crítica de 'adictos'

Cómicos

Lola Herrera también pertenece a esa estirpe de cómicos capaces de soportar con gusto las incomodidades de una gira sólo por el placer de subirse cada noche a un escenario y sentir el contacto del público

Lola Herrera y Lola Baldrich, en escena daniel dicenta herrera / ABC

César Corpa

Huelva

Algo hay en el oficio de los cómicos que los hace especiales y distintos al común de los mortales. Muchos llegaron al oficio de actor o dieron sus primeros pasos porque ya venían de familia de actores, de estirpe de actores más bien, o porque les salieron los dientes en el escenario como comentaba hace años una de nuestras grandes actrices, hija y nieta de cómicos. Ya en el año 1986 el maestro Fernán Gómez dejó constancia de ello en aquella obra maestra que fue 'Viaje a ninguna parte'. Y ahora mismo, en estos días, José María Pou deja constancia de su talento en el Teatro Bellas Artes a una edad en la que lo normal es estar felizmente jubilado, o el gran Pepe Sacristán, que a sus 86 años cada noche sigue oficiando de maestro en la Abadía de Madrid. O Héctor Alterio, que hace tan sólo unos días consiguió poner en pie al Gran Teatro y arrancar del público las «palmas por Huelva» a sus 94 años.

Lola Herrera, que como ella misma dice: «Hace muchos años que tengo muchos años», también pertenece a esa estirpe de cómicos a los que me refería más arriba. Capaces de soportar con gusto las incomodidades de una gira sólo por el placer de subirse cada noche a un escenario y sentir el contacto del público. También ella lleva en la sangre ese ADN.

Y, llegados a este punto, uno no puede dejar de sentir admiración por su forma de estar en escena, por su dominio de las tablas y, sobre todo, por su dicción perfecta y plena de matices dando vida a la científica Estela Anderson. Junto a ella, completando el elenco, dos actrices jóvenes como Lola Baldrich o Ana Labordeta que no desmerecen al lado de esa gran dama del teatro que es Lola Herrera.

La obra plantea un tema de rabiosa actualidad como es el de la inteligencia artificial. Se ha diseñado un software que se va a instalar en todos los hogares y que está destinado a convertirse, en aras de la seguridad, en el Gran Hermano depositario de toda la información. El control y la falta de libertad a la que nos conducen las nuevas tecnologías, el futuro al que nos vemos abocados después de haber renunciado voluntariamente a datos personales sobre nuestra vida, gustos o aficiones, la ingenuidad no exenta de inconsciencia con la que volcamos en dispositivos móviles o en redes sociales cantidades ingentes de información sin plantearnos siquiera a dónde van esos datos o qué destino o utilidad van a tener para quienes van a manejarlos.

Ese es el tema de la obra, una distopía sumamente interesante al tocar un tema tan sensible como este de la información. Una propuesta dramática que podría hacernos reflexionar sobre las consecuencias de nuestras adicciones a las nuevas tecnologías.

El problema es que si bien los autores, Daniel Dicenta Herrera y Juanma Gómez, abordan con esta obra un tema de urgente actualidad, se quedan en la cáscara, en lo más superficial, no entran en el fondo, no son capaces de profundizar en las múltiples implicaciones que plantea, no lo desarrollan de forma verosímil, con lo cual se convierte en algo poco creíble, tedioso y, en algunos momentos, incluso aburrido. A la función le falta chicha, sustancia, profundidad en su planteamiento y le sobra una cierta dosis de conspiranoia cuando parece que quieren entrar en materia al referirse al «censo digital», a los detentadores del poder que serían en último término los que decidirían qué sector de población sería «prescindible» para un mejor funcionamiento de la sociedad.

Me gustó la escenografía de Curt Allen Wilmer y Leticia Gañán, muy esquemática y reducida a lo más esencial, en tonos blancos y perfectamente adecuada para el desarrollo dramático de la obra. Blanco también el vestuario de las actrices, con lo que consiguen crear un ambiente futurista en el que los tres estores que sitúan en el fondo de la escena dan pie a los distintos ambientes en que se desarrolla la acción.

La dirección corre a cargo de Magüi Mira, también actriz, productora y autora teatral, y lo hace con solvencia y habilidad apoyándose en la escenografía que comentábamos antes. Es ésta una obra en la que lo que prima es el texto y por ahí vienen las limitaciones y los reparos a su labor, pero es lo que hay. A cambio y en su haber queda el haber sacado todo el partido a las tres actrices que han dado vida a la obra.

ADICTOS 'JUGANDO A SER DIOSES. de Daniel Dicenta Herrera y Juanma Gómez.

Dirección: Magüi Mira.

Vestuario: Pablo Menor.

Iluminación: José Manuel Guerra. Escenografía: Curt Allen Wilmer y Leticia Gañán.

Reparto: Lola Herrera, Ana Labordeta y Lola Baldrich.

Gran Teatro de Huelva con las localidades agotadas. Aplausos al final para las tres actrices, sin bravos ni «palmas por Huelva». Es un dato.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia