SEMANA SANTA

Domingo de Ramos precipitado

15.58 h. (ACTUALIZADO 00.28 h.) La jornada del Domingo de Ramos se inició, como era previsible dado la incertidumbre que arrojaban las predicciones meteorológicas, con reuniones de las Juntas de Gobierno que decidieron hacer uso de la hora de moratoria. Las cuatro hermandades optaron por desafiar a las nubes y echarse a la calle, aunque finalmente los peores augurios se cumplieron y la lluvia sorprendió a los cortejos en la calle.

Domingo de Ramos precipitado

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Pese a las oraciones de todos esos cofrades, con días a sus espaldas rezando porque las predicciones meteorológicas variasen, las mismas finalmente se han cumplido, y el Domingo de Ramos se inició marcado por la incertidumbre.

Domingo de Ramos precipitado

Pese a que aparentemente el sol brillaba, claro y sin sombras, a la hora (sobre las 15.30 horas) a la que estaba prevista la salida de las primeras hermandades del día,  la Hermandad de la Sagrada Cena y la de la Borriquita, los modelos de precipitaciones no invitaban al optimismo, por lo que la jornada se inauguraba con reuniones de las Juntas de Gobierno tanto en la Mayor de San Pedro como en El Polvorín.

Con ambos templos repletos, hermanos y nazarenos dispuestos a realizar su estación de penitencia, los responsables de ambas cofradías han llegado a la misma conclusión: ante las previsiones de que entre las siete y las ocho de la tarde chubascos importantes hagan acto de presencia en la capital onubense, las hermandades se acogen a la hora de moratoria que establece el protocolo con la esperanza de que el frente se disipe y la previsión mejore. Poco después se sumó a esta misma decisión la Hermandad de la Redención, que tenía prevista su salida a las 16.45 horas desde el asilo de ancianos de Santa Teresa Jornet, con un recorrido por delante demasiado largo como para arriesgarse a que la lluvia prevista les sorprendiese en la calle con toda su comitiva.

Pero agotada la hora de moratoria, minutos antes de las cinco de la tarde, los aplausos invadían la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús. Tras una nueva reunión de la Junta Gestora, la hermandad del Polvorín, tras valorar que el frente que se esperaba se iba disipando, era la primera en decidir que se echaba a la calle.

Una decisión “difícil”, tal y como reconocían los propios responsables, que sin embargo ponían su suerte en manos de sus Sagrados Titulares, a los que la euforia de los hermanos acompañó hasta el mismo dintel de la iglesia del Sagrado Corazón. Fue el paso de misterio, imponente como siempre y con rosas rojas destacando sobre su frontal, el primero en hacer acto de presencia.

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El Polvorín era pura ebullición: ni una sola de las personas que se había acercado hasta los alrededores de la iglesia para disfrutar de la salida a la hora prevista se había movido del sitio durante la hora de moratoria; al revés, la calle Presbítero Pablo Rodríguez se había ido llenando cada vez más de cofrades a la espera de ver arrancar el Domingo de Ramos.

Antonio Quiñones, guiando a su cuadrilla para salvar las puertas de la parroquia, quiso acordarse con emoción de toda esa gente “que este año no ha podido estar”, y pronto los acordes de la Agrupación Musical Cristo del Amor, la suya, la de siempre, aunque este año con imagen renovada debido al cambio de uniforme anunciaban que el misterio de la Sagrada Cena estaba en la calle.

Los acordes en El Polvorín se simultaneaban con los que empezaron a escucharse entonces en otro de los focos de atención de la jornada: la Mayor de San Pedro, donde el hermano mayor, Juan Carlos Longo, anunciaba que la moneda, en este caso, también había salido cara y la Hermandad de la Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén y Nuestra Señora de los Ángeles se sumaba a las procesiones de este Domingo de Ramos; como anunciarían también poco después desde Santa Marta los responsables de la Redención.

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Toda Huelva celebró la decisión de las hermandades y, de hecho, se sorprendía –teniendo en cuenta el sol que brillaba alto en el cielo- de que en algún momento se hubiese podido plantear la opción de que las cofradías se quedasen en casa.

