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Cinco años de la final en la que las cenicientas fueron reinas de España

El Sporting Huelva venció 2-1 al Valencia para levantar la Copa de la Reina el 17 de mayo de 2015, una gesta que para la goleadora en esa final, Cristina Martín-Prieto, es el partido “más bonito de mi carrera deportiva”. Para el técnico Antonio Toledo el estado de forma de su equipo le hacía 'doblegar a cualquiera'. La presidenta, Manuela Romero, colecciona un sinfín de anécdotas y recalca que “a veces los sueños se hacen realidad y las cenicientas se convierten en reinas”, por lo que pide que “ahora que por favor nos sigan apoyando. Por todas las niñas que también quieren cumplir su sueño”. Como ya hicieron Elena Pavel, Sandra García, Patri Gavira, Virgy, Jenny Benítez, Anita Hernández, Emma Marqués, Paulita, Sandra Castelló y Leyre Serrano, que también comparten sus recuerdos.

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Cinco años de la final en la que las cenicientas fueron reinas de España

Un recuerdo deportivo glorioso viene a salvarnos y evadirnos del triste panorama que desdibuja la pandemia del coronavirus covid-19 y sus catastróficas consecuencias. Hace cinco años, el 17 de mayos de 2015, lo que muchos veían imposible ellas lo hicieron de realidad. Quienes miraban a las jugadoras del Sporting Huelva como cenicientas en la Copa las vieron coronarse reinas levantando un título para la historia, que sus protagonistas aún sienten muy presente. 

El conjunto albiazul batió 2-1 al Valencia en Melilla, donde previamente en semifinales superó en la tanta de penaltis al Atlético de Madrid. A esta fase final llegó tras dobletar al Rayo Vallecano a domicilio.

El arquitecto de este equipo para la historia es Antonio Toledo, quien logró la implicación y fe ciega de sus jugadoras en un proyecto que como él mismo dice “fue un sueño hecho realidad”, para él la mejor frase para valorar lo que consigieron. “Nadie podía pensar que un club modesto como el nuestro pasase en cuartos en Madrid a domicilio ante el Rayo Vallecano en un grandísimo partido y se plantase en Melilla siendo a priori la víctima propiciatoria para los grandes y pasar en semifinales ante el Atletico de Madrid y hacer una gran final ante el Valencia”. 

El técnico onubense tiene claras las claves de este éxito, que “de puertas para afuera fue una enorme sorpresa, aunque de puertas hacia adentro los que vivíamos el día a día sabíamos que el equipo esas dos semanas demostró que era capaz de doblegar a cualquiera”, como demostró para escribir un capítulo “grabado con letras de oro” en la historia del club. 

En su opinión aquel equipo reunía “una serie de cualidades que en el fútbol es un tesoro”. Destaca la disciplina táctica, pues sus jugadoras tenían “claro el sistema táctico e iban a muerte con él”. Además tenía “un espíritu de sacrificio enorme, humildad” y el vestuario era “una piña”. “Salían a comerse el balón y para un cuerpo técnico estas cualidades te hace llegar al triunfo”, resalta. 

En esta final fue protagonista con dos goles la delantera sevillana Cristina Martín-Prieto, declarada MVP, ahora en las filas del UDG Tenerife, que no duda en señalar que aquel encuentro fue “el más bonito de mi carrera deportiva y el que recuerdo como más especial”. Y es que sólo pronunciar ante ella Copa de la Reina 2015 hace que “hasta se me ponga hasta la piel de gallina”, afirma. 

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“Este domingo hizo cinco años y me parece como si acaba de terminar ahora el partido”, reconoce Martín-Prieto, que tiene clavada en el pensamiento el pitido final, cuando jugadoras y cuerpo técnico “nos fundimos en un abrazo y los llantos eran de alegría, palabras de elogio… No nos lo creíamos tras el sufrimientos de toda la temporada, porque nos metimos las últimas en la Copa, y teníamos que estar al doscientos por cien cada partido, porque íbamos como cenicientas”, relató la delantera sevillana.

