Semana Santa
El luto que estrecha el alma cada Jueves Santo
00.53 h. El centro bulle de cofrades, que en pocos pasos tienen en diferentes rincones del centro muy cercanos entre sí hasta cuatro cofradías, cada una con su estilo pero con un ambiente general de luto y recogimiento. Con semejanzas y matices diferentes enriquecieron el Jueves Santo la Hermandad de la Oración en el Huerto, la Misericordia, Buena Muerte y Los Judíos.

La jornada del Jueves Santos es en esencia luto y recogimiento, materializada en los rostros y gestos de los sagrados titulares de las cuatro hermandades que procesionan este día, en su forma de hacerse cofradías en la calle, donde no hay júbilo, sino una expresión más sobria, de dolor interno, callado pero que se deja ver, con la belleza estética, emocional y fervorosa que a cada cual le nace al compartir el tiempo con su tránsito en una plácida tarde que se hizo noche.

50 años de madre dolorosa en la OraciónLos alrededores de la Iglesia de la Concepción, lugar clave de la Semana Santa onubense, no suelen poblarse cada día hasta que se acerca el primer paso de la jornada a la carrera oficial. Pero en el Jueves Santo el pulso se deja notar antes en la calle y la concentración de fieles fue creciendo en torno a la puerta lateral del templo y en el inicio peatonal de la calle. Con menos temperatura que las tardes anteriores, la espera se hacía más fácil, hasta vivirse el momento que las puertas se abrieron y se desplegó el cuerpo de nazarenos vestidos de blanco, con muchos niños de monaguillos, demostrando que hay cantera en la hermandad de la Vera Cruz y Oración en el Huerto.
Minutos después, de la oscuridad del interior del templo emergía con su dorado reluciente el imponente paso del Nuestro Padre Jesús de la Oración en el Huerto, que una vez en la calle comenzó a girar a los sones de la marcha ‘Silencio blanco’, interpretado por Banda de Cornetas y Tambores la Merced de Huelva. Sobre los pies de los esmerados costaleros en su maniobra, la famosa escena en la que Jesús ante el ángel toma el cáliz de su destino, que llevará ala cruz, mientras sus discípulos duermen a la sombra de un olivo. Un pasaje lleno de expresividad, que puede sobrecoger al pensar en su transcendencia posterior, la antesala a la Pasión y Muerte de Cristo.

Fue completar el giro y el paso avanzó con paso seguro y raudo calle Méndez Núñez abajo para iniciar el siguiente giro hacia la calle Mora Claros y seguir caminando con pasos medidos y constantes, buscando en otros momentos la sincronicidad de mecidas con los sones de su banda, que se hizo más estético y recreado en la carrera oficial, cuando la caída de la tarde y las luminarias encendidas dieron más intimidad y realce a ese tramo. El recorrido hasta la zona de palcos y sillas fue por las calles Puerto, Isabel II, José Nogales.
Más tarde fue el momento de Nuestra Madre y Señora de los Dolores Coronada, tallada hace 50 años, en 1967, por Luis Álvarez Duarte. Este impresionante paso de palio de tonos plata y granate, comenzó a caminar con los sones de Banda Municipal de Arrabal de Carmona (Sevilla). En esta salida procesional estrenó la restauración del juego de varales y jarras. Esta preciosa dolorosa, se fue meciendo para seguir los pasos de su hijo y adentrarse con la candelería encendida y emotiva en la carrera oficial, donde el público cofrade disfrutó con su caminar sereno y contenido.
El recorrido de vuelta fue por Cardenal Cisneros, Alfonso XII, San Cristóbal, Plaza Isabel la Católica, Esperanza Coronada, La Paz, Rábida, Murillo, Vázquez López, Gobernador Alonso, Hernán Cortes, Rascón, Concepción y Méndez Núñez para que la cruz de guía alcance el tempo antes de la medianoche.
Misericordia, 35 años de silencio lúgubreUn riguroso silencio en torno a la capilla de la Misericordia consigue cada tarde noche del Jueves Santo crea una burbuja aislada del bullicio del centro de la capital, donde resuenan los ecos de otras cofradías con acompañamiento musical. Pero en torno a este templo, abstraído de todo, se impone la callada calma y se respeta en el círculo más cercano. Hace 35 años que se constituyó esta hermandad y en su caminar ha educado a Huelva en el rito particular de su estación de penitencia, donde brillan los escasos sonidos que marcan los detalles en cada acción de sus componentes. Es por ello que los cofrades que se acercan a la salida son todo ojos y nada boca, para contemplar con atención, para sentir como lo cubre todo un ambiente lúgubre y de luto.

