El (tonto) del pijama de rayas

Cuando hace dos fines de semana, saliendo de mi casa, observé en la calle a una habitante de mi barriada en pijama, me pareció un hecho aislado. No es que me moleste ver a una señora como recién levantada, sin peinar, con sus pantuflas y con sus braguillas de cuello vuelto sobresaliendo por encima de la cinturilla del caído pantalón de franela; pero me choca.

Huelva24

Huelva

Esta funcionalidad es sólo para registrados

No obstante, comola señora estaba más preocupada por organizarle a su liada pareja, el llenadodel maletero del coche, mientras su vástago los observaba desde la acera,entendí que la situación exigía medidas drásticas y lo interpreté como un hechoaislado y fruto del estrés de comprobar que se tiene un marido inútil, que yaen el pecado lleva mi vecina su penitencia…

Lo más raro ha sidoque este domingo he vuelto a presenciar a otro habitante de mi barrio, con supijama y sus zapatillas debajo de un buen abrigo, éste más despeinado aún y contodas sus legañas, paseando con sus churumbeles como si tal cosa (ellosvestidos “de calle” y muy bien peinados, paradójicamente).

Entonces, yo mepregunto si me he perdido algo o es que hay una nueva moda, y vamos a empezartodos a ir en pijama por nuestras calles y avenidas. No es que yo sea un obsesode las formas ni un purista del estilo, pero esto ya me parece fuera delugar. 

No obstante tratode analizarlo y llego a pensar que se trata de una forma de pseudoprovocación oautoafirmación. No tanto de desidia, que también, como de una peregrina manera dellamar la atención, de destacar por algo. No se sale así a la calle y punto, eso se piensa, hasta ahí lleganalgunos.

En sociedades ycontextos en los que otras cosas más prioritarias están muy por encima deéstas, entiendo que la vestimenta o el arrastrar por la calle los pantalonesque después metes en la cama, pasan a un tercer plano. Ya quisieran muchospreocuparse por ello cuando no tienen qué llevarse a la boca o conviven conenfermedades mortales y ambientes infectos, a diario.

Pero en estenuestro primer mundo feliz, donde podemos presumir de que no nos cabe la ropaen los armarios de que disponemos (y quien esté libre de pecado que tire laprimera piedra…), el bajar a la calle en pijama me parece una falta decoherencia, orden y hasta de buen gusto, por no decir que un alarde de“espesura”, que no me sugiere hacia quien lo más hace más que sorna.

Entiendo que lahigiene y el esmero, si son factibles, se convierten en un deber y una forma derespeto a los otros, al tiempo que la mejor forma de valorarnos. De cualquiermodo, debo reconocer que si de llamar la atención se trataba, algún efecto hatenido la molicie. ¿Tendría hasta que darle la enhorabuena?

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia