'EL TRAJE', DE JUAN CAVESTANY, EN EL GRAN TEATRO
Surrealismo de andar por casa
Excelente trabajo de los dos actores, que se enfrentan en una trama poco creíble, porque una cosa no quita a la otra
Un texto inconcluso para una función bien resuelta, divertida y sorprendente a veces, pocas

Sostener una situación irreal sólo es posible con el concurso de actores muy en forma y capaces. Capaces y capacitados para interpretar de forma eficiente la pieza teatral, y también de creerse la situación en la que les coloca el autor y director de una obra que podría calificarse, a la ligera por supuesto, de surrealista, Pero atención, hacemos un uso de la denominación surrealista más sujeto a la interpretación popular de la palabra que a lo que André Breton y compañía escribieran en el célebre diccionario del surrealismo, donde definen a golpe de humor los conceptos fundamentales del movimiento. Aquí, en la comedia de Cavestany, también hay humor y hasta escenas que divierten al espectador, pero todo inducido desde situaciones absolutamente delirantes propias de una situación imposible desde el inicio. O no creíble más bien. Es esta la razón última, y primera, por lo que creemos muy posible que sin el excelente trabajo de Javier Gutiérrez y Luis Bermejo, no se habría sostenido la obra más de diez minutos o un cuarto de hora, lo que dura un
Sin el excelente trabajo de Javier Gutiérrez y Luis Bermejo, no se habría sostenido la obra más de diez minutos o un cuarto de hora, lo que dura un monólogo al uso
monólogo al uso. En todo caso la comedia negra, o el thriller, o lo que quiera que sea lo que haya surgido del teclado del autor, tiene una agradecida duración de poco más de una hora. Dicho sea esto por la obra en sí y porque el Gran Teatro era en la noche del viernes un auténtico horno. Los programas de mano actuaban de salvadores abanicos y si llega a durar la función media hora más, habría habido más de un síncope en el patio de butacas o en las alturas, lo cual habría sido más peligroso aún. Esto, seguro.

El traje no es de confección, como el que aparece en la obra, sino hecho a medida. Los dos actores se enfrentan en un mano a mano bien planteado por el director, que una cosa, lo poco creíble de la trama, no quita a la otra, algunas escenas bien pergeñadas y exactamente trabadas por Cavestany y por supuesto la gran actuación de Gutiérrez y Bermejo. Dudamos si la obra ha sido escrita para estos dos actores, o a la obra le buscaron estos dos actores, que dan la talla hasta en eso, en la talla. Sin la diferencia de altura entre uno y otro, también sin la actitud ante las situaciones que viven ambos dos en el sótano donde se desarrolla la obra, a este traje habría que haberle hecho bastantes arreglos, pero no, y ahí puede que resida el valor de unos textos que partiendo de una situación imposible, y con unos protagonistas que en principio no deberían estar ahí, en esa situación, la obra se caería irremediablemente. La composición general del texto, simplemente, no existe, no aparece por lado alguno.
En su justa medida
La escenografía, inquietante cuando se alía con la iluminación, es más que correcta. La multipantalla situada en el paraíso, y a su lado la tenebrosa entrada a un cubil dentro del zulo en el que los personajes están encerrados, funcionan más que bien. Recuérdese el hilarante gag del uso percibido de la fotocopiadora a falta de aparatos aptos para llevar a cabo una resonancia magnética, que además del sonido el director ha sabido encontrar dos respiraderos a ras del piso por el que pasaba la monocorde luz del improvisado escáner. Todo muy correcto y muy medido. Todo muy justo, incluida la duración, para que El traje pueda ser vendido, aunque sea en el día de las grandes rebajas, que hoy, como es bien sabido, duran ya todo el año y lo de las aglomeraciones que provocaban a la entrada de los grandes almacenes, que hasta hace poco se retransmitían hasta por televisión, ya no lo son tanto. Los buenos actores, sí que perviven y duran, se mantienen, por lo que vimos el viernes en el Gran Teatro, en muy buena forma.
Un texto inconcluso para una función bien resuelta, divertida y sorprendente a veces, pocas. La intención de poner sobre la escena un drama psicológico, tal como ocurre con el tono pretendidamente surrealista de la comedia, no pasan de ser asuntos a los que se les busca esa parte tan difusa que es la razón, no quedando uno y otro asunto en consecuencia, como cosas de andar por casa.
EL TRAJE, de Juan Cavestany. Producciones El Zurdo y Carallada Show. Dirección: Juan Cavestany. Escenografía y vestuario: Mónica Boromello. Iluminación: Eduardo Vizuete. Sonido: Nick Powell. Reparto: Luis Bermejo y Javier Gutiérrez. Gran Teatro. Aforo: 644 localidades (Agotadas las entradas un mes atrás); 6 de octubre, 2023. Tarde de teatro en la capital onubense con mucha animación en la calle Vázquez López. La popularidad de los actores, pero también las ganas de teatro en una ciudad que siempre responde a una buena programación teatral llenaron hasta el gallinero el caluroso y centenario edificio.