LAS HERMANDADES EN LA CALLE
Y el Miércoles Santo se hizo la luz
17.07 h. (ACTUALIZADO 20.07 h.) Victoriosa. Así comenzó la jornada de este Miércoles Santo para todos los cofrades, dejándose iluminar por el sol que tanto ha esperado para aparecer. Sin dudas ni titubeos, estaba el Cristo de la Humildad ya en la calle cuando se llamaba a las puertas de la parroquia del Carmen y El Prendimiento se ponía en camino. Poco después, fervor en San Francisco, desde donde partió la otra Reina de la tarde. Y como contrapunto, el recogimiento de la Santa Cruz, por primera vez desde la Concepción.

Ansias indescriptibles, después de un lunes frustrado en el que la hermandad del barrio se quedó en casa. La jornada de este Miércoles Santo comenzaba en El Polvorín, un hervidero de ciudadanos que, puntuales no, con tiempo de sobra, habían llegado a los alrededores de la iglesia del Sagrado Corazón al encuentro con su Reina.

No cabía un alfiler en Presbítero Pablo Rodríguez, que se deshizo en aplausos cuando a las cuatro y media de la tarde se abrían las puertas y a la Cruz de Guía de la Hermandad de la Victoria le daban los primeros rayos de sol. Empezaba a marchar la tradicional marea de morriones azules, que dejaba atrás los balcones de Puebla de Guzmán engalanados al fondo, aguardando para lo que está llamada a venir ya bien entrada la noche, con la cofradía de vuelta.
En pocos minutos, al tiempo que aparecían en la calle los ciriales, José Miguel Moreno iba guiando el paso de Jesús de la Humildad “izquierda y derecha alante”. El párroco Feliciano Fernández Sousa, director espiritual de la hermandad, pronunciaba la última levantá antes de que el misterio atravesase el dintel de la iglesia del Sagrado Corazón, esa en la que tanto ha sufrido esta Semana Santa. Los costeros se echaban a tierra y El Polvorín aguantaba la respiración, en silencio. Apareció primero el frontal del paso, con ese friso de claveles rojos, y pronto se adivinó esa túnica bordada bailando.
El sonido del rachear de los costaleros quedó pronto interrumpido por el aplauso del barrio y los primeros sones de la Banda de Cornetas y Tambores Jesús Nazareno, que impusieron el ritmo a una cuadrilla que volvió a dar espectáculo desde el principio, en la misma plataforma a las puertas de la iglesia. El viento insufló vida a los penachos de los soldados que prenden al Cristo de la Humildad y las primeras saetas empezaron a escucharse mientras el misterio emprendía la revirá para enfilar la calle y alcanzar Federico Molina.
Buscaba Humildad ya uno de los escenarios más típicos de su recorrido, el Barrio Obrero, cuando en los alrededores de la iglesia la Banda Municipal de Música del Arahal interpretaba ‘Amargura’, una marcha que se quiso entonar en homenaje a las víctimas de los últimos atentados en Bruselas.

Para ellos fue el recuerdo de esta hermandad, que también colocó un crespón negro en el palio de su Reina, que en el interior de la iglesia ya maniobraba para proceder a salvar el dintel de la puerta. Azul, a juego con el cielo que a esas horas contemplaba Huelva, Victoria recibía los rezos de sus hermanos, esos que bajo las trabajaderas se dispusieron a sacarla a la calle. Ajustado al milímetro pero guiado magistralmente por el capataz, el palio de la Reina del Polvorín recibía de nuevo los suspiros de todo un barrio, en el que casi una hora después de que se abriesen las puertas sonaba la ‘Marcha Real’ para anunciar que la Virgen de la Victoria coronada salía en busca de Huelva.
Impresionante como siempre, meciendo sus caireles al son de su marcha, ‘Reina del Polvorín’, y recibiendo desde esos primeros instantes las saetas de sus fieles, Victoria se dispuso a seguir los pasos de su Hijo, rumbo al barrio que, aun inglés, lleva su nombre, y a su ‘duelo’ en carrera oficial con esa otra Reina de la ciudad con la que cada Miércoles Santo se disputa la devoción de los onubenses.
Un rato antes, mientras estaba el Cristo de la Humildad en su plataforma aún, en otro punto de la ciudad el aroma a incienso también embriagaba a los allí presentes. En El Carmen sonaban tres golpes secos: los del diputado mayor de Gobierno llamando a las puertas de la parroquia, que se abrían algunos minutos después de lo previsto para ver marchar a la Hermandad del Prendimiento.