Aseguró que se queda con toda la competición, de octavos a la final, en su recuerdo, pero destaca el momento en el que Patri Gavira, la capitana, levantó la Copa y “sabíamos que éramos campeonas y nadie nos iba a quitar ese título, que quedaba para la historia del Sporting. “Eso no sé cuándo lo voy a volver a vivir. Es especial por cómo lo conseguimos y porque en estas competiciones es difícil hasta entrar”, indicó.

Por su parte, a la presidenta, Manuela Romero, le tocó vivirlo en el palco, comiéndose las uñas, deseando que se decretara el final mientras era bombardeada por el móvil. “Cuando recuerdo la final de Melilla siento una felicidad enorme y ayer por ejemplo lloré de emoción recordándolo”, admite la dirigente onubense, que resalta que “ha sido el momento más bonito de mi vida deportiva y por el que he luchado desde que comencé en el fútbol femenino, primero como jugadora por que soñaba algo así y en ese momento no podía pensar que lo lograría desde otro puesto”.

“He dado mi vida por este deporte y me he sacrificado mucho y mirar ahora a cinco años atrás y recordar el momento cuando alza la Copa Patri, pues para mí ahora mismo es llorar de alegría. Me emociono”, declara Romero, que consideró que siente “un sentimiento de lo que yo llamo fútbol romántico. Ese empuje, garra, calidad, trabajo, ilusión y humildad. Sentirte la cenicienta y convertirte en el estandarte de los modestos”. Y es que indica que el Sporting Logró “lo que muchos con mayor presupuesto e instalaciones que nosotros sueña, pero que nosotros sí podemos presumir de tener”.

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Recuerda “con muchos nervios” todo ese fin de semana en Melilla y es “maravilloso” transportarse a esos días. “Los nervios, la incertidumbre, la emoción, la ilusión y que a pesar de las adversidades todavía teníamos algo más, algo más para no darnos por vencidas. Ser el mejor equipo de España es algo indescriptible”. 

Sobre la transcendencia de ese título, señala que “el respeto a nuestro club creció mucho a raíz de ese año. No se ha traducido en todas las ayudas privadas necesarias para crecer, aún más pero seguimos en la lucha”, ya que “Huelva lleva muchísimos años en la élite del fútbol femenino”, subraya.

Estos días están repletos de anécdotas y momentos especiales, como cuando en el último penalti de las semifinales le dijo una autoridad de la Ciudad de Melilla, “pues si marcáis ... merecéis esa final. Y yo le dije, queda otro. Y me dijo: otro qué? No, no. Marcáis y a la final. Estaba tan nerviosa que había perdido la cuenta”.

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En la final estuvo en el antepalco con el entonces presidente de la RFEF, Ángel Villar, y “me tuve que salir de los nervios. Me fui al palco y me senté sola a esperar el comienzo de la segunda parte”. También recuerda cómo su madre “estaba llamándome en el minuto 40, 41, 42.... y yo... mamá por favor han pasado 35 segundos, queda mucho, llama a mis hermanos para que te cuenten el final anda, que yo estoy para darme algo”.

Rescata igualmente el mágico instante en el que Martín-Prieto marca el segundo gol y cuando la capitana Patri Gavira levanta la Copa. Se maravilla al pensar y “ver a todas las jugadoras y al cuerpo técnico, a los aficionados que se desplazaron. Y por supuesto ver a Antonio allí quieto mirando a todo el equipo. Su felicidad en silencio, como es él, callado, sin hacer ruido y que se lo merece totalmente por tantos años de trabajo desinteresado”.

Hay otra escena le hace “llorar” y es en la semifinal cuando pasaron, Sandra García se puso de rodillas llorando y se abrazó a Elena Pavel. “Sandra, como Antonio y yo, ya tenía un subcampeonato con el Estudiantes. Y verla así me puso los pelos de punta”.

Hay muchos momentos la verdad, pero el máximo es levantar la Copa”, recalca la presidenta del Sporting, que vio cómo todo el mundo no tenía su confianza en la gesta. “Cuando nos mandaron los billetes de Ida también estaban los de vuelta para el sábado. Y algunas personas habían encargado cajas y cajas de banderitas del Atleti para repartir en la final”. 

Además les habían hecho el ‘check out’ del hotel y las llaves de las habitaciones no funcionaban. “El de recepción me dijo.... pero ustedes ¿qué equipo son, el que sale no sois vosotras? Y el Atleti? Y dije yo: yo del Atleti no sé nada. Nosotras somos el Sporting de Huelva y nos quedamos hasta el domingo”.

“Yo sí que había metido en la maleta mi vestido para la cena de gala antes de la final. Confiaba en mi equipo. ¿Por qué no? ¡Soñar es gratis!”, exclamó la presidenta, que resalta que aquel equipo era un grupo “muy bonito y unido”, que vivió una competición “maravillosa” en una ciudad “magnífica y acogedora” como Melilla.

Para ella otro momento increíble fue en el que el autobús iba dando vueltas a la fuente. Ver a mis padres y amigos allí, a la afición, a la cantera y desear abrazarlos fue muy muy muy emocionante, indescriptible. 

Manuela Romero recalca que “a veces los sueños se hacen realidad y las cenicientas se convierten en reinas”, por lo que pide que “ahora que por favor .... nos sigan apoyando. Por todas las niñas que también quieren cumplir su sueño. Que nos ayuden a seguir creciendo”.

Una pieza fundamental en aquel Sporting y durante muchas temporadas en el centro de la defensa fue Sandra García. La sanjuanera asegura que recordar aquella Copa hace que se le pongan “los pelos de punta y una sonrisa de oreja a oreja”. La central afrontó su segunda final, pero eso no evitó que tuviera “muchos nervios durante todo ese finde semana”, porque “o me quería imaginar que después de 12 años de la que jugué con el Estudiantes se me podía ir otra oportunidad”. 

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El partido ante el Atlético de Madrid en semifinales fue “lo más”, pues “éramos la cenicienta de la Copa, el caramelo que todos querían ese finde semana” y vencieron a todos. “Recuerdo terminar el partido, jugar la prórroga, llegar a los penaltis y tras lanzar Joy el último y ser finalista sólo pude pegar dos pasos y arrodillarme y llorar como una niña chica”.

Ya en la final rememoró que les decía a sus compañeras que solo tenían por delante “90 minutos para hacer historia”, teniendo presente las palabras de su padre antes de salir de casa y todas sus llamadas: “Tranquila, que la vais a traer para Huelva, créeme”, le decía.

“Tengo la imagen de las caras de mis compañeras cuando nos empataron, como de que tenemos que apretar, que no podemos perder y les dije en voz alta tranquila que aún tenemos la prórroga y si no los penaltis. Tenemos fuerza para eso y más. Mari Paz miro para atrás y me dijo ¿estás loca otra prórroga más?” No hizo falta, porque seguidamente llegó el gol de Martín-Prieto. “Ya sólo nos quedaba exprimirnos al máximo lo que quedaba”, apunta Sandra, que nuevamente, tras el pitido final se acordó de las palabras de su padre, en un momento de “alegría eufórica y abrazos”.

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Ese estado de ánimo siguió latente a la llegada del equipo a Huelva, algo que “no se me va olvidar jamás”. Tiene clavada la imagen de “esa fuente de los Bomberos llena de gente y el bus pitando, dando vueltas. Recuerdo ver a mi madre, mi padre, hermano y mi cuñada y mis amigos corriendo alrededor de la fuente super contentos. Fue una alegría inmensa”.

Una recompensa “merecidísima”

También en la defensa fue y es todavía esencial Elena Pavel, a quien “nunca se me olvidará esa final. Cada vez que veo resúmenes de este partido se me ponen los pelos de punta”. Tiene grabado en la cabeza cómo tras eliminar al Atlético de Madrid se quedó con sus compañeras a ver el duelo entre el Valencia y el Barcelona, momento en el que salió el comentario “si le gana el Valencia al Barcelona, esa copa es nuestra y así fue: “Fue nuestro año. Trabajamos muchísimo estuvimos junt@s y la recompensa fue merecidísima”

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Antes de la final, la futbolista rumana reconoce que había nervios, pero eran “diferentes”, porque “teníamos mucha confianza en nosotras y teníamos claro que si damos todo de cada una, podíamos hacer historia”. Es por ello que cuando Martín-Prieto se quedó sola con la portera notó “como que el tiempo se estaba parando y solo deseaba ver el balón dentro”. A este instante suma lo “difícil que es explicar con palabras lo que se siente cuando escuchas el pitido final y sabes que esa Copa era nuestra”.

