Viernes Santo

Renacer en el ocaso

20.32 h. (actulizaado, 22.37 h.) La ilusión del barrio de Viaplana en la calle se mezcló con la emoción por el recuerdo de un hermano costalero fallecido hace pocos días y cuyo costal estuvo a los pies del Cristo. Desde San Pedro volvió a nacer el paso de misterio del Descendimiento, que mostró su impresionante conjunto escultórico tras subsanarse los daños que sufrió accidentalmente hace unos meses. El Santo Entierro también mostró una imagen nueva al salir por la parte traserea de la ermita de la Soledad, mientras que El Silencio hizo honor a su nombre desde la Concepción.

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El Viernes Santo es siempre un punto y seguido para los cofrades, el úlimo dia de las procesiones de este año, excepción hecha del Resucitado, y el primero de una nueva cuenta atrás. Es un fin con un nuevo principio aparejado y en esta ocasión también un renacer en el ocaso, una reinterpretación en el atardecer de lo tradicional a través de matices que cargaron de sentimiento las salidas de la cofradías de la Fe desde Viaplana, el Descendimiento desde San Pedro, el Santo Entierro desde la ermita de la Soledad y El Silencio desde la iglesia de la Concepción.

Renacer en el ocaso

Un manto azulado radiante en el que el sol extendía sus rayos servía de marco de excepción para la palpitante ilusión que derrochaba el barrio de Viaplana, más vivo que nunca, como nada Viernes Santo, por poner en la calle a su cofradía de La Fe. Muchos balcones de sus calles estaban engalanados para la ocasión y los vecinos se asomaban por ellos o se agolpaban a pie de calle en torno al modernista templo de Santa María Madre de la Iglesia, desde donde se disponían todos los que forman la hermandad a repartir Fe por Huelva. Su gente, con más de un cuarto de siglo labrando su forma de hacer y vivir la Semana Santa y el día a día se mostraba feliz por poder vivir una jornada soñada, sin que hubiera rastro alguno de la amenaza meteorológica que otros años ha estado presente.

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No obstante, la felicidad no era completa, pues bajo las trabajaderas del Santísimo Cristo de la Fe resaltaba el vacío dejado por José Manuel Garrido, costalero fallecido hace sólo unos pocos días y que esperaba vivir este momento en el que sus compañeros le recordaban. Su madre golpeó el martillo para realizar una levantá en su recuerdo y su padre ocupó su lugar en el palo bajo el misterio. A los pies del Señor crucificado estaba su costal y también se podía ver un lazo negro. La emoción del momento es indescriptible y a buen seguro que reapareció en instantes posteriores.

Sonó después una saeta y atronaron los sones lanzados por la Agrupación Musical Santísimo Cristo del Amor, que dirigió el compás de los primeros pasos de un misterio que no ha parado de engrandecerse y enriquecerse. Con el paso, de grandes dimensiones, ya tallado y a falta de cubrirse de dorado, al crucificado en los últimos años se ha sumado María Magdalena, José de Arimatea, Nicodemo y dos soldados romanos. Precisamente la figura de Nicodemo tuvo una novedad y es una escalera de madera.

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Minutos después cobraron sentido mensajes como ‘Caridad, reina y madre’ o ‘Reina de Viaplana’, que lucían en los balcones próximos al templo para ser dirigidos a Nuestra Señora de la Caridad. El paso de palio de la cofradía se echaba a la calle con los sones de la marcha real interpretada por la Banda Municipal de Huévar (Sevilla). El capataz, El Titi, pedía a sus hombres tener “el corazón en la trabajadora y la cabeza en el cielo” y posteriormente dedicaba una levantá al siempre recordado Javi, hijo de Pepe Zamora, miembro del programa ‘El Llamador’ de Canal Sur Radio, que emocionado hizo sonar el martillo.

