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Luto con aura divina

22.00 h. Con solemnidad, elegancia y sobriedad a su paso, imponiendo recogimiento, el Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Nuestra Madre de la Consolación, talla que cumple 75 años, procesionaron por el casco viejo de la ciudad a medida que cayó la noche y apareció la luna y brotaron saetas, con su adiós doloroso a la espera de la resurrección que invita al rezo más callado e íntimo.

Luto con aura divina

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Luto con aura divina

Una tarde espléndida como marco para la quinta y penúltima jornada de la Semana Santa onubense, con una ligera brisa agradable y nada de calor bajo un cielo azul con nubes difuminadas. Y en el corazón del centro, a un paso de la carrera oficial, la calle tres de Agosto y la plaza de las Monjas se llenaba de cofrades que esperaban encontrarse con la sobria elegancia de la Hermandad de Buena Muerta, con su luto divino, imponiendo respeto, conquistando con recogimiento la ciudad. Desde la calle Palos descendían la Cruz de guía y los primeros tramos de nazarenos de oscuro y a ellos minutos después de las 19.15 horas se unía el Santísimo Cristo de la Buena Muerte, que apareció tras una levantá dedicada a todos sus hermanos por el capataz, que recordaba que están a solo un año del centenario de la fundación de la hermandad.

La Banda del Santísimo Cristo de la Expiración interpretó la marcha real, acompañada por aplausos y después comenzaron las operaciones para preparar al paso para continuar su recorrido. Desde el interior del monte de claveles color rojo cardenal emergió la imagen del Señor Crucificado para ocupar su lugar en lo alto de la cruz, una talla impresionante, que merece la pena mirar con detenimiento y apreciar sus rasgos de muerte en el rostro, su fisionomía tan real, con señales de castigo. Un adiós a la espera de la resurrección que invita al rezo más callado e íntimo. En las esquinas, junto a los faroles que resaltan en el paso de caoba dominicana parecían orar los angelitos plateados.

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También se oraba con una levantá por la familia Arenas, los hermanos Carlos y Jaime, su padre y su madre, que “ya descansa en el reino de los cielos, donde se ve todo, con toda la casta del mundo al cielo”, decía el capataz, que resaltaba que “no he conocido en mi vida mejores personas”. Miguel Ángel Mora también dedicó otra levantá a los 25 años del programa El Llamador del Canal Sur Radio, porque lleva un cuarto de siglo “demostrando arte y sabiduría, como las cofradías”.

Minutos después, con la Banda Municipal de Música de Villalba del Alcor, hacia acto de presencia el paso descubierto de Nuestra Madre Consolación y Correa en sus Dolores, con la Virgen, talla que cumplía 75 años (de Joaquín Gómez del Castillo, 1940) mirando en soledad a la Cruz vacía con el sudario ondeando en el travesaño, con el corazón encogido de dolor, repleta de ausencia en su seno, transmitiendo cuánto se extraña lo que se quiere más que nada.

Con la tarde escapándose y el centro cada vez más lleno de gente la cofradía fue desde la plaza de las Monjas adentrándose en las calles del casco viejo de la ciudad por la esquina superior de Vázquez López, Pérez Carasa, Miguel Redondo, La Paz, Rábida, Murillo y de nuevo Vázquez López a la altura de la plaza Alcalde Coto Mora. Desde uno de los balcones que dan a ella fueron flotando en el frescor de la tarde noche los lamentos de un saetero, que ofreció su rezo cantado al Santísimo Cristo de la Buena Muerte y después también desataba la emoción de su corazón a través de la voz ante la Virgen de Consolación, cuyo paso está en proceso de renovación y enriquecimiento por parte del orfebre Ramón León  Peñuelas. Alrededor de la imagen original de María Santísima existe una curiosa leyenda que dice que la imagen fue cedida por un sacerdote americano en depósito y custodia a las Madres Agustinas, que sólo debían devolverla si él regresaba, en persona, a solicitarla. Algo que sucedió, aunque las monjas se negaron a devolverla.

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Ya con el cielo cubierto por la noche, con la luna reinante y resplandeciente, la primera llena de la primavera, la cofradía buscó la entrada en la carrera oficial en su recorrido por las calles Gobernador Alonso, Hernán Cortés y Bocas, para sobre las 21.10 alcanzar la zona de palcos, donde los murmullos se diluían a cada paso de los titulares del convento de las Agustinas.

Mucha solemnidad y respeto infundían los titulares de una hermandad con mucha historia, que está a un año de su centenario, pero que desde finales del siglo XIX tenía ya el germen en Huelva de lo que es ahora.  A los sones de la marcha ‘Crucifixión’ se adentró en el recorrido oficial la Virgen de la cofradía, que tras acabar este tramo en el que causó sensación, inició el camino de regreso por las calles Cardenal Cisneros, Fernando el Católico, Palos y Tres de Agosto.

Reportaje Fotográfico: Rubén Goal

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