Iniciaron la marcha los penitentes con sus capas crema al viento mientras el imponente paso se cuadraba, preparándose para afinar su salida. En toda su inmensidad, Jesús prendido en el Huerto de los Olivos, en uno de los pasos más impresionantes de la Semana Santa andaluza, se hizo ante los ojos de todos los que lo esperaban en los alrededores de su parroquia.
Fue en esos primeros minutos, antes de iniciar el camino hacia el abrazo con la Concepción, cuando se dedicó la primera chicotá y “el recorrido entero” a todos los costaleros y hermanos que recientemente han perdido a algún familiar, pero que en este Miércoles Santo iban a encontrar el consuelo de Nuestro Padre Jesús del Prendimiento, que se iba fuerte y al cielo desde la barriada del Carmen al corazón de la ciudad.
Queriéndose en la revirá con la que dejaba el Conquero atrás, el paso de espectaculares dimensiones, con un destacado exorno floral en tonos morados, bailó mostrando sus nuevos respiraderos al ritmo que le iba marcando la Agrupación Musical de la Santa Cruz, junto a la que fue derrochando fe carmelita.

Y frente a las túnicas crema que encendían los corazones en El Carmen y ese palio azul que desataba las pasiones en Isla Chica, en el centro de la ciudad predominaba el verde; ése de la otra Reina de la ciudad que se disponía a salir desde San Francisco, donde se agolpaba la otra mitad de Huelva, aguardando a otra de las hermandades protagonistas del miércoles onubense.
Puntual apareció la Cruz de Guía en la puerta de la iglesia de Santa María de la Esperanza, en la antigua calle Padre Andivia, donde los balcones se habían convertido en palcos privilegiados con invitados de excepción que veían, desde las alturas, cómo se formaba y comenzaba a desfilar una marea violeta de morriones. Mientras, en el interior de la iglesia, el párroco se dirigía a los costaleros para desearles una buena estación de penitencia.

Con la alegría de quien no tiene dudas, del que no conoce la incertidumbre y se dispone a materializar el anhelo de todo un año, Antonio Toscano hacía sonar el martillo y empezaba a guiar a los hombres encargados de llevar al Santísimo Cristo de la Expiración para que “le recen desde las aceras los que no vienen a la iglesia”.
Cinco minutos escasos después de que se abriesen las puertas estaba en la calle el primero de los pasos de la hermandad, mientras en el interior de la capilla comenzaba a maniobrar el palio. “Con toda la casta al cielo de San Francisco” se iba La Esperanza, adornada para la ocasión con bouquets de rosas blancas y la totalidad de su candelería encendida. En los balcones se respiraba impaciencia, pero pronto se escuchó la voz de Antonio Olivares espetarle a sus hombres ese “vámonos a la calle con la Marinera, tós por igual”, y la espera tuvo su recompensa.
De una chicotá viva y limpia la Reina de San Francisco se puso en la calle, siendo recibida por la Marcha Real a cargo de la Banda Sinfónica del Liceo de Moguer y por una multitud de ‘vivas’ y ‘guapas’ que le lanzaban a pie de calle, mientras desde los balcones le llovían pétalos. Su primera emotiva parada a escasos metros, en el tradicional encuentro con sus madrinas, las Hermanas de la Cruz, que la recibieron como siempre entre cánticos.

Con Huelva hecha fiesta, con tres de las hermandades más populosas en la calle, faltaba aún el contrapunto que tenía que llegar de la mano de la cuarta del día: la Santa Cruz, llamada a dejar una estampa para la historia en este Miércoles Santo, en el que por primera vez realizaba estación de penitencia desde la Concepción.
El sol se iba apagando y la luz en la calle era mucho más tenue, acorde al recogimiento que imprime esta hermandad a su discurrir, elegante, por el centro de Huelva. Inició su camino puntual, con el sonido del muñidor avisando de la inminente salida de Nuestro Señor Jesús de la Providencia y María Santísima Madre de Gracia.
Le precedieron los hábitos azul oscuro de su cuerpo de nazarenos y esas insignias que se inspiran en el mobiliario de la ciudad y algunos de sus rincones emblemáticos: a las farolas más clásicas de Huelva simulan los faroles que, en minutos, aparecieron alumbrando el misterio que se asomaba a Méndez Núñez. Bellísimo como siempre, estrenando los trabajos de talla en el frontal del paso de madera que va tomando forma y se adivina a la altura de las imágenes que porta sobre él.

El misterio de la Santa Cruz, sobre un manto de flores en el que destacaban las rosas y los cardos, salía por primera vez desde la Concepción y mostraba cómo Jesús es descendido de la cruz y yace en brazos de Nicodemo, que es ayudado por María Salomé y María Cleofás. Eran las siete y media de la tarde y el viento se encargaba de mecer suavemente la sábana sobre la cruz vacía, tras una nube de incienso.
El recogimiento en los alrededores de la Concepción –a la que ya se acercaba, por otro lado, el paso del Prendimiento-, pese a la multitud agolpada, era máximo, y el silencio era interrumpido sólo por la música de capilla que acompaña a la hermandad, y la voz del tenor que marcha cantando tras el paso.
Con la salida de la Santa Cruz se completaba la nómina de hermandades que tenían que realizar su estación de penitencia en esta jornada de Miércoles Santo, la primera llamada a culminar sin sobresaltos después de que la borrasca haya dado una tregua.