Por la calle Alosno desembocó la hermandad en José Fariñas para tomar la Avenida Federico Molina para acercarse al centro de la ciudad continuando por la Alameda Sundheim, la Plaza del Punto y las calles Berdigón, Alonso Sánchez hasta llegar a la plaza Niña y encontrarse con las Hermanas de la Cruz. Desde ahí la hermandad avanzó por las calles estrechas del casco antiguo para alcanzar la carrera oficial sobre las 20.20 horas. Desde ahí el itinerario previsto contemplaba subir por Cardenal Cisneros, Fernando el Católico, Palos, Plaza Quintero Báez y La Fuente, para continuar por Jesús de la Pasión, Plaza de los Litris, Mackay McDonald, Duque de Ahumada, Avda. Pío XII, Palomeque, José Fariñas, Pastillo, San Marcos y alcanzar su templo sobre las 21.10 horas.

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En el barrio alto de San Pedro, su plaza, desde bastantes minutos antes de las 19.00 horas, estaba poblada de gente. Este año nadie podía situarse por seguridad a lo largo del empinado porche de la iglesia para ver de cerca salir a los pasos y toda la multitud se concentró abajo, desde donde se vio aparecer tras los primeros nazarenos el paso de misterio del Santísimo Cristo del Descendimiento, un conjunto escultórico esbelto que silueteaba el aún potente sol, que se encaminaba a ir bajando para ceder el testigo. Sonaba la marcha 'Descendimiento' gracias a la Banda del Liceo de Moguer y el capataz pedía esmero a sus costaleros bajo las trabajaderas para  rezarle al Señor con cariño.

Lucía flores de tonos morados y parecía este misterio el de siempre a los ojos de la mayoría, con el sudario ondeando al viento desde el madero y junto a las escaleras apoyadas en él. Pero especialmente sus hermanos saben lo que ha tocado trabajar a contrarreloj para salvar los daños sufridos por varias de las imágenes al caerse al suelo de la disposición que tienen en el templo. Como un renacer, las obras de Antonio León Ortega, gracias a la labor del profesor Juan Manuel Miñarro, continuaron en su armónica escenificación del descenso de Jesucristo de la Cruz, tan cargada de movimiento y detalles que hacen que la contemplación requiera de un buen rato. Avanzó por todo el porche y en nuevo plano inclinado descendió por la calle Licenciado Juan Agustín de Mora.

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Las mismas operaciones realizó el paso de palio de María Santísima de la Resignación en sus Dolores, que un poco menos de luz recreó una alargada sombra. Sonó la marcha 'Resignación y calvario' y posteriormente hubo una levantá repleta de solidaridad hacia la familia del costalero fallecido hace unos días y perteneciente a la Hermanda de la Fe.

Accedió minutos después el paso de palio, con la candilería encendida, como las farolas circundantes, a una plaza de San Pedro repleta de cofrades, que optaban por este punto para ver tanto a la cofradía del Descendimiento como a la del Santo Entierro, epicentro del Viernes Santo durante gran parte de la jornada.

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El cortejo de la cofradía fue bajando la calle La Fuente tras bordear la mitad de la plaza y desde ahí bajó tres de agosto para llegar a al plaza de las Monjas y buscar la carrera oficial sobre las 21.00 horas tras  procesionar por calles como Vázquez López, Gobernador Alonso, Hernán Cortés, Rascón y Bocas. Desde este punto y hasta que la Cruz de guía alcanzó de nuevo el templo, sobre las 23.15 según el horario previsto, la hermandad tomó dejando un gran sabor cofrade las calles Cardenal Cisneros, Fernando el Católico, Palos, Plaza Quintero Báez, Puerto, Paseo Santa Fe y Daoiz para volver a la Plaza de San Pedro, donde al abrigo de la noche, con la intimidad de las pocas luces brillantes, la cofradía se gusta y regala a los suyos una bonita recogida.

