Obertura barroca
Rozando el lleno, se inauguró anoche en la Casa Colón la temporada del Otoño Cultural Iberoamericano, con un concierto a cargo de la Orquesta Sinfónica de Huelva. Todo ello con un brillante programa mayoritariamente centrado en el barroco, en el que se pudieron disfrutar obras que iban desde Mozart hasta Rossini, pasando por Alessandro Marcello y una fuga hacia el contemporáneo Ennio Morricone (amén de tres móviles de diverso pelaje…).
El director Francisco Navarro Lara aplicó con maestría su particular estilo en dirección para extraer lo mejor de cada partitura, bien secundado por un elenco de profesores que vibraron en cada nota, en una lucha feroz contra la acústica seca y hostil de la sala principal del palacio de congresos onubense.Comenzó el programa (por cierto, el de mano escueto y muy mejorable) con la Serenata nº12 K.388 para octeto de vientos, de Wolfgang Amadeus Mozart. Una obra temprana del genio de Salzburgo con la que la sección de vientos de la orquesta hizo entrar en calor a un concurrido patio de butacas, ávido ya de retomar su contacto con la música clásica y sinfónica esta temporada.Continuó con el Concierto en Re Menor para oboe y orquesta, de Alessandro Marcello, un autor desconocido para aquellos que en música no hemos pasado del ´cinturón amarillo´ y que, sin embargo fue la perla de este recital. Esta pieza, inicialmente atribuida a Vivaldi, fue motivo de lucimiento para el virtuosismo del solista al oboe Javier Serra, especialmente en el segundo movimiento (adagio) y que bien hubiera merecido un bis. Mantuvo el pulso Serra con la banda sonora de La Misión, esta notable y popular película de Roland Joffé (¿quién no recuerda el excepcional duelo interpretativo entre Robert de Niro y Jeremy Irons?). La pieza Gabriel´s oboe que anoche construyó la sinfónica onubense, sin duda, sacaría una sonrisa de satisfacción al cuasi nonagenario compositor romano.La segunda parte del concierto comenzó con la Obertura de la ópera La Italiana en Argel, de Gioachino Rossini. Una conocida pieza del género bufo en la que volvió a destacar la sección de vientos de la orquesta.Finalizó el concierto con la archiconocida Sinfonía nº 40 K. 550 de Mozart, en la que el alcanzó su momento de más fuerza. Navarro Lara consiguió de sus profesores interpretaran a la perfección esta obra maestra, con gran brío y armonía, especialmente el cuarto movimiento (finale), donde se vivió con emoción el vivaz duelo de contrapuntos en la sección de cuerdas que el director espoleaba desafiante.La nota discordante la puso la Organización: no se puede dejar entrar al público (algunos hasta tres cuartos de hora tarde y hasta el centro de la tercera fila) por muy amigo que se sea de los patrocinadores. Si se quiere que nuestra joven y prometedora Orquesta Sinfónica madure, no se le puede tratar con tanta descortesía.