Este sentir lo marcó la cofradía, como siempre, desde el primer metro, con el muñidor cortando el silencio con su toque aislado de campana, con sus hileras de nazarenos vestido de oscuro y con el cirio al costado y que continuó al aparecer la impresionante talla del Santísimo Cristo de la Misericordia, que representa a Jesucristo ya fallecido en la cruz, abandonado a su suerte tras exhalar todo aliento. Su rostro inerte, sus ojos cerrados y la cabeza caída sobre un cuerpo repleto de heridas, cortaban el aliento en una incipiente noche, que fue cubriendo todo y favoreciendo el aspecto de triste emoción de luto callado, de recogimiento.
Desde su templo la cofradía tomó el estrecho pasaje Cristo de la Misericordia para encontrar a un buen número de cofrades casi inmóviles en la calle Rábida y también en la calle Murillo. Posteriormente la hermandad giró hacia Vázquez López y tomó Gobernador Alonso, Hernán Cortés y Rascón para llegar a la calle Bocas y entrar en carrera oficial sobre las 20.45 horas. Su llegada infundió el respeto que había generado previamente a su paso y desde los palcos y silla se seguía su avance sobrio y que infundía la contemplación sosegada del sagrado titular.
Tras el paso por la carrera oficial, la cofradía de la Misericordia, volvió a las calles paralelas a la carrera oficial, con ambiente más íntimo y revirado, en un serpentear de calle que la llevó por Cardenal Cisneros, Berdigón, Alonso Sánchez, Plaza Isabel la Católica, Esperanza Coronada, Alfonso XII, La Paz, Rábida, Pasaje Cristo de la Misericordia y su templo, pasadas las 23.30 horas, con la campana tocando a duelo para recibir de nuevo a su sagrado titular, con la oscuridad dominando todo. Apenas ya se apreciaba el color morado de sus lirios y ya se fue haciendo sobra en su callejón para regresar a su capilla.
Buena Muerte, espíritu fúnebre sobre caoba y alpacaLos sagrados titulares de las cofradías motivan y justifican todos los esfuerzos que realizan sus devotos hermanos durante todo el año con vistas al día de la estación de penitencia en la Semana Santa. En torno a ellos se ordena todo, los cortejos de nazarenos delante y las bandas detrás, los capataces a su vera y los costaleros a sus pies. Es ahí donde nace el movimiento dentro de un engranaje acompasado que pretende realzar la divina expresión que posee. En el caso de la Hermandad de Buena Muerte, con sede canónica en el Convento de las Reverendas Madres Agustinas, el discurrir por las calles de sus titulares, el Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Nuestra Madre de la Consolación y Correa en sus Dolores, viene marcado por el luto de la jornada del Jueves Santo, por su particular tono fúnebre, que viaja sobre dos pasos que cumplen efemérides este 2017.

60 años cumple el paso de caoba dominicana del Cristo, toda una singularidad en la Semana Myor onubense. Fue realizado en 1957 por Miguel Hierro Barreda. Se caracteriza por poseer capillas, apliques y cartelas en plata de Ley, obra de José Zabala y Jesus Domínguez. Fue donado a la hermandad por el entonces presidente dominicano, Leónidas Trujillo. Por su parte 30 años cumple acabado el de la Virgen. Es obra de Ramón León Peñuelas en alpaca plateada, iniciado en 1987 y concluido en 1992.
Los nazarenos de la hermandad salieron en el horario previsto tras la cruz de guía y minutos más tarde se abrió paso despacio y con tino el Santísimo Cristo de la Buena Muerte, enterrado en su monte de flores, del que fue emergiendo después. La calle 3 de agosto estaba llena de gente que respetuosamente contemplaba la escena. El capataz, Miguel Ángel Mora, le recordaba a sus costaleros que “hay que sufrir siempre para sacar al Señor”. De la estrechez de la calle se paso al espacio abierto de la plaza de las Monjas, un escaparate de 360 grados, donde el aire corría levemente y jugaba con las llamas sostenidas por los ángeles en sus cuatro esquinas.
La Banda de Cornetas y Tambores del Santísimo Cristo de la Expiración puso con su sonoridad una carga añadida de emoción para los fieles que recorrían con la mirada el cuerpo fallecido de su venerada imagen, que sin potencias ni corona de espino, transmite la cruda humanidad del hijo de Dios y a la vez su transcendencia divina. Para el descanso de Nicolás Bogado se realizó una levantá, hermano fallecido con arraigo en la cofradía y que tiene a su hijo como testigo.

