GRAN TEATRO > 'La autora de las meninas'

Un espejo en el que mirarnos

Sólo la impecable trayectoria de una figura del teatro –director, autor y todo lo que se quiera- como Ernesto Caballero, puede sostener una obra tan atrevida en el circuito teatral español. De entrada aparecen proyectados en el paraíso los números que nos avisan de un año: 2037, pero nada más aparecer la sombra de la extraordinaria actriz Carmen Machi por bambalinas, uno sabe que de eso nada.

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Y en efecto, de eso nada, la estudiada sencillez escenográfica es un espejo. Así como lo leen, un espejo en el que el autor ha querido reflejar las intranquilidades que la tiranía de las redes sociales, el hartazgo de comunicación exento de reflexión, están provocando en las costumbres.

Uno espera que en ese año que proyectó Caballero para avisar a los espectadores que de eso no iba la obra, las cosas sean bien distintas a lo que son hoy, en estos tiempos tan estúpidamente correctos, tan vulgarizados por la mediocridad reinante, que quiere decirse que nos gobiernan y no pongan aquí ahora las siglas del partido que no les cae bien, sino que hagan lo que ha hecho Caballero y pongan las siglas todas, los nuevos populismos con esos discursos entre infantiles y demenciales, o los de toda la vida que intentan adaptarse a los gustos impuestos por ese gran ojo que todo lo ve y que por supuesto, todo lo dirige, ese ojo hoy múltiple o, como diría un propio de estos tiempos, multifuncional.

Un espejo en el que mirarnos

La televisión, la red de redes y todo lo que ustedes quieran, pero no estaremos disparatando demasiado cuando digamos, o acaso soñemos, que estos tiempos ridículos que nos ha tocado vivir, algún día los podremos recordar con una sonrisa amable. Ni la crisis será apocalíptica, tal como nos avisa la experiencia: nunca antes en la historia de la Humanidad se ha vivido tal como se vive ahora, ni con tanta paz a pesar de tanta guerra, ni con tantos bienes de consumo y servicios como los que disfrutamos hoy, a pesar, es evidente, de tanta pobreza y tantas diferencias sociales, cada vez más amplias, como siempre ocurre en tiempos críticos, entre los unos y los otros.

En la obra de Caballero no se salva nadie, por eso una muy buena parte del público, el que está hasta el moño de tanto discurso políticamente correcto y correcta, se reía de buena gana con los muchos y acertados guiños que a estos tiempos tan estultos hace el texto y por ende la actriz principal, muy bien arropada por cierto en la función por sus partenaires Mireia Aixalá y Francisco Reyes. Los actores bien y Carmen Machi, en una obra que parece escrita para ella y no solo por su portentoso saber hacer sobre un escenario, sino además por ser quién es, logran que una historia en realidad tan forzada aparezca como absolutamente real, hasta el punto de que más de un aplauso de los muchos que sonaron al final, pudieran ser de consuelo al saber que todo eso o no está ocurriendo realmente, o al menos tenemos aún la bendita capacidad de reírnos de la vulgarización del hecho cultural o, en otro orden de las cosas que también trata la obra, del disparate que hay montado en la única región española que nunca ha sido nación ni estado ni nada que se le parezca, aunque eso sí, ellos tengan, como todo el mundo, un hecho diferencial como la copa de un pino.

Un espejo en el que mirarnos

Siguiendo con la actriz principal, hemos de doblar la cerviz una vez más ante tanto teatro como lleva dentro, ante la facilidad de caracterización de este camaleón que tiene la dicha de habitar en un paraje tan natural como este por el que transita con la clase y el tronío que solo derraman a su antojo los grandes de la escena. Grandes actores para una obra sin complejos. Buena noche de teatro.

LA AUTORA DE LAS MENINAS de Ernesto Caballero. Dirección: Ernesto Caballero. Iluminación y escenografía: Paco Azorín. Vestuario: Ikerne Jiménez. Música y espacio sonoro: Luis Miguel Cobo. Reparto: Carmen Machi, Mireia Aixalá y Francisco Reyes.

Gran Teatro de Huelva. Aforo: 640 localidades (Lleno); 14 de septiembre, 2017. Muchas ganas de teatro en la ciudad y una animada concurrencia que llenaba la plaza del teatro de sabor a eso, a teatro.

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