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El runrún: ¿Se acabaron los funerales en los tanatorios?
Pocos aspectos de nuestra vida en comunidad han evolucionado tanto de unas décadas a esta parte como los usos sociales en torno a la muerte, un trance por el que, tarde o temprano, todos hemos de pasar. Los tanatorios, principalmente en las grandes ciudades, han tenido mucho que ver en este fenómeno. A la Iglesia le preocupa... y ya ha tomado medidas.

Poco tiene que ver ya el rito funerario que aún está de plena vigencia en gran parte de la España rural con este otro, el que gira en torno a los tanatorios. Estos edificios son ya imprescindibles en las capitales y cada vez en más lugares donde hasta hace poco era inconcebible que un velatorio tuviera lugar en otro sitio que no fuera la casa del propio difunto. El ritmo de vida de las grandes urbes no se detiene ni siquiera ante algo tan definitivo como la muerte y cuando fallece alguien cercano, la costumbre sigue siendo acompañar a la familia en ese último adiós. La comodidad que supone disponer de estos centros a las afueras de las ciudades —para no tener que acudir a casa de quien atraviesa por esa circunstancia o, simplemente, para no perder tiempo buscando aparcamiento—, está fuera de toda duda. Las facilidades son tantas que también se han convertido en un lugar preferente para celebrar el funeral de cuerpo presente. Y es aquí donde empiezan los problemas. Según hemos podido leer en el Diario de Sevilla, el arzobispo de la Diócesis no está dispuesto a que las parroquias queden marginadas en un momento tan trascendental de la vida religiosa del católico y no autorizará que las exequias tengan lugar en la capilla de los tanatorios. Salvo contadas excepciones —y contando con permiso explícito del vicario de la Diócesis— estas capillas sólo podrán acoger responsos y una misa común por los difuntos de cada jornada. Y quien quiera una misa como Dios manda, ya sabe que no le quedará otra que celebrarla en su parroquia. De momento, el anuncio solo concierne a territorio sevillano; sin embargo, dado que la Iglesia no suele tomar decisiones de este tipo de manera aislada en cada una de sus circunscripciones, no parece descabellado pensar que esta medida tarde o temprano también llegará a nuestra provincia. ¿Debería ser la autoridad eclesiástica más comprensiva con las costumbres de los fieles o quizá ésta es la única forma de conseguir revitalizar y dar más ‘ambiente’ a las parroquias urbanas? El debate está servido.

La campeona rociera. Seguimos en capilla para contar como una de nuestras embajadoras más importantes ha inaugurado una tradición que esperamos tenga continuidad en el tiempo. Carolina Marín, que acaba de visitar en loor de multitudesla capital que la vio nacer, hizo un hueco en su agenda para acercarse hasta la aldea del Rocío y ofrecer sus medallas a la patrona almonteña. Acompañada de su familia y del presidente de la Hermandad Matriz, Juan Ignacio Reales, la bicampeona del mundo explicó en el santuario lo que la mayoría de admiradores de la onubense ya saben: que su devoción por la Virgen del Rocío le hace tenerla presente en todas sus competiciones.

Un curioso olvido. Si a cualquier aficionado al fútbol de nuestra provincia se le pregunta por algún importante jugador de la localidad de La Palma del Condado, la respuesta será prácticamente unánime: Miguel Pardeza. Fue internacional con la Selección absoluta, componente de la mítica 'Quinta del Buitre' —el único que no era de Madrid— y jugó no sólo en el equipo de Chamartín, también en el Real Zaragoza. Por eso, nos ha parecido anecdótico que en la información del Ayuntamiento palmerino sobre el acto donde fue homenajeado Vicente del Bosque, nombrándole capataz de honor de la Fiesta de la Vendimia, se recogieran unas palabras del alcalde, Manuel García Félix, donde no nombró a Pardeza al referirse a importantes jugadores de fútbol palmerinos. En cambio, si se destacaron otros que llegaron a vestir la elástica de la selección andaluza, como Juan y Ale Alfaro, Curro Sánchez y Julián Roales.