Indesinenter
La primera vez que oí la palabra indesinenter fue en la voz del cantautor valenciano Raimon, quien había musicado un poema del mismo título del Salvador Espriu. Cualquiera que me haya seguido habitualmente sabrá de mi profunda admiración por ese poeta catalán a causa de las penetrantes reflexiones que de forma simbólica o no hace de cuestiones como la muerte, pero también de circunstancias sociales y personales
En concreto, en Indesinenter el autor cuenta la historia de un hombre prototipo de la Cataluña y la España del momento (1967) que ha dejado de ser persona para convertirse en perro, lacayo por “el halago del vientre”, que lame la mano que le ha sujetado al fango. El individuo, hecho figuradamente perro, se agacha bajo los látigos no recordando que él tiene la razón. La conclusión del poema y punto álgido del mismo en un canto colectivo a la propiedad que el hombre humillado tiene de los elementos y una proclama a la autoafirmación, “salvado en pueblo, ya amo de todo, no perro servil, sino el único señor”, dice Espriu.
Por supuesto, invitaría a todos los lectores a examinar ese poema, en versión original o en castellano. La importancia del mismo se evidencia en ese momento final en el que muestra la necesidad de que el hombre (la persona) sea hombre por encima de todas las cosas y que aunque sea necesaria su salvación en colectividad, la aspiración última es convertirse en “el único señor”. Se trata de una exaltación de la individualidad sin despreciar la solidaridad necesaria; supone el desembarazamiento de los miedos que evitan que seamos nosotros mismos por encima de cualquier otra cosa y la exigencia de revelarnos contra cualquier intento de otros o de nosotros mismos de permanecer en el fango de la opresión o de los prejuicios. Invita al levantamiento contra poderes establecidos, políticos, sociales o morales que nos convierten en lo que no somos ni queremos ser.
De las tres columnas que mantengo activas, El Laberinto, Las Horas e Indesinenter, esta última es la más reciente pero sea quizás aquella cuyo título más me identifica por mi profundísima fe en el individuo que ha llegado a ser persona, que se ha librado “de la áspera mano que lo ha sujetado al fango”. Por supuesto hay una gran diferencia entre ser humano y persona ya que lo segundo exige un esfuerzo de autoconstrucción después de la experiencia de no reconocerse en el hombre masa del que hablaba Ortega y Gasset. Además, ese único señor espriusiano es un personaje en continua construcción, que se sabe inacabado, perfectible pero capaz de alcanzar la autosuficiencia necesaria.
Indesinenter es un adverbio latino que significa sin parar, incansablemente, como debe ser el trabajo de construcción personal a lo largo de toda la vida o la lucha contra las estructuras injustas de poder o los moldes sociales castrantes. Pero además, yo lo hago extensivo a mi propia actividad de conciencia pública en el sentido de seguir diciendo aquellas cosas que creo que debo exponer ante los ciudadanos que quieran leerme. En ese sentido, actuaré incansablemente -como siempre he hecho-, en la crítica de lo que entiendo injusto, propondré soluciones a aquellos problemas que las tengan y estaré con las causas que crea razonables y justas sin perder mi libertad de conciencia ni mi esencia de librepensador.