FESTIVAL CASTILLO DE NIEBLA

'Quejío'. Homenaje a Távora

Tras los años de autarquía que siguieron a la guerra civil española, y la primera apertura (de piernas) al exterior, con la llegada de las bases americanas y un mínimo capital extranjero que contribuyó a una tímida industrialización de España, se sucedieron en una sola década dos momentos cruciales, uno a mediados de los años sesenta, con un indudable auge económico traducido en lo que se conoció como el baby boom, y otro a mediados de los años setenta que coincidiría con la muerte del dictador. Fue en este preciso instante, en los convulsos primeros años setenta, cuando surge la voz firme, libre y potente de Salvador Távora.

'Quejío'. Homenaje a Távora

Huelva24

Huelva

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Es el momento de Quejío, que para entenderlo hoy, nada menos que cuarenta y cinco años después, no sólo hay que verlo como lo que es, una prospección arqueológica, sino que es menester descontextualizarlo precisamente de aquellos tiempos tan convulsos e intensos, cuando la visión de los braceros andaluces poco menos que como esclavos encadenados y tratados como animales por el manijero, era algo que se aceptaba como figura literaria o, como en el caso de Quejío, como recurso teatral.

'Quejío'. Homenaje a Távora

En todo caso hay que recordar, también para entender qué fue Quejío, que en ese tiempo el flamenco sufrió varias intentonas de ser vehículo de expresión de la izquierda, entonces todavía marxista y revolucionaria, aunque muchos de los cantaores que se apuntaron a la progresía militante o no eran suficientemente buenos, o simplemente eran más políticos que cantaores. Salvo raras excepciones, el flamenco continuó, o más bien empezó por aquellos años, a tomar cuerpo y dejar de ser un arte marginal, refugiado en tablaos, tabernas de mala nota con reservaos o fiestas de señoritos en los que los artistas flamencos eran mero adorno en el desenfreno de unas casposas élites económicas que, hay que ver lo que hemos evolucionado, eran nada menos que quienes dominaban el cotarro. Fue Távora, nuevamente, y otras gloriosas excepciones, como el ya desaparecido Pepe Heredia Maya, gitano por los cuatro costaos y catedrático de Literatura en la Universidad de Granada, con su Camelamos Naquerar, quienes dieron las primeras notas de calidad a una acción teatral que fue arma esencial a la hora de remover las conciencias y ganarse cada vez a capas más amplias de la sociedad para que tiraran de la cuerda, como esta que aparece atada al barril de Quejío, o como aquella estaca del anarquista Llach, hoy reconvertido en constructor de fronteras entre los pueblos, ¡quién lo iba a decir! Pero así fue la historia y así la deberemos recordar.

Parece que fue ayer cuando tirábamos de la cuerda cuatro elementos, más solos que la una, pero no, no fue ayer, fue realmente anteayer, del ayer mejor no acordarnos, porque fue el momento en el que las ideas de progreso se hicieron oficio para unos pocos y de aquellos polvos vienen ahora estos lodos que tanto nos desagradan. En todo caso habría que agradecer a Salvador Távora que nos haya hecho rejuvenecer contemplando de nuevo, y cierto es que con una sonrisa entre irónica y burlona dibujada en el rostro, aquel grito suyo atronador pidiendo justamente lo mismo que a pesar de los años, el cansancio y la enfermedad, supo gritar (que bien aprovechadas las pocas palabras que pudo ofrecer) Távora tal como gritaba antes, como gritará siempre: Libertad.

'Quejío'. Homenaje a Távora

La obra en sí, después de tanto tiempo, se ve como una reliquia del pasado, como una prospección arqueológica decíamos antes, pero también como prospección interior. Y luego vino un fin de fiesta que fue pura improvisación, como en las mejores fiestas flamencas. La Diputación de Huelva, organizadora de la muestra teatral iliplense, le hizo entrega de una máscara de soldador, lo que fue Távora y la que tantas veces se puso después para construir atrezzos y escenografías. Fue el principio de un homenaje al que se sumaron dos autobuses con gentes de su barrio. Y el homenaje más sentido para el venerable anciano que es ya Salvador Távora, cuyo nombre solo se puede pronunciar de pie (a ver cómo se creen ustedes que estoy yo escribiendo ahora, ¿sentado?) vino de la mano de su queridísima nieta María Távora, que nos hizo ver sobre el escenario no sólo que es bailaora de raza y con las mejores maneras que se puedan tener, sino que el flamenco sigue en su sitio, con las honduras muy sentidas y muy a flor de piel, pero también muy metidas en lo más profundo del alma de esta tierra jonda y sufrida que para tirar del barril, para qué contarles si ya lo saben, quita primero los adoquines de dentro.

Un placer y un honor haber estado presente en este homenaje a un grande de las tablas españolas, a don Salvador Távora, a la Cuadra y a tantos momentos emocionantes y puros que nos ha hecho vivir. Por ello, hoy y siempre, nos levantamos del asiento para decirle al maestro ole, ole por lo que has sido y ole por lo que ya por siempre serás. Gracias por todo, Salvador.

TÁVORA TEATRO ABIERTO

QUEJÍO, de La Cuadra, con letras de Salvador Távora y Alfonso Jiménez Romero. Dirección: Salvador Távora. Asistente a la dirección: Lilyane Drillon. Reparto: Jaime Burgos (guitarra), Manuel Vera Quinqualla (cante), Mónica de Juan, Juan Romero (flauta), Juan Martín (baile), Florencio Gerena (cante) y Manuel Márquez de Villamanrique (cante).

Patio de armas del castillo de los Guzmán. Niebla. Aforo: 900 localidades (Casi lleno. 19 de agosto, 2017.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia