En el bloque de enfrente
Un pederasta que debía estar en la cárcel vive frente a su víctima
10.21 h. Condenado a dos años de prisión por abusar sexualmente de la niña y, al menos, a otro más por quebrantar la orden de alejamiento, la justicia permite que viva enfrente de la menor, que tiene ahora 11 años.

Enfrente de su ventana. Así tiene una menor a su agresor sexual, condenado a dos años de prisión por los hechos, aunque aún no haya puesto un pie en prisión, tal y como denuncia la familia de la menor y ha confirmado la abogada.
Tal y como publica este miércoles el periódico EL MUNDO, apenas una carretera separa las dos viviendas, en el barrio del Torrejón. El pederasta -hay que llamarlo así, porque existe una condena y él mismo se mostró conforme con los hechos, insiste la madre de la menor- tan sólo tiene que asomarse a la ventana para ver a la niña, que vive a escasos metros. Tuve que cambiar la orientación de la cama de mi hija para que no fuese lo primero que ve cuando se levanta por las mañanas, explica la madre, que prefiere mantenerse en el anonimato para evitar que identifiquen a mi niña.
Según el relato de la madre, fue ella misma la que descubrió estos abusos cuando su hija tenía ocho años -ahora tiene 11-. A él, cuñado de su marido lo tenían acogido en su casa. La madre llegó una tarde pero él no se percató, y entonces lo presenció todo. Me quedé bloqueada y estuve a punto de desmayarme. No se lo dije en ese momento a mi marido porque temía que hiciese una locura. Esperé a estar en Huelva, donde volvíamos a los pocos días; le pregunté a mi hija y se lo conté a mi marido. Desde entonces venimos sufriendo un calvario. Denuncian que el agresor no sólo no ha puesto un pie en prisión, sino que además quebranta sistemáticamente la orden de alejamiento que le prohíbe acercarse a menos de 100 metros de la niña o de sus padres; una orden según la cual, de hecho, no debería vivir donde vive.
J. V. C. fue condenado en 2012 a dos años de prisión y a libertad vigilada durante seis años siguientes al cumplimiento de la pena de prisión, con prohibición de aproximarse a la víctima y a sus padres y de comunicarse con ellos por cualquier medio durante dicho plazo. Tal y como ha señalado a EL MUNDO la abogada de la acusación, María Teresa Largo, pese a que esta primera pena no lo obligaba a entrar en prisión, en los últimos meses ha acumulado otras por quebrantamiento de la orden de alejamiento, por lo que ya debería estar en la cárcel. Eso es lo que venimos exigiendo, pero la saturación de la Justicia hace que se den situaciones tan inverosímiles como ésta.
La madre de la menor ha denunciado que la situación es insostenible, pues el caso ha dividido a la familia -hay gente, hermanos de mi marido que, pese a las sentencias, no nos ha creído- y los enfrentamientos son continuos.
Además de la situación en la que se ve obligada a vivir la niña. Mi hija quiere hacer lo que hacen las demás niñas de su edad. Me pregunta que por qué no la dejo ir al cole sola, como hacen ellas, y está angustiada porque piensa que vivimos en un barrio peligroso. Un barrio que aún no han abandonado porque no tienen recursos; aunque llevo un tiempo tratando de vender la casa para poder irme.