Roma

Construir un imperio, en más de dos días, para morir en él y hacerlo a tu manera. Sergi y su Recreativo quieren dominar con su propio estilo una categoría donde los enemigos atemorizan con defensas infranqueables. El camino será duro pero imperial la recompensa. Ave, Recre.

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Que todos los caminos conducen a la victoria, podría ser el lema favorito de muchos entrenadores. No creo que Sergi esté por la labor de adherirse a que ‘el fin justifica los medios’ para alcanzar los objetivos. El técnico del Decano, pupilo de Johan Cruyff, prefiere apostar por el camino más corto para alcanzar Roma, que siempre estará vinculado a contar con el mayor número de probabilidades a su favor, esto es, una mayor posesión de la pelota (al fútbol, antiguo o moderno, de momento sólo se juega con una) y asumir siempre el papel de protagonista del juego. Cual emperador romano, Sergi llega a las tropas con una idea fija y éstas, con Montoro y Dimas como ejemplos durante la semana, la hacen suya y asumen con diligencia el 'morituri te salutant'.

Pero que no llegue la sangre al río, porque Roma no se construyó en dos días y todo ‘imperio futbolístico’ requiere de tiempo y paciencia. En esas anda el Decano, consciente de las dificultades de armar desde cero la sexta plantilla más joven de la categoría y con unos jugadores que llevaban tiempo sin saber lo que era progresar con la pelota “todos juntitos”. 

Como si cubiertos de escudos (en la más pura formación testudo) estuviesen, los hombres de Sergi, fieles al mandato de su líder y asumiendo la derrota como un impulso para mejorar la defensa con balón y la penetración en las líneas enemigas, progresan, no sin dificultades, en un terreno que estaba sin explorar desde hacía años en Onuba.

Mañana, después de batallar por el norte con más pena que gloria, el Recreativo regresará de nuevo a su particular Roma, que está siendo hasta ahora el Nuevo Colombino. Un lugar donde morir y nacer bajo una misma identidad de juego, escrita sobre piedra en las mentes de unos futbolistas que saben de la dureza del camino y de enemigos que cada día que pasa están más preparados para hacerles daño. 

Diligencia, entrega y fe en uno mismo, para seguir creciendo y que Roma se extienda más allá del Coliseo onubense. Sólo esperemos que no tenga que llegar el día en que un esclavo se dirija a Sergi para decirle al oído que sólo es un hombre. Aunque, bien pensado, la corona de laurel en su cabeza significaría que Roma está de nuevo donde merece.

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