RETRATOS DE LA CRISIS
La realidad de la vida pidiendo en la calle
19.04 h. Cerca de dos años llevan Javier y su padre recorriendo la distancia que separa Aljaraque y Huelva, donde acuden al que se ha convertido en su nuevo ‘trabajo’: mendigar en la calle. Invisibles para el sistema y buena parte de los ciudadanos, su historia es la de otros muchos y representa la peor cara de la crisis.

Como si fuesen parte del mobiliario urbano, truene o brilleel sol. A sus 25 años, Javier RodríguezGallardo lleva ya cerca de año y medio pidiendo en la calle. En plenocorazón de la ciudad, mientras Cristóbal Colón se levanta imponente señalandoal horizonte, a sus pies, a Javier y a su padre las circunstancias les handejado sin ganas de mirar más allá.
Poco difiere un día de otro cuando la rutina siempre es lamisma y también los son sus incertidumbres. ¿Cuánto sacaremos hoy? Javier y su padre viven de la caridad, sí;de la caridad de esa señora que cuando los ve andando por el arcén, camino deHuelva desde Aljaraque, les abre la puerta de su coche para acercarlos hastadónde pueda; de la caridad de ese onubense que, hoy sí, se para y les pregunta quéhacen en la calle mientras se rasca el bolsillo a ver si tiene suelto; de lacaridad de las administraciones que, incapaces de proveer de unas condicionesdignas para todos y cada uno de los ciudadanos –a saber, casa, comida ytrabajo-, pone parches bajo expresionescomo salario social.

La historia de Javier y de su padre no llama especialmentela atención, no esconde ningún grandrama capaz de atraer los focos de las grandes cadenas de televisión.“Vivíamos de alquiler en un piso de Muñoz de Vargas pero mi padre llevaba mucho tiempo en paro y, en un momento dado, nopodíamos seguir pagando y nos echaron”, relata el joven. Aunque en primerainstancia sí lograron llamar la atención instalándose en el portal de la quehabía sido su casa, pronto pasó el boom.Demasiados casos, demasiadas esquinas ocupadas cada una con su historia.
Por suerte contaron con la ayuda de los vecinos del barrio,y con la oferta desinteresada –que finalmente no resultó tal, según señalaJavier- de uno de ellos, que les ofreció un espacio donde instalarse. “Una cuadra”, asegura el chico. “Era una cuadra en la que apenas cabíamos,pero por la que teníamos que pagar alquiler. Al menos era mejor que nada”.

Fue entonces cuando comenzó su peregrinación diaria, su caminar desde Aljaraque hasta la capital,hasta uno de los puntos más céntricos de la misma donde, pese a todo “con lacabeza bien alta”, no les queda otro remedio que mendigar. “No estamos en lacalle por gusto, eso que lo tenga la gente claro. No es agradable, pero no meavergüenzo. No le hacemos daño a nadie, y con las ayudas que de vez en cuandocobra mi padre, siempre con retrasos, y con meses en blanco, sin nada, entremedias, no nos da para pagar el alquiler”. Alquiler que ya no es el de lacuadra, sino el de otra casa en Aljaraque, “pequeña pero barata”. Hasta encontrar casa es una odisea en su caso, porque “evidentemente, si el propietario se entera de nuestrasituación nunca nos quiere alquilar. No se fía de que saquemos suficientepara pagarle con lo que nos dan en la calle”.
Javier no acierta a concretar cuándo se torció todo, porque“hace tanto tiempo que no sé decir desde cuándo está mi padre sin trabajo” yél, a sus 25 años, no ha tenido nunca “una oportunidad”. Asegura que lo que los diferencia de otras personas en su misma situación es que “nos han fallado todos, nos la han jugado muchas veces”, y es que“no hemos encontrado apoyo en las organizaciones que supuestamente te tienenque ayudar en estos casos –ni Cáritas ni Cruz Roja-, y mucho menos en nuestrospolíticos”.

“Nos han intentado aplicar ordenanzas que no existen paraquitarnos de aquí, porque damos una mala imagen de la ciudad, según ellos; estamos amenazados por una mafia del Este,pero la Policía nunca hace nada; cuando pasan por aquí nuestros políticos nos miran con desprecio, e incluso nos hanllegado a insultar”, relata Javier, enfadadocon el mundo. “Ahora hay muchos programas en la televisión que se suponeque te ayudan, pero es mentira. Hemos llamado y nos dicen que tienen a muchagente esperando, y después los ves preocupándose por tonterías, mientrasnosotros seguimos en la calle. Aquí en Huelva los medios tampoco nos echancuenta. Al principio un poco, pero luego nada”.
¿Qué le piden al futuro? “Pues está claro, un trabajo y unacasa de la que no nos puedan echar, en la que podamos meter las pocaspertenencias que nos quedan” y, en cierto modo, volver a empezar. Olvidar queun día estuvieron en la calle, como símbolos de carne y hueso de la tan afamadacrisis que, mientras algunos dicen que va quedando atrás, sigue mostrando supeor cara en casos como el de Javier y su padre que hoy, y probablementemañana, y al otro, tendrán que volver a mendigar en la plaza de las Monjas.