Se echó a la calle más tarde el paso argentado de Nuestra Madre de la Consolación y Correa en sus Dolores, para la que sólo existe la cruz vacía ante sus ojos, pese a la gran belleza y variedad de las flores que le rodean a sus pies, y el gran número de fieles que suspiran al contemplar la angustia contenida que deja entrever. La Banda Municipal de Música de Villalba del Alcor ponía música a sus pasos, que conducían hacia el callejeo del centro por Vázquez López, Arquitecto Pérez Carasa, Miguel Redondo, La Paz, Rábida, Murillo, Vázquez López, Gobernador Alonso, Hernán Cortés, Rascón y Bocas antes de ingresar en la carrera oficial.
La vuelta a su templo se produjo por Cardenal Cisneros, Fernando el Católico y Palos para descender la calle Tres de Agosto, donde la cofradía, con calma, fue regresando a su templo aislándose de todo. Era su momento y con la medianoche en ciernes, los titulares y los nazarenos fueron enfilando los últimos metros. La recogida tuvo como siempre una difícil maniobrabilidad y los costaleros tuvieron que tirar de rodilleras y rebajar al máximo la altura de los pasos para salvar el dintel de la puerta del templo, que engulleron la luz que portaban los pasos, para dejar en íntima ausencia la calle y la melancolía en los devotos.
Los Judíos, historia en movimientoCada año en la calle es un refuerzo más a su mensaje de ser historia viva. La Hermandad de Los Judíos pone en movimiento una riqueza patrimonial muy antigua, un conjunto escultórico con un estilo de otro tiempo, muy distinto a todo lo que hay en la Semana Santa de Huelva, y que inspira emoción. Datan de antes del siglo XVIII los sagrados titulares del Cristo de las Cadenas, el Cristo de Jerusalén y Buen Viaje y Nuestra Señora de los Dolores, auténticos testigos de otra época e hilos conductores de una fe que se ha sostenido en el tiempo.

Y el epicentro de la renovación de esta tradición de fe, de este rito que arrastra devociones más antigua que la memoria de los presentes en su realización, es la catedral de La Merced, que una vez más reunió a un gran número de personas a sus puertas. Había mucha gente en torno al porche mercedario y también a pie de acera e incluso en la plaza con una perspectiva más amplia de todo el espectáculo, integrado nada más y nada menos que por tres pasos. El primero de ellos fue el de Nuestro Padre Jesús de las Cadenas, que estrenaba el dorado de los candelabros, un complemento de realce para una escena en la que se muestra al Señor siendo burlado y maltratado, herido y preso de las cadenas.
Recorrió este paso toda la distancia del porche de la catedral y realizó el mismo recorrido en sentido inverso ya pisando el asfalto para volver a pasar frente al pórtico de La Merced, justo en el momento en el que aparecía procedente del interior del templo el Santísimo Cristo de Jerusalén y Buen Viaje, crucificado de corte añejo, más hierático el resto de cristos de la Semana Mayor onubense. “Esto tiene que volar”, decía el capataz, Manuel Hernández Corsi, dando paso al impulso de sus costaleros, que continuaron haciendo camino con los sones de la Banda de Cornetas y Tambores Nuestro Padre Jesús del Gran Poder de Corial del Río (Sevilla), que con alto volumen marcaba el paso, fundiendo sus ecos con los de la precedente Banda de Cornetas y Tambores del Santísimo Cristo de la Victoria de León.

Quedó la finura melódica de la Banda del Liceo de Moguer para el precioso paso de palio de María Santísima de los Dolores, una joya que disfrutaron sus fieles en la calle ya sin apenas luz y con la candelería encendida, así como los candelabros de su cola, estreno de este año. El amplio cortejo de la hermandad, el último en entrar en carrera oficial de la jornada y el último en recogerse, se dirigió desde la Plaza de la Merced y Paseo Independencia hacia la carrera oficial en línea recta por las calles San José, Rui Vélez, Ginés Martín, Isaac Peral, San José, Puerto, Isabel II y José Nogales, un recorrido distinto al de los últimos años y en el que estuvo muy bien arropado.
La Hermandad dejó su sabor cofrade añejo, sobrio y serio, de luto y fuerza en su caminar por el recorrido oficial del itinerario. Posteriormente inició el camino de retorno a su templo por las calles Cardenal Cisneros, Arquitecto Pérez Carasa, Palacios, Espronceda, Plaza de las Monjas, Méndez Núñez, Rafael López, Ciudad de Aracena, Ginés Martín y Doctor Vázquez Limón. Fue un retorno distinto al tradicional, un paso de calles que usualmente se había recorrido en sentido contrario y de ida. Cerca de la una de la mañana la cruz de guía ya estaba a las puertas de la catedral de La Merced, donde mucha gente se concentró para despedir con cariño a su cofradía hasta el año que viene. Eran más de las dos y una inmensa petalada rodeó a Nuestra Señora de los Dolores. Fue un más que digno punto y final a la jornada del Jueves Santo.