El runrún: ¿Cuánto cuesta agredir a un guardia civil?

Vayamos a casos concretos, como el que le ha ocurrido a un agente de la Guardia Civil de Huelva, que resultó lesionado en el transcurso de una detención, en la que a consecuencia de la resistencia y violencia del delincuente, el agente en cuestión y sus compañeros tuvieron que reducir al arrestado.  Antes de reducirlo, el individuo en cuestión profirió insultos y amenazas de muerte a los guardias, se resistió con fuerza y finalmente tiró al agente al suelo. La consecuencia, una lesión por la que el guardia tuvo que estar de baja unos 100 días y que le ha dejado secuelas durante un tiempo. La agresión pasó por los juzgados tras una reclamación, llevada por los servicios jurídicos de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC), y el autor finalmente ha sido condenado por varios delitos, a saber, amenazas, atentado a agente de la autoridad y lesiones. Bien pues esos delitos, incluidas las lesiones, cuestan poco más que 6.000 euros, eso es lo que vale amenazar y atentar contra un miembro de las Fuerzas de Seguridad. No es de extrañar que los representantes de los cuerpos policiales pidan más seguridad.

Vox vuelve a sufrir a los intolerantes. Desde su fundación, Vox, como cualquier otro partido situado en uno de los dos extremos del arco político, se ha caracterizado por no dejar indiferente a nadie. La pasión con que sus partidarios defienden el ideario propio sólo puede compararse al rechazo que provocan en quienes se encuentran frente a ellos políticamente. No es la primera vez que este partido tiene que soportar cómo atacan su sede o, mucho más grave, cómo alguno de sus miembros es señalado en su propio domicilio con pintadas insultantes. Es el caso del concejal del Ayuntamiento de la capital Wenceslao Font, que el año pasado vio cómo unos desconocidos escribían con spray la palabra “fascista” ocupando toda una pared del portal de su casa, al igual que en el exterior del edificio. En este caso ha vuelto a ser la sede de la formación de derechas el blanco de los intolerantes, que se vacían de argumentos al practicar precisamente lo que ellos critican de Vox, la intolerancia. Esta vez los atacantes han dejado en la luna del local ubicado en la calle Rábida un batiburrillo de mensajes donde mezclan proclamas nacionalistas andaluzas con un toque ‘retro’ en la firma, al identificarse como el Frente de Hierro (en alemán, Eiserne Front), que fue una organización paramilitar antinazi de la época de la República de Weimar, allá por los años veinte del pasado siglo. Al margen de la torpeza que supone confundir o equiparar derechismo y fascismo –del que poco han leído y menos aún conocido–, si con estas acciones los autores pretenden socavar el apoyo popular que el partido de Abascal tiene en la sociedad española –Huelva incluida–, deberían saber que los libros de Historia apuntan en otra dirección.