Generosidad presidencial en el festejo taurino de Santa Olalla

Abrió plaza la rejoneadora portuguesa Ana Rita, que demostró haber avanzado muy poco en su carrera profesional. Clavó muy mal los dos rejones de castigo y siguió en la misma línea con las banderillas largas, la última de ellas al violín. Lo mejor de su actuación fueron las dos banderillas cortas al violín. Volvió a demostrar su impericia con el rejón de muerte, dejando el primero bajo y contrario, pinchando en el segundo intento y dejar de nuevo el rejón muy bajo y contrario.

La generosidad del presidente del festejo, mal asesorado durante todo el espectáculo, le premió con un excesivo trofeo que la rejoneadora paseó por el ruedo tras una actuación muy pobre.

Repitió su actuación con el cuarto, clavando muy mal tanto los rejones de castigo como las banderillas -en un momento determinado, había tantas en el suelo como en la piel del toro- para dejar de manifiesto su falta de aptitud a la hora de utlizar los rejones de muerte al necesitar de varios intentos. Cuando, por fin el animal cayó, la portuguesa saludó por su cuenta.

Mary Paz Vega se encontró con un primer enemigo de muy escasa presencia y de menos fuerza, como acusó ante el caballo y, especialmente, en el tercio final, al que llegó muy parado. La malageña no supo vencer las dificultades de su oponente y, tras dos pinchazos, dejó una estocada baja, siendo silenciada su labor.

El quinto fue un buen toro aunque con escasas fuerzas. Con él, Mary Paz Vega tuvo sus momentos más felices con la mano derecha aunque a su quehacer le faltó hondura y profundidad mientras que con la izquierda apenas lo intentó. El animal, falto de casta, se echó a mitad de faena. Necesitó de pinchazo y media, logrando otro trofeo. 

La fortuna no acompañó a Conchi Ríos. Su primero,  bien presentado, no tuvo fuerza alguna y se quedó muy parado en la muleta, donde la voluntad de la murciana no encontró respuesta. Decidió acortar el quehacer y necesitó de varios intentos para acabar con su oponente, siendo silenciada al terminar con el novillo triguereño.

En el que cerró plaza, un animal con ciertas complicaciones, no se acopló con el capote ni con la muleta en un quehacer que no llegó a alcanzar lucimiento, por lo que optó por acortar la faena. Dejó una estocada defectuosa y baja que sirvió para que la presidencia, en otra prueba de generosidad, le obsequiase con una oreja.

Las reses -toros y novillos- de Manuel Ángel Millares tuvieron variedad de presentación y juego, careciendo de fuerzas, de bravura y de casta. No fue bueno el encierro triguereño pero tampoco ofreció dificultad a las lidiadoras.

La plaza registró medio aforo cubierto en una noche de agradable tempertura.