“Siempre digo que nunca puedes despreciar a un adversario, siempre se tiene que jugar los 90 minutos. Nadie apostaba por nosotras, pero demostramos que somos un equipo humilde pero que con mucho trabajo y sacrificio se consiguió, el objetivo fuimos las campeonas de la Copa de la Reina”.

“Fuimos mas valientes de lo que creíamos y más fuerte de lo que parecíamos”

Ironías del destino. Cuando Emma Marqués fichó por el Sporting Huelva en la pretemporada le dijo al técnico: “Antonio, yo he fichado aquí para ganar la Copa de la Reina”. Fue el comienzo de un año “maravilloso” para ella, pues también se ganó la Copa Andalucía. “La piña que se creó que en gran parte se vio reflejada en el último tramo de la Liga y la Copa”. 

Emma resalta que desde la pretemporada se vio un equipo “con mucho hambre, con jugadoras que llegábamos con mucha ilusión y motivación”, elementos que jugaron su papel en los partidos decisivos. Uno de ellos es cuando jugaron los cuartos de final en Madrid ante el Rayo Vallecano, pues fue después de ese partido cuando “cada una de nosotras nos dimos cuenta de qué esa Copa tenía que ser nuestra.  Se demostró la entrega y lucha. No dábamos un balón por perdido”.

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En su caso los nervios no entran en juego nunca y tampoco fue distinto el día D. “He vivido muchos partidos importantes, pero sí quizá sea el que más”, afirma. “Siempre he sido una jugadora muy fría en el campo. Minutos antes de jugar cualquier cita, se me olvida lo que me estoy jugando. Pienso que es un partido más y que cada día gracias a Dios tenemos una nueva oportunidad. Nunca pienso es hoy y sólo hoy. Evidentemente al llegar a una final todo se decide en ese partido, pero debo ser afortunada, porque controlo bien ese nervio que te puede jugar una mala pasada”, dice describiéndose.

“Cada pasito que dábamos y era victorioso, nos poníamos la música y lo dábamos todo para soltar adrenalina y risas. Cada paso logrado para nosotros era ganar la Copa, una alegría inmensa”, revive Enma, a quien nombrar la Copa de la Reina de 2015 significa transportarse “al autobús ese en el que pasábamos día y noche viajando por todas España, horas y horas, durmiendo como fetos”. De ahí saca un momento gracioso. “No recuerdo quién fue en el autobús que dijo en alto camino de Madrid para jugar los cuartos: chicas si logramos la Copa nos tatuamos todas la fecha y entre risas todo el equipo dijimos venga, sí. Luego muchas nos acordamos y casi la totalidad del equipo se tatuó”.

También recuerda, ya en Melilla, el momento en el que compartían comedor con el Barcelona, el Atlético de Madrid y el Valencia. Era buffet libre, pero  ahí jugaba su papel el nutricionista, Pablo López. “Teniamos la obligación de pasar antes de sentarnos en nuestra mesa por la del cuerpo técnico y enseñarle a nuestro querido Pablo lo que llevábamos, que nos daba el visto bueno o quitaba algo de comida si correspondía. Todas cumplimos nuestra labor”. Y es que “sabíamos que los pequeños detalles para nosotras eran fundamentales y medíamos todo a la perfección para lograr ese reto”.

Para ella la Copa es “tener a gente de mi lado luchando unidas por un mismo objetivo dando el máximo y siendo conscientes que hay partidos que no todas tienen su día, reconocerlo rápido en el partido y saber que hay que dar más por esa compañera en particular, pero en resumen fuimos mas valientes de lo que creíamos y más fuerte de lo que parecíamos”. Y a esta rotunda afirmación, añade un deseo que espera cumplir: “Ojalá podamos hacer un reencuentro de todas en algún momento de nuestra vida y poder revivirlo”.

“Algo muy difícil de explicar”

Anita Hernández, otra jugadora de larga estancia en Huelva y ahora perteneciente al Betis, también afirma con rotundidad “¡Lo recuerdo todo!”, desde el momento de la clasificación hasta el momento de llegar a Huelva, a la fuente de los bomberos. “Ver a toda esa gente con el brillo en los ojos y cantándonos fue algo increíble”, valora la sevillana, que no duda en afirmar que “ese día marcó un antes y un después en la historia del Sporting. Íbamos como cenicientas del grupo y llegamos a Huelva como Reinas”.

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“Cuando un equipo tan humilde da tremendo golpe en la mesa es algo muy difícil de explicar”, expone Anita, que se traslada al minuto 70 del partido de cuartos ante el Ray, cuando “veíamos cómo se escapaba el sueño”, hasta que llegó el empate y la prórroga. “Al final ganábamos 4-2 y con eso el billete para Melilla”.

La pauta se repitió, pues en semifinales ante el Atlético de Madrid “pasó lo mismo. Empezamos perdiendo. Llegó el empate, otra prórroga y finalmente los penaltis y contra todo pronóstico... el Sporting se colaba en la final. Se me ponen los pelos de punta al recordarlo. Para nosotras ya era un sueño estar ahí”. 

Alcanzado la privilegiada oportunidad de jugar una final “estaba claro que no íbamos a dejar de pelear y correr ni un solo segundo, estábamos a un paso de hacer historia. Un equipo así de humilde podía hacer historia y la hicimos”. Tiene claro que “no me puedo quedar con solo algún recuerdo porque es imposible”.

Jenny Benítez jugó una vida en el primer equipo del Sporting, del que fue capitana y ahora es segunda entrenadora tras dirigir al filial. Quizás por ello siempre, como otras muchas compañeras, tomó conciencia de lo que significa pelear por este club en el césped y los despachos. Por eso, con la distancia del tiempo y los cambios que nunca llegaron, no duda en afirmar que “no sé si es porque no pertenecemos a un equipo masculino o porque este club es demasiado humilde, pero nos faltó apoyo y desde 2015 nuestro equipo ha sufrido mucho para mantenerse. No es justo que estemos en el olvido de las empresas e instituciones”. En ese sentido recuerda que Antonio Toledo, preocupado por lo económico, “nos cogió a Sandra García y a mí y nos dijo ¿ahora cómo vamos a Melilla? y le dijimos aunque sea remando nosotras, pero vamos”.

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“Tengo recuerdos inolvidables. Tuve unas compañeras espectaculares, que remaron y sufrieron por levantar esa Copa. Merecimos más reconocimiento. Antonio y Manoli han luchado mucho por este club y ojalá algún día puedan decir que no necesitan movernos para conseguir sponsor, que son ellos los que nos buscan a nosotros”. 

Jenny resalta que desde la victoria contra el Rayo Vallecano en cuartos “no dejamos de soñar. Conseguimos algo inédito e irrepetible porque ese primer título no se olvida nunca”. Algo que tampoco olvida es que mientras calentaba contra el Atlético se perdió el gol de Patri porque vio que el centro no iba a nadie. “Maite siempre me lo recordaba”, afirma. Llegaron entonces en esa semifinal los penaltis, que fueron “muy emotivos, todas acabamos llorando. Celebramos más la semifinal que la Copa, porque no éramos capaces de reaccionar, aunque luego perdimos la voz de camino a Huelva. La llegada fue espectacular. No sabíamos que nos había seguido tanta gente”.

En la final, hay un instante clave. “Recuerdo el último gol de Martín-Prieto y la piel se me pone de gallina. Se paró el tiempo en esa cabalgada”, afirma la futbolista, que ya tenía grabada esa fecha gloriosa antes del título. “Para mí el 17 de mayo es muy especial. Primero porque es el cumpleaños de mi madre, que años antes de conseguir la Copa de la Reina falleció”.

“La única frase que teníamos en bucle era: las finales se ganan”

Paulita, ahora en el Betis, explica que cinco años después de este logro “lo sigo recordando como si hubiera sido ayer, con la misma ilusión” y que todos los recuerdos que se le vienen a la cabeza son “magníficos”. Indica que aquella temporada, a las pocas jornadas del inicio del campeonato, “nos dimos cuenta que teníamos una unión entre todas que hacía que cada día, cada partido, cada circunstancia era cosa de todas”. Gracias a “esa piña” lograron clasificarse para disputar esa ansiada Copa de la Reina. 

