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Cuatro estaciones

En semana y media hemos tenido en Huelva invierno, primavera, verano y otoño. Como las pizzas, cuatro estaciones.

Cuatro estaciones

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Días lluviosos alternándose con días soleados, nubes y claros, días fríos y húmedos la mar (1) de desagradables, nieblas matinales que pronto se olvidan, o brumas que alcanzaron a circular hasta por el salón comedor de mi casa, llegando a acumular tal cantidad de humedad en el interior de la despensa que pienso que hasta debió llover antier por la noche, porque amaneció el suelo mojado.

Por esperadas no dejan de sorprender estas tardes soleadas que ahora estamos disfrutando, llegándose a superar los veinte grados en pleno enero y mínimas por encima de los diez. De momento este fin de semana seguimos igual. Tiempo primaveral, y para que no le falte un perejil, igual hasta cae algo de agua mientras estamos dormiditos en la cama, aunque el sol lo tengamos garantizados al mediodía. Perfecto.

Como aquí no pasa nada de particular, os dejo el mapa previsto por la Aemet para  mañana a la una de la tarde. Podréis observar en él cómo mientras nosotros estamos con la cervecita y los tollos con tomate sentados en una terraza al sol, por ahí por el norte tienen que aguantar un tiempo de perros. Aquí cada palo que aguante su vela. Fijaros en la historia que tienen ahora montada con eso de ponerles nombre a las borrascas, que se van a quedar sin santoral antes de que llegue la primavera. Por las islas Británicas anda ahora o le toca el turno aJustine (2), la última de la larga lista de centros de bajas presiones que circulan de oeste a este por todo el norte de Europa, lejos de nosotros pero afectando a la mitad norte peninsular porque la situación anticiclónica persiste en este suroeste bendecido por los dioses. En fin, esperemos que febrero venga como en él es habitual y además de gurumelos nos traiga diversión meteorológica. 

Y para terminar, un susto. Cierto amigo, hombre sabio además de catedrático de prestigio integrado en grupos internacionales e interdisciplinares que andan estudiando el cambio climático, me comentaba no hace mucho que los grandes movimientos sísmicos suceden invariablemente a temporadas muy lluviosas. Carecía de una explicación científica, entre otras cosas porque poco conocemos de la Tierra, este planeta que habitamos, que nos soporta y se lo pagamos dejándolo como lo vamos a dejar, hecho unos zorros. Poco conocemos de la interacción entre las capas de la atmósfera y el interior misterioso de un planeta que de vez en cuando se enfada.

Como colofón para tanto desasosiego como estamos viviendo, igual nos llega un terremoto con su tsunami adjunto, una gran ola que se lleve los fosfoyesos al palacio de San Telmo y embarque los restos de la torre del Loro (3), en la pingoleta de su homónima asomada a la orilla izquierda del Guadalquivir, en la hermosa ciudad de Sevilla, a cuyo reino hemos pertenecido hasta hace menos de un par de siglos y donde ya pocos recuerdan aquel dicho tan gracioso que rezaba: “de poniente, ni el viento ni la gente”, y que certifica cómo el saber popular es capaz de conocer de manera empírica la dinámica general atmosférica. Por el amplísimo golfo de Cádiz, por estas costas tendidas que fueron del otrora llamado reino de Sevilla, entran los aires cargados de humedad, que cuando van acompañados de bajas presiones se van elevando, amontonando nubesque terminan por precipitar o llevan mal tiempo a todo el interior de Andalucía, capital incluida. Bueno, el lunes si me levanto temprano, os contaré algo más.

(1) El flujo del oeste en estos días nos trae aire cargado de humedad, muy propios de Huelva.(2) Al Divino Marqués le persiguió la fama incluso en su encierro en el hospital psiquiátrico donde falleció. En ese tiempo multitud de ediciones clandestinas de su impagable Justine o los infortunios de la virtud circulaban de lo lindo por toda Europa. Puede que no fuera lo erótico o lo perverso aquello que escandalizó a los retrógrados y puritanos, sino la constatación del hecho de que la virtud no conduce a nada bueno. Ya saben y si no léanlo, mientras la virtuosa Justine las pasó canutas, su hermana Juliette, arrimada al vicio y a la buena vida, se lo pasaba en grande.(3) Torre del río de Oro en Mazagón.

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