obra de arte surgida de las manos de León Ortega que ya es sagrada devoción. Ya muerto pero diciendo tanto, traspasando, sobrecogiendo, con el rostro como dormido en su característica caída a la izquierda. Tras el paso los penitentes de promesa, desfile de cruces y cadenas, toquecitos de silencio, que portan tanto de lo más sentido de cada uno.

Después el paso de palio se levantaba con emoción en recuerdo de Francisco Barroso, fallecido en febrero, y ahora para siempre con sus titulares. Su madre, la Virgen del Valle, mostraba la pena en su rostro, y quien la miraba no podía decir que no estuviera más bonita que nunca, por lo larga que se había echo la espera de uno año a otro por verla en la calle, por todo lo ocurrido, porque no podía ser de otra forma. Los sones de la Banda Municipal de Música de Mairena del Alcor la condujo para encontrarse con su gente y el sol logró adentrarse en su paso de palio de cajón, portador de las reliquias de San Sebastián y Santa Ángela de la Cruz, para sortear la candelería encendida y besar su rostro.

Y fue haciendo camino la cofradía hacia el centro para por la Alameda Sundheim y la plaza del Punto tomar las calles Berdigón y Alonso Sánchez para desembocar en la plaza Niña y encontrarse con las Hermanas de la Cruz, un momento especial para la hermandad de Estudiantes, que recibió la ofrenda del rezo cantado, siempre emotivo.

Con el brillo que brota del corazón

El calor fue menguando para que la temperatura fuera más agradable y llevadera, mientras que se hacía más presente la noche, apareciendo entre las calles Esperanza Coronada, La Paz, Rábida, Murillo, Vázquez López, Gobernador Alonso, Hernán Cortés, Rascón y Bocas, para tocar la carrera oficial pasadas las nueve de la noche e imponer su sello en ella.

El camino de vuelta se inició por Fernando el Católico, Palos, Plaza Quintero Báez, La Fuente y Plaza de San Pedro para tras recorrer Jesús de la Pasión, pasar junto a Plaza de los Litri y regresar al corazón de su feligresía por Mackay McDonald. Allí se olvidaron las prisas y fue el momento para el disfrute, para silencios y saetas, para buscar intimidad y saborear más momentos tan irrepetibles como tradicionales. Por calles como Rodríguez Zamora, Pasaje Cristo de la Sangre, José María Patiño, Guillermo Poole de Arco y Plaza Cristóbal Quintero, con poca luz y mucho sentimiento se fue recogiendo la hermandad, antes de subir de nuevo para cobijarse en San Sebastián.

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