Crítica > Sección Oficial a Concurso Largometrajes Iberoamericano
'De martes a martes'
La propuesta que, con su ópera prima, presenta al Festival, el director y también guionista argentino Gustavo Fernández Triviño resulta de lo mejor trabado de entre lo visto en la sección oficial de largos hasta ahora.

El título obedece a que es a lo largo de una semana (de martes…) cuando se desarrolla, prácticamente, la historia: Juan es un hombre casado y con una hija pequeña que pasa en un gimnasio de musculación el poco tiempo libre que tiene entre su puesto de operario en la fábrica, las horas extra y su trabajo nocturno como portero de discoteca. A pesar de su aspecto físico fornido y su semblante duro, tiene un fondo noble que le permite soportar estoicamente las bromas y desprecios de sus jefes y compañeros. Se mantiene lejos de los trapicheos y de los anabolizantes, contemplando cómo sus conocidos logran sus metas mientras que él sigue ahorrando para conseguir el sueño de tener su propio gimnasio. Aparte de su familia, solamente, Valeria, una adolescente que trabaja en el kiosco por el que pasa cada día, parece tenerle respeto. Hasta aquí una primera parte de la cinta, con un ritmo algo cadencioso y que nos sumerge en el universo de este hombre tranquilo, paciente levantador de pesas, trabajador concienzudo y con conciencia. Muchos primeros planos de Juan (un muy convincente Pablo Pinto) y fotografía escueta y tintada de gris. Todo hasta que, en un momento dado, Juan contempla cómo la quiosquera es violada terriblemente por un mequetrefe pervertido de clase alta e, inexplicablemente, no interviene para impedirlo (esto no se explica hasta el final de la película, así que valen cábalas). Por cierto que la escena en sí resulta espeluznante e interminable (la agresión se produce en tiempo real) y difícil de ver.A partir de aquí la cinta toma un ritmo mucho más intenso aunque contenido, no esperen ataques de furia, más bien un tono zen y que transmite el dilema moral y vital de este hombre que se ve involucrado en un problema del que debe salir de la manera más inteligente y calculadora, ya que no lo resolvió en caliente.Alejandro Awada, construye su sátiro personaje con un acierto que produce verdadera grima y Pablo Pinto borda su protagonista, al que se adhiere tanto en lo interpretativo como en lo físico. Bien llevados, junto con el notable resto del elenco, por la batuta de Triviño, quien logra colocar la cámara siempre en el punto exacto, componen un trabajo interesante. Mención especial merece la partitura de Nicolás Mayer.
