Crítica de Bernardo Romero de la obra 'La Celestina'
Un ejercicio sobresaliente
La propuesta escénica de Atalaya, con la Celestina de fondo, se puede admirar y elogiar desde cualquiera de las especialidades del lenguaje teatral, pormenorizadamente y no terminaríamos nunca, pues tanta es la maña y los conocimientos con los que se ha construida esta excelente pieza teatral, una experiencia teatral que el viernes regalaron al espectador que llenó el Gran Teatro, los componentes de esta señera formación de faranduleros de altura, de muchísima altura.

Si en lugar de meternos en la obra, en la exacta manera de entender y ofrecer la obra que ha querido tener Atalaya, nos trasladáramos simplemente a una lección magistral de teatro, tendríamos también un resultado sobresaliente. Discurso sobre las artes escénicas o función teatral. En ambos casos, igual, un producto inmejorable, de altura como les decía antes de la compañía. Fenomenal.

Cierra Rojas el Quattrocento español mirando ya a un tiempo en el que unas formas rotundas por lo reales y precisas en su exageración, olvidan ya el renacer del hombre a la esencia de la Antigüedad clásica. Está Rojas muy lejos de lo medieval, sería cronológicamente puro Renacimiento, pero es más conclusión barroca su manera de narrar y definir un tiempo pero también la condición humana que es común a todos los siglos, a este de ahora también. Rojas da a conocer los paisajes y el paisanaje de una España que luego el siglo de Oro detallaría con minuciosidad. En Celestina están los presupuestos de algo más que la picaresca española o el atrabiliario ibérico que culminaría siglos después Valle. En esta Celestina, la de Rojas pero la de Atalaya también, está ya presente, muy presente, explícito, el Barroco.
Ya me dirán ustedes si es casual ese paraíso negro al que antes hacíamos referencia, o el ritmo cromático al compás de la certera iluminación, que nos ofrece tanta luz y tanta sombra como la más rotunda de las composiciones, de los cuadros hablando en términos escénicos, del Caravaggio, otro golfo irredento, otro genio peleado con una realidad mediocre que aplasta al que no se rebela, golpea y resiste, aunque caiga y muera.

Es tan aparentemente simple, y ahí está otro de sus valores, que a medida que los actores van desenvolviendo el hermoso regalo de la compañía, con sus movimientos, con el texto tan bien dicho, están construyendo el mejor teatro que se puede hoy admirar sobre un escenario. Teatro de verdad. Magníficos. Los actores, la iluminación, el vestuario y la escenografía que recortada sobre el negro paraíso envuelve al espectador en una ilusión tan cierta que puede introducirlo en la acción hasta acabar devorándolo. Sin estridencias, puro teatro. Extraordinarios.
CELESTINA, la tragicomedia de Fernando de Rojas.
Dirección y dramaturgia: Ricardo Iniesta. Dirección coral: Esperanza Abad y Atalaya. Escenografía: Atalaya. Vestuario: Carmen Giles. Iluminación: Alejandro Conesa. Música: Luís Navarro. Reparto: Carmen Gallardo, Raúl Vera, Silvia Garzón, Manuel Asensio, Jerónimo Arenal, María Saínz y Lidia Mauduit.
Gran Teatro de Huelva. Aforo: 640 localidades (Lleno); 1 de junio, 2018.