GRAN TEATRO > 'FEDRA'
Afrodisiacos
Artemisa y Afrodita no se llevaban muy bien que digamos. Son dos maneras de entender la vida, y obviamente todos nos sentimos más cercanos a las pasiones y el desenfreno que puede representar la diosa del amor, pero el amor verdadero, ya me entienden. En última instancia, quién no prefiere ser afrodisiaco.

Artemisa se quedaría para unos pocos, entre ellos Hipólito, de quién Eurípides narró sus desventuras y sobre sus conservadas líneas Bezerra ha compuesto una obra en la que se exculpa, aunque no hiciera falta, a Fedra, la madrastra del chaval modosito, de estar más caliente que los palos de un churrero. Se podría haber cantado de otra forma a la vida, a la manera de entender la vida según Afrodita, pero se ha ido más a la moda dibujando a una Fedra que enarbola el estandarte de la libertad sexual. Para interpretar a este personaje tan actual, nada mejor que un rostro conocido de las revistas del corazón y de la televisión, la hija de la Faraona, nada menos.

La obra es plana y aburre las más de las veces, pero el público, cuando una actriz tan conocida le mira de frente gritándole cuatro verdades, rompe en aplausos y la obra sigue. Tiene momentos meritorios, indudablemente, e incluso va a más a lo largo de su desarrollo, pero ir a más en semejante planicie inicial, no se puede decir que sea subir el Tourmalet sino como mucho la cuesta del Carnicero en un velomotor.
Poseidón, que ya sabemos cómo se las gasta, hace naufragar la barca que maneja Hipólito para abandonar la isla de Teseo, su señor padre, injustamente también enfadado con el muchacho. De modo que Hipólito muere mientras Fedra, encarnada por Lolita, en esta versión, no se suicida, suponemos que por exigencias del guión, o por explicar al público la mala leche que tiene la hembra y lo mentirosa que es, porque la putada a quien ha rechazado su amor, se la hace y de qué manera.

Una escenografía muy efectista, sugerente y poderosa a veces, es la única ayuda en un escenario prácticamente limpio. El mínimo utillaje es acompañado por un vestuario que en los primeros compases hacían pensar en una Fedra futurista, pero no, era la de toda la vida. Encantados de ver a Tina Sainz sobre el escenario, aunque un texto sin chispa y por lo demás un mito harto conocido, no eran propicios para que los actores se lucieran, histrionismos en busca del aplauso incondicional al margen. Poca cosa.
Fedra, en versión de Paco Bezerra del Hipólito de Eurípides. Dirección: Luis Luque. Escenografía: Mónica Boromello. Iluminación: Juan Gómez Cornejo. Música: Mariano Marín. Vestuario: Almudena Rodríguez Huertas. Video escena: Bruno Praena. Intérpretes; Lolita Flores, Juan Fernández, Críspulo Cabezas, Michel Tejerina y Tina Sáinz. Fotografías: Pentación Espectáculos.
Gran Teatro de Huelva. Aforo: 640 localidades (Lleno); 24 de mayo, 2019. Sonaron algunos móviles, pero el público en esta ocasión reprendió a quien le sonó en varias ocasiones, curiosamente en momentos de máxima tensión sobre el estrado.