Saco lleno / saco roto
Se cuenta que a veces la realidad llega a superar con creces una ficción imaginativa, y por tanto, sin limites. Otras, no obstante, la realidad no necesita de superaciones; la ficción es tan semejante a ella que, como si del apógrafo de un visionario habláramos, su verdad no es más que la verdad escondida entre líneas de viejos cuentos para niños.
Existe una vieja historia que entre los oídos de los más jóvenes ha arraigado hasta convertirse en otra más de esas consabidas fantasías universales. Sin recordar si su origen entraña verdad o solo ingenio, es tan universal como el universo mismo. El cuento del saco -y su hombre, cómo no-, narra la historia de una desvalida criatura que, por condición de indefensa y arraigo a su único bello recuerdo como era el anillo que junto al brocal depositó para ejercer sus labores, fue atrapada por el vil anciano sin que mano ajena acudiese a socorrerla.
Si pudiésemos extrapolar hoy el saco a nuestro cuento cotidiano, podríamos identificarlo con un sistema en el que cada vez más y más indefensos caen, agarrándose a sus únicas alhajas, sociales en este caso, mientras lo más profundo de un trapo desvencijado y casi inservible sirve de poso para aquellos que temieron perder lo poco que poseían. Y ninguna mano acudió en su ayuda. Tampoco hablaremos de quien posee, maneja, aferra y azota el saco. No es necesario.
La historia termina cuando, preocupados y conscientes de una realidad triste y sobrecogedora, la familia conoce la realidad, y en una artimaña de lucha emocional y juiciosa, logran salvar a su desamparada sangre mientras las sucias manos y rostro de aquel que solo atesoraba mal, son rasguñadas, heridas, receptoras de lo que su ser había provocado.
Mientras estas líneas están cobrando vida, apenas han transcurrido horas desde que cientos de miles de personas han vuelto a la calle para romper el saco -19 J-. El saco de la avaricia, descontrol, de un poder inhumano que en sus garras ha tenido atemorizada y desvalida a una sociedad que con su llanto ha logrado que la familia despertara.
El saco, viejo y ruinoso, sigue cobijando mentiras, vidas, sonrojaciones; tristemente realidades. Sin embargo, ha comenzado a resquebrajarse poco a poco y algún día veremos como ese tosco y lúgubre saco lleno, pasará a ser un saco roto, y por tanto inútil.
Un día el saco, solo será un mal sueño.