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“Cuando pasamos a semifinales todas teníamos unas ganas inmensas de dar el golpe en la mesa y hacer cosas grandes con un equipo humilde”, reconoce la futbolista, que guarda “con mucha ilusión y alegría” muchas anécdotas de aquel viaje hasta la gloria. Antes de saltar al campo ante el Atlético Madrid siguieron el rito y repitieron “ese grito y esa piña que nos caracterizaba en todo momento. Teníamos claro el estilo de juego que nos inculcó Antonio e íbamos a muerte con él, sabiendo cuáles eran nuestros puntos fuertes en cada tramo del partido”.

El pase a la final fue “un sueño hecho realidad” y Paula rememora que “la única frase que teníamos en bucle era: las finales se ganan”. Con 18 años se vio en una final “un sueño que siempre he querido cumplir, rodeada de compañeras que a día de hoy son mis amigas, y con un grupo de personas digno de admirar”.

Para ella lograron ganar la Copa de la Reina “gracias a la identidad de este equipo de lucha, sacrificio, unión y fuerza”. “El pitido final del árbitro lo tengo grabado en la mente, no me lo creía... estaba cumpliendo un sueño”, rememora.

Virgy, ahora en las filas del Sevilla, como Sara Serrat y Maite Albarrán, asegura que para ella la Copa de la Reina fue “un sueño”. “Nunca me llegué a imaginar que podríamos conquistar un título y con el Sporting de Huelva”. Indica que se clasificaron las octavas en liga para acceder al torneo copero y que “a priori éramos la cenicienta, pero con muchísimo trabajo y sacrificio demostramos que en el fútbol no todo está dicho. Somos el claro ejemplo de que si trabajas y te esfuerzas y todo el equipo tiene una idea de fútbol, pues hicimos lo mejor posible lo que Antonio quería, eso da sus frutos”.

Recuerda los partidos “como si los hubiera jugado ayer mismo”. Disputó todos los encuentros de titular y muchos minutos. Ante el Rayo en cuartos vivieron “una prórroga infinita”, pero durante todo el tiempo “creíamos que podíamos ganar ese partido y al final lo hicimos para llegar a las semifinales en Melilla, algo impensable”. El siguiente esfuerzo fue llegar allí. “Tuvimos muchísimos problemas para conseguir dinero. Antonio y Manoli se movieron para conseguir el máximo apoyo y menos mal que un amigo del club que vivía allí nos echó una mano para lavar las equipaciones”. 

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La semifinal ante el Atlético de Madrid fue un partido “muy sufrido”. Tras adelantarse el conjunto rojiblanco, Patri hizo el 1-1 con “un golazo” y disputaron una nueva prórroga a la que “no sé cómo llegamos vivas porque veníamos de otra con el Rayo”. Sin moverse el marcador, se llegó a los decisivos penaltis. “Antonio preguntó quién estaba preparada. Yo di un paso adelante junto a Patri, Elena y Anita y faltaba una quinta lanzadora. Ahí hubo dudas. Paulita quería pero era muy jovencita y Jenny le dijo que se lo pensase bien, que tenía muchos años por delante y al final fue Joyce. Nuestra gran Sara paró el lanzamiento a Amanda y nosotros marcamos los cinco”. 

Llegó al vestuario “llorando a lágrima viva” y llamó a su madre, que estaba trabajando. “Ella se creía que me había pasado algo. No arrancaba de a decir ni una palabra de lo emocionada que estaba. Soy muy futbolera y era algo que ni me imaginaba, que podíamos llegar a una final de la Copa de la Reina”. Lamentó que al ser la final en Melilla  no había muchos medios para ir con toda la afición y familia. “Los vuelos eran carísimos y había que sacarlos de un día para otro y vino menos gente de la que nos gustaría y me da pena de que en ese momento tan importante mi familia no pudo venir”. Además la retransmisión de televisión llegaba entrecortada. “Me da pena que no tuvo la repercusión que tiene ahora”, indica Virgy, que no obstante, subraya que “Melilla queda grabada en mi vida y el Sporting dejó una huella grandísima en mí”.