A las cinco y cuarto, mientras en el Sagrado Corazón sonaban ‘Alma de Polvorín’ o ‘La clámide púrpura’, una hora después del horario inicialmente previsto, se abrieron las puertas de San Pedro y comenzó a desfilar esa marea de morriones rojos de baja estatura que cada año protagoniza la estación de penitencia de la Borriquita: esos niños que como nazarenos y portando las tradicionales palmas abundan en el cortejo de la hermandad, y que son en los que precisamente más se piensa a la hora de tomar una decisión respecto a la salida y a que ésta se vea interrumpida por la lluvia.

Una lluvia que sin embargo –y aunque amenazó con un leve chispeo justo cuando el palio se ponía en la calle- no les ha querido truncar la sonrisa que se adivinaba bajo los capirotes que iban descendiendo por el porche de San Pedro, al que este año por primera vez y por motivos de seguridad se ha impedido el acceso. Pronto aparecía el misterio, triunfal, ante todos los que lo aguardaban en los alrededores y que lo recibían entre aplausos.

Varales plateados de Ángeles, no doliente, empezaron a descender poco después, siguiendo el rumbo marcado por su Hijo, bajo las órdenes de Francisco Rey, que volvió a hacer sonar ese martillo que representa la llave de San Pedro –en referencia a su sede canónica- poco después de que en Isla Chica lo hubiese hecho otro compañero, Fernando Melgar, encargado de guiar los pasos de la Virgen del Rosario, el palio de la Cena.

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Mientras las hermandades de la Borriquita y la Cena se afanaban en intentar mantener encendida la candelería de sus titulares, que el viento impertinente se empeñaba en apagar, en la iglesia de San Sebastián Mutilados se solidarizaba con el resto de cofradías y optaban por acogerse también a la hora de moratoria –realmente, lo dejaron en 45 minutos- para facilitar la organización de la jornada y la llegada a la carrera oficial.

El otro foco de atención se situaba en Santa Marta, un barrio al que este año ha regresado –de allí, de hecho, es su origen- la Hermandad de la Redención, que este Domingo de Ramos ha efectuado su salida desde el asilo de Santa Teresa Jornet. La cofradía, como el resto de las de la jornada, comenzó su estación de penitencia una hora más tarde de lo previsto, pero igualmente ilusionada cuando sobre las seis menos cuarto inició la marcha su comitiva.

El paso único que representa a Cristo en su Lagar Místico apareció en la calle poco después, bajo un cielo algo cubierto pero para emoción de toda la feligresía que este año la ha visto regresar a su barrio, el Huerto Paco, donde la parroquia de Cristo Sacerdote viese nacer a la hermandad.

El misterio, enmarcado por sus espectaculares faroles  ya prendidos y con un exorno floral especialmente llamativo, a base de flores silvestres, salió desde la carpa instalada en el lateral del asilo bajo las órdenes de Amador Morales, que fue guiando a la cuadrilla recibida entre aplausos.

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Y llegó la última del Domingo de Ramos. La Hermandad de los Mutilados. Tantas ganas de salir tenía que no quiso siquiera esperar la hora entera, consciente de que el retraso previsto ya era suficiente para poder guardar el orden en carrera oficial. Eran las siete menos cuarto cuando se abrían las puertas en Federico Mayo y en el interior de la iglesia de San Sebastián sonaba el martillo.

“Por todos los hermanos de la cofradía” se fue arriba el paso del Cristo de la Victoria, al que “tos por igual” fueron llevando hacia la característica rampa que lo separa del abrazo con su barrio.  Chicotá magistral de la cuadrilla que llevó en volandas a su Señor sobre un manto de claveles rojos.

Unos tímidos rayos de sol caían sobre su pecho descubierto por los sayones que la arrancan la túnica cuando en el interior de San Sebastián, de nuevo, el ruido del llamador solicitaba orden. La Virgen de la Paz, serena y bellísima en su blanco habitual, se iba al cielo en honor al hermano mayor Diego Cabrera y toda su Junta de Gobierno, que se despide este año.

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Mientras la Virgen de la Paz salvaba los alrededores de su parroquía, el resto de hermandades se encaminaban decididas, desafiando a la incertidumbre con la que había amanecido la jornada, a la carrera oficial, que aguardaba la llegada de la primera de cada Domingo, la Borriquita, para poder dar por inaugurada la Semana Mayor onubense.

Sin embargo, los temores finalmente se confirmaron, y a las diez de la noche los anunciados chubascos efectivamente aparecieron en la capital, sorprendiendo a las cuatro hermandades en la calle. Pese a que los cortejos intentaron mantener la calma en un primer momento, la lluvia arreció y tuvieron que tomarse decisiones: la Hermandad de la Borriquita, la más vulnerable tal vez por el número de niños que desfilan con ella, apresuró su recogida -de hecho, ya estaba en los alrededores de San Pedro-; la Cena y Redención, ambas en carrera oficial, aceleraron la marcha; mientras que a los Mutilados le dio tiempo a refugiarse en la iglesia de la Concepción.

La Borriquita, en apenas diez minutos fue capaz de salvar el porche de San Pedro y recoger a sus titulares en el interior de la Mayor, ante una marea de paraguas que, peses a las precipitaciones, aguantó estoicamente el chaparrón y no quiso dejar sola a su hermandad.

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Los titulares de la Cena -al Cristo del Amor llegó a ponérsele un capote para tratar de protegerlo- se apresuraron y acortaron en buena medida su trayecto de vuelta. La lluvia sorprendió a la hermandad pasando justamente por delante del palco del Ayuntamiento, en medio de una multitud que no dudó en despedir al cortejo entre aplausos, agradeciendo el intento de brindar a Huelva un Domingo de Ramos exitoso. La comitiva avanzó, bajo la lluvia, por la Alameda Sundheim, obviando el tradicional recorrido por el Barrio Obrero y la plaza Virgen del Rosario, y dirigiéndose directamente a su iglesia, que alcanzó poco antes de las once de la noche.

Mientras la Hermandad de los Mutilados optaba por buscar refugio en la Concepción, Redención, a la que la lluvia sorprendió al inicio de carrera oficial, no quiso apresurarse tanto, y pese a que también decidió recortar su camino de vuelta, en carrera oficial aguantó y supo mantener el tipo. Una vez completada la carrera oficial, enfiló por el camino más corto hacia la avenida de San Antonio.Sin embargo, pese a tratar de acortar el camino todo lo posible, la hermandad no pudo evitar que un nuevo chaparrón la sorprendiese ya casi en su destino. Cubierto por un capote para intentar proteger la imagen y la valiosísima túnica que viste el Cristo de la Redención, la Cruz de Guía fue recibida en la carpa instalada junto al asilo de Santa Teresa Jornet con truenos y relámpagos. Empapada llegó la comitiva que, sin embargo, trató de mantener la calma y el orden hasta el último momento, que llegó a medianoche, cuando por fin la cofradía alcanzó el lugar desde donde este año partía.

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Y prácticamente acababa de alcanzar la Redención el asilo cuando en otro punto de la ciudad la última hermandad que quedaba en la calle decidía que desafiaba de nuevo a la incertidumbre y abandonaba su refugio. La Hermandad de los Mutilados optaba, a las doce y cuarto de la noche, por abandonar la iglesia de la Concepción y emprender el camino de vuelta a su parroquia, San Sebastián. Con sus titulares protegidos y los integrantes más pequeños del cortejo ya en sus casas -tras la invitación del hermano mayor, Diego Cabrera, a que abandonasen el templo, debido a que la recogida se adivinaba tardía-, la hermandad emprendía el camino, de forma ordenada pero apresurada, a las 00.30 horas en punto.

En la calle Méndez Núñez, en esa carrera oficial truncada en este Domingo de Ramos, se les recibía con aplausos a modo de reconocimiento. Porque Huelva, efectivamente, vio truncada esta primera jornada cofrade, pero al menos tuvo la satisfacción de disfrutarla durante unas horas.

Fotos: Héctor Corpa y Laura Díaz

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