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Toquinho, ¡saravá!

Toquinho, con un concierto lleno de historia y clásicos de la música brasileña, hizo disfrutar al público congregado en el Foro durante la noche de ayer. Acompañado de una pequeña pero potente banda, el músico brasileño se agarró a su inseparable guitarra para seducir a un público entusiasta.

Toquinho, ¡saravá!

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Vinicius de Moraes, en la primera de sus dos míticas grabaciones en La Fusa de Mar del Plata, presenta a un joven guitarrista del que “se cuenta un cuento”. Según narra Vinicius, a este joven guitarrista, tras una tourneé con Chico Buarque, lo quiso adoptar una tal Josefine Vega, “quería un brasilerito”. De eso hace más de 40 años y el joven guitarrista, ya por entonces conocido como Toquinho, así lo llamaba su madre, es un gigante de la música brasileña y sigue siendo un guitarrista ejemplar.

A las 22.40 salía al escenario una pequeña banda, teclado, bajo y batería, que, sin renunciar a la música tropical, coquetearon con el jazz durante un par de temas. Y mientras una pianista hiperactiva y superdotada, Silvia Goes, dirigía la interpretación, dejaron el camino abierto para que desde el backstage, la guitarra de Toquinho empezara a sonar.

Poco tiempo tardó el público en dejarse ver por el foso para acompañar al brasileño, y cuando sonaba el cuarto tema de la noche, la deliciosa ‘Tarde en Itapoá’, el foso del Foro estaba ya lleno de gente. 

El músico paulista no dudó en mostrar a sus maestros, entre otras razones porque el repertorio de sus maestros es el suyo propio. Jobim, Baden Powell o Vinicius de Moraes, con el que mantuvo una fructífera relación personal y artística hasta que el de Rio de Janeiro murió, tienen un lugar destacado durante un concierto impagable y lleno de belleza. 

La presencia de sus maestros fue tal que incluso interpretó  ‘Samba da Benção’, la canción que Vinicius de Moraes compuso junto a Baden Powell para recordar a los grandes de la música brasileña, desde el viejo Pixinguinha al propio Toquinho.

Una lástima que el sonido estuviera durante todo el concierto más cerca de ser regular que de ser bueno, aunque el sonido no importo para la voz de Anna Setton. Esta joven cantante acompaña a Toquinho en esta gira y ha colaborado en su última grabación, ‘Quem viver, verá’. Quiso el brasilero que conociéramos a Setton como él la conoció, cantando una samba antigua en un “bareto” brasileño, faltó la “cachaçita” y un poco del calor de Sao Paulo. 

Parece una broma, pero de las manos de Toquinho y de su banda puede salir una interpretación de la archifamosa ‘Garota de Ipanema’ o una versión tropical de Johann Sebastian Bach, uno de sus referentes. Si bien es cierto que algunas canciones sonaron aceleradas y perdían un poco de su sabor, la música de Toquinho y de su banda suena diferente y personal, honesta y verdadera, mientras el público disfruta de un recital poco común por estos pagos.

Con Anna Setton, no hay que perderle la pista a esta chica, el escenario se llenó de una luz diferente, con su timbre sencillo y cálido. ‘Berimbau-Consolação’ o esa canción que hace tiempo nos enseño que “tristeza nao tem fim”, ‘A felicidade’, suenan sabias y eternas en la voz de una joven que nació alguna década después de que fueran escritas. 

A pesar de ser pocos en número, el público obligó a Toquinho a volver al escenario varias veces. De la mano de Anna Setton apareció el paulista en el escenario, y tras recorrer el último siglo de música en Brasil, se despidieron definitivamente con ‘A tonga da mironga do kabuleté’, una de las muchas colaboraciones con Vinicius de Moraes y que, según contó, fue una forma de librar la dictadura brasileña. Tras una noche inmensa, sólo cabía decir: “Toquinho, ¡saravá!”. 

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