“En aquel equipo íbamos todos a una y por eso conseguimos el título. Seguíamos el mismo camino junto a Antonio Toledo y por eso eliminamos a esos tres grandes equipos, que a priori eran superiores por clasificación, plantilla y presupuesto”, destaca la futbolista cordobesa, que sobre la final, expresa que tenían “la esperanza de que el partido se iba a decantar a nuestro favor” y no vivir nuevamente una prórroga. 

“Estábamos creando mucho peligro a la espalda de la defensa con jugadoras rápidas como Martín-Prieto y Joyce. Yo jugaba de enganche y en ese partido le di dos asistencias a Martín-Prieto. Cuando marcamos el segundo dije esto no se nos escapa y es imposible que la Copa no se venga para Huelva”, recuerda sobre un día “muy feliz, maravilloso e inolvidable”. Tampoco se le olvida el recibimiento multitudinario en la capital onubense. “Había muchísima gente, muchísima alegría y es algo que nunca se olvidará. Fue un hito histórico y es muy difícil que se vuelva a repetir”, sentenció. 

Como antes mencionaba la presidente, la anécdota de la Copa fue la de las tarjetas del Hotel. “Alguien le dijo a la gente del Hotel que tanto nosotras como el Valencia no seguíamos, por lo que fuese, y al llegar no podíamos entrar en las habitaciones. Nos daban por eliminadas. Imagínate nuestras caras y las del personal del hotel, aunque no era culpa suya. Nadie daba un duro por nosotras. Al final se fueron el Atlético y el Barcelona. Es algo que siempre recordamos”, describe aún impactada. 

Sandra Castelló no tiene duda de que el 17 de mayo de 2015 “significó y significará el momento más bonito de mi carrera deportiva”. También tiene muy presente que previamente tuvieron que disputar tres prórrogas. No le cuesta situarse al momento anterior a la primera de ellas. “Tengo guardada la imagen de todas nosotras tumbadas en el suelo detrás de los banquillos, con las piernas en alto para recuperar y dándonos masajes para poder estar lo mejor posible. Sabíamos que iba a ser muy duro, pero teníamos mucha confianza en nosotras de que podíamos sacar el partido”. 

“Todo eran nervios, pero con mucha confianza en nosotras mismas. Fuimos un equipo tanto dentro como fuera del campo y tal bloque nos permitió conseguir lo más esperado, la Copa de la Reina”, valora Castelló, que reconoce fue en la final donde más sintió los nervios. “Sufrimos muchísimo, incluso estuvieron a punto de empatarnos en varios ocasiones en los últimos minutos, y ya estábamos imaginando otra prórroga más... pero, finalmente llegó el momento esperado, ese pitado final del árbitro”.

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Relata que cuando terminó el partido “me emocioné como nunca lo había hecho, por llegar a ser campeonas con tanto esfuerzo y sacrificio”. Y más emotivo fue cuando subieron a recoger la Copa. “Nos fuimos poniendo una a una en el palco a la espera de levantar el trofeo. No olvidaré ese momento por muchos años que pasen”.

Leyre Serrano, delegada del Sporting, para del momento en el que lograron la ansiada permanencia que, sin lugar a dudas, era el objetivo del equipo aquella temporada, pero siguieron luchando y se clasificaron para jugar la Copa. “Íbamos a la fase con la ilusión de jugar pero sin objetivo de ganar, ya que lo veíamos muy lejos para un club tan humilde”, indica y recuerda que en el sorteo previo “todos los equipos querían jugar contra nosotras (nos verían un rival fácil)”. Pero lo que otros no sabían es que “este equipo era un piña, que se dejaba la piel por el azul y blanco y que ellas, el cuerpo técnico y la directiva sí creían que podían llegar muy lejos”. Es entonces cuando “empieza el cuento de la cenicienta que se convierte en reina que todos sabéis”.

El día antes de la final tuvo su odisea. condujo de Huelva a Sevilla a las siete de la mañana, cogió un tres hasta Málaga y un ferry a Melilla para llegar a las 23.00 horas. “Todos los mareos que sufrí en ese trayecto en barco se convirtieron en lágrimas de alegria cuando mi a mis compañeros del cuerpo técnico. Y al día siguiente allí estaba, desayunando con las que iban a ser campeonas de la Copa de la Reina”.

“Éramos un manojo de nervios todos. Nos montamos en el bus hacia el campo y el trayecto se hizo eterno. Cuando llegamos, las jugadoras se concentraron en sus sueños y los demás empujamos para ayudar a remar”, describe Leyre, que admite que aunque comenzó viendo la final en el campo junto a la presidenta, “tengo que confesar que no terminé el partido allí porque no podía contener la alegría y mostrar la pasividad que un palco requiere, así que me fui”.

A esa incapacidad para reprimir la euforia le dio rinda suelta cuando el árbitro pitó el final. “Recuerdo cómo salté una valla y me metí en el campo. Todos llorábamos. Busqué a Antonio y a mis compañeros del cuerpo técnico. Y entonces todos nos fundimos como lo que éramos, una piña”. “Nunca se me olvidará cómo subíamos a recoger nuestro premio a la humildad y a la constancia”, resalta, así como “el éxtasis de alegría y emoción que sentí ese día. No se me borrará de la mente como ese día todos miraban al Sporting de Huelva con incredulidad pero a la vez admiración”.

Soy de esas personas que hablan aceleradas, que les gusta inventar para crear su propia obra, que siempre están haciendo algo, que guardan una historia que contar y que siempre tienen algo por lo que luchar. Y aquí te cuento mi historia. Era un 17 mayo del año 2015. El equipo aún estaba saboreando y asimilando la victoria de semifinales. Andábamos lejos de nuestra afición y familiares, los nervios a flor de piel, las ganas por salir al campo, minuto 94, pii pii piiiiii, final del partido, CAMPEONAS DE LA COPA DE SU MAJESTAD LA REINA. Pero que rápido se resume todo y cuánto cuesta llegar hasta ahí, ¿no?

Nuestro objetivo se cumplió el día que nos clasificamos como el último equipo que cerraba la clasificación para disputar la Copa de la Reina. A partir de ahí, te cuento el secreto. El grupo comenzó a combatir cada partido como si del último se tratase, porque en teoría así debía ser, éramos la cenicienta de la competición. Pero a nosotras nos gustaba más la práctica que la teoría. Rompimos con las estadísticas, para ganar nuestro primer partido.

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Nos dirigíamos a Melilla a jugar la fase final. No lo podíamos creer pero allí estábamos. Dicen que no se puede disfrutar aquello que no estamos dispuestos a perder, y nosotras estábamos dispuestas y expuestas a perderlo todo intentado lograr algo grande en lo que nos apasionaba, el fútbol. Lo conseguimos!!!, conseguimos derrotar al gigante y plantarnos en la gran final.

Estábamos en una nube, teníamos la jornada libre antes del gran partido. Yo creo que Melilla nunca ha estado tan bonita como aquel maravilloso día. Visitamos cada rincón de la ciudad, echábamos fotos, reíamos, comíamos, recordábamos el partido anterior y ¿por la noche?... por la noche, soñábamos. Sabíamos que el final sería la suma de lo existente (éramos finalistas) más lo imaginable (¿y si ganamos?).

Que cierto es que la gente apasionada duerme poco. Todo amante, o madruga, o trasnocha, así que te puedes imaginas lo que yo dormí esa noche... Llegoó el gran día. Teníamos claro que la victoria sería una consecuencia que no estaba en nuestra mano de algo que si lo estaba: el esfuerzo, el sacrificio, el empeño y el corazón. Sabíamos que de nuevo andábamos expuestas a perder, a no conseguir algo de lo que estábamos tan cerca, y que seguramente, ninguna de nosotras volveríamos a encontrarnos en esa situación.

Fue entonces cuando nos dedicamos a emplear más fuerza en ganar que en no perder, siendo esa filosofía la que nos hizo engrandecernos como equipo ese maravilloso 17 de mayo. ¡GANAMOS!

A veces, aún escucho decir: la suerte que tuvo ese equipo cuando ganó la Copa de la Reina. Entonces es cuando yo les miro, guardo silencio, sonrío y pienso, lo que no sabéis es que la suerte es lo que sucede cuando la preparación y la oportunidad se encuentran y se fusionan.

... ¿Y si se repite? Soñar tan alto que dé hasta vértigo. Recuerda que al principio te dije que siempre tengo algo por lo que luchar.

El secreto, es el sacrificio.

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