Ridículo de Estado
13.03 h. La característica principal del gobierno de Andalucía es la inoperancia. El andaluz es un ejecutivo que ante su propia contradicción interna ha optado por no actuar, por no hacer política y administrar con escasez e ineficacia. Pero lo último es para editarlo en letras de oro y enmarcarlo en caña de plata.
Veinticuatro horas separan dos decisiones imposibles de sostener desde la responsabilidad y la propia imagen. Una presidenta de la Junta de Andalucía que concitó una opinión bastante unánime ante el ejercicio de responsabilidad que suponía retirar competencias a una consejería que actuaba con deslealtad, aparente improvisación y de forma ilegal. Por fin una presidenta que no se andaba con menudencias (aunque lo suyo hubiese sido la destitución de la consejera díscola), e imponía el criterio de legitimidad y justicia ante la evidente estrategia populista de IU y el desmán a la misma ley y el sentido de equidad.
Pero Susana Díaz, la mujer que tras su elección parlamentaria -que no popular-, paseó su palmito por distintos foros defendiendo la unidad española y desautorizando a su secretario general, -una mujer de Estado, como ven-, resulta que en la comunidad que gobierna hace el más espantoso de los ridículos desdiciéndose de su propia disposición en 24 horas. Como ven, Díaz actúa por impulso y sin prudencia política. En su acto de gobernante sin criterio, Susana Díaz arrastra a todos los andaluces porque ella ostenta la representante de todos los andaluces tras unas elecciones ganadas por el PP pero providenciadas para el PSOE de Griñán en las que no participó ni el 50 por ciento del electorado. Susana Díaz debió meditar bien su decisión y mirar las encuestas que no le dan mayoría absoluta y la ponen cada vez más bajo el amparo de una IU en aumento.
La presidenta andaluza sabe que no tiene fuerza para gobernar en solitario y que debe su sillón a los votos a IU y eso la condiciona hasta la exasperación. A pesar del caramelo envenenado del PP y el absurdo de su ofrecimiento para hacer posible un gobierno del PSOE con el PP como garantía, la Díaz y su equipo al completo saben que no podían hacer la crisis de gobierno porque las bases de IU, bastante reacias por al