El cinismo europeo

Hasta hace unos años, una de las asignaturas que enseñaba en la Universidad de Huelva era Economía de la Unión Europea. En esta asignatura, que ya no se incluye en los planes de estudio, se analizaba el proceso de creación de la UE, el funcionamiento de sus instituciones y las características de la economía europea. Como profesora siempre intenté trasmitir a mis alumnos la importancia crucial que la entrada en la UE tuvo para España y cómo este hecho ha marcado de forma determinante (y positiva) la evolución reciente de la economía española.

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La Europa de los últimos años no tiene mucho que ver con el ideal europeo que estudiábamos en clase. En el temario analizábamos una Europa preocupada por las desigualdades sociales, cuyas políticas clave eran la Política Agraria Común y la Política de Cohesión, que tenían por objetivo facilitar el enriquecimiento de las regiones más pobres para acercarlas al nivel de renta y riqueza de los países más ricos de la Unión. También estudiábamos que entre las preocupaciones de Europa se encontraba el respeto a los derechos humanos, a las minorías, el cuidado de la infancia y del medio ambiente y el bienestar de los ciudadanos. Para las instituciones europeas era muy importante la participación ciudadana, que se manifestaba no sólo en las elecciones al Parlamento Europeo cada cinco años, sino en un pretendido diálogo constante con la ciudadanía.

¿Qué hay en la realidad de todo eso?  Si observamos los hechos, podemos concluir que lo más característico de la actual Unión Europea es su enorme cinismo. Un primer ejemplo. Hace poco, la comisaria europea de Interior, Cecilia Malmström, se quejaba de la actuación de la Guardia Civil que desembocó en el fallecimiento de quince inmigrantes que intentaban llegar a Ceuta  a través del mar. Por supuesto que es un tema que hay que investigar y encontrar responsables, pero la comisaria podría haber empezado identificando al primer culpable, que es la asesina política migratoria europea que ha dejado en manos de Marruecos y España la indigna labor de impedir que personas desesperadas entren en Europa, sin importarles lo que éstos hagan para conseguirlo. La comisaria señaló que lo ocurrido “es totalmente inaceptable” y que “hay señales de que la normativa europea ha sido violada”. Estoy de acuerdo pero, ¿no es inaceptable también no dar visados en origen en los países subsaharianos? ¿O la política comercial europea que dificulta que los productos africanos se vendan en nuestros mercados? ¿Qué dice la normativa europea sobre dejar la política migratoria en manos de la policía marroquí y de Fernández Díaz y sus concertinas “disuasorias”?  

En menos de dos meses tenemos que votar a un Parlamento inoperante, que actualmente sirve para poco más que como retiro dorado para políticos que resultan incómodos o poco útiles en sus países de origen. Yo no conozco a nadie que tenga el más mínimo interés en estas elecciones, ni siquiera el Partido Popular español, que a estas alturas no ha designado todavía un candidato para encabezar las listas. El parlamento Europeo es tan inoperante que, a pesar de haberse mostrado en varias ocasiones poco favorable a la política de austeridad europea, no por ello se han dejado de aplicar los recortes a los países europeos rescatados. ¿Cómo pretenden entonces que a alguien le interesen los resultados de las elecciones, si la ciudadanía no ve la utilidad de su parlamento?

La política de austeridad que la Unión Europea ha llevado a cabo desde mayo de 2010 está dejando media Europa sumamente empobrecida y endeudada, mientras que la otra mitad, con Alemania en cabeza, la mira con recelo, pensando que son unos vagos que viven a su costa. El mayor ejemplo se puede encontrar en la noticia que recientemente saltó a los medios de que Alemania se planteaba expulsar a los inmigrantes comunitarios en paro, lo que podría entrar en contradicción con una de las máximas del mercado común europeo, el libre tránsito de personas. 

El respeto a los derechos humanos, la protección de la infancia y el bienestar social son objetivos que han quedado en papel mojado. En la realidad lo que toca es bajar salarios para ser más competitivos, reducir las pensiones porque hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y renunciar a la sanidad y a la educación públicas porque no podemos pagarlas. Sinceramente, me alegro de no tener que impartir más la asignatura Economía de la Unión Europea porque no podría explicar esta cínica Europa en la que cada día resulta más difícil creer.

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