En esta plaza esperaba mucha gente a la Hermandad del Santo Entierro, la hermandad oficial de la Semana Santa de Huelva, que como siempre contó en su cortejo con la representación de gran parte de las cofradías que forman el Consejo de Hermandades, su junta de Gobierno, así como autoridades civiles yy militares, el rector de la Universidad de Huelva, el presidente de la Audiencia Nacional y tamibén la Corporación Municipal, con miembros de los partidos elegidos, así como el alcalde Gabriel Cruz, que se estrenó ejerciendo el cargo en tan señalado acto solemne. Como siempre, el obispo de Huelva, José Vilaplana se situó a la cola del último de los tres pasos echados a la calle.

La salida procesional de este año poco tuvo que ver con la de otros años. Ganó en estrechez, intimidad y recogimiento, pues no se instaló una rampa en la puerta principal para desembocar en la calle Jesús de la Pasión, si no que nazarenos y pasos salieron por la parte de atrás hacia la plaza Virgen de las Angustias. Con los sones de la marcha fúnebre interpretado por la Banda Nuestra Señora de la Cinta, precisamente esta imagen, en el primero de los pasos, con su hijo en el regazo en una escena de la piedad, inauguró esta nueva estampa, muy apreciada por los presentes, que con la noche cerrándose no perdieron detalle de cómo se adentraba el paso en el callejón del Santo Entierro, que desembocó en la calle San Andrés para desde ahí ingresar en un plaza San Pedro muy poblada de fieles. Bonito fue también el transcurrir por el paseo Santa Fe, sumido en la oscuridad y al que llevó la luz su presencia.

El segundo paso en salir a la calle desde la blanca ermita de la Soledad, grisácea en la noche, fue el del Santo Entierro, con el Cristo yacente en su urna, ese cuerpo sin vida y aparentemente derrotado por la muerte, que lleva una cuadrilla de mujeres, la única de la Semana Santa onubense. El paso, con un exorno floral de un rojo intenso, dejó momentos de mucho recogimiento en su tránsito por el callejón, por donde después avanzó el paso de Soledad de María.

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Desde el Paseo de Santa Fe y el descenso por la calle Puerto la cofradía accedió a la carrera oficial sobre las 21.35 horas por José Nogales. Dejó en este trayecto diferentes sensaciones bajo el nexo común de la solemnidad. De luto vestían sus nazarenos, pero a la vez en el cortejo caminaba la multicolor indumentaria de cada una de las cofradías representadas. Con cada uno de sus pasos dejó tes estampas de luto y aungustia, pesadumbre y dolor, con la esperanza de la resurección por dentro. En el camino de vuelta a su templo, ficjado para las 23.50 horas, pasó por las calles Palos, Plaza Quintero Báez, La Fuente, Plaza de San Pedro, San Andrés y callejón del Santo Entierro antes de pisar de nuevo el templo en una recogida muy especial.

La última hermandad en realizar su entrada en la carrera oficial fue la de El Silencio, que partió a las 20.00 horas desde la iglesias de la Concepción. A sus puertas se arremolinaban un buen número de fieles que presenciaron una salida marcada por el silencio absoluto que viste los pasos de esta cofradía y que amplifica los sonidos de otra serie de elementos en movimiento. Con su pequeño cortejo se echó a la calle Nuestra Señora de la Soledad, llena de pena implorando al cielo por la ausencia de su hijo, dejando a su espalda la cruz con el sudario como vestigio de tanta pasión y sufrimiento. Recogimiento y sobriedad fue transmitiendo en su caminar en casi cuatro horas de procesión que comenzó  por la calle Méndez Núñez y que continuó por Mora Claros, Puerto, Ciudad de Aracena, Isaac Peral, San José y de nuevo Puerto, para por Béjar y la Avenida de Portugal y Jesús Nazareno iniciar la carrera oficial. A la salida quedó un recorrido más corto en distancia pero prolongado e intenso por la forma de recorrerlo. Ya toda la Huelva cofrade, cuando no quedaba otro paso en la calle, le decía hasta luego en la espera de otro renacer tras las noche que lo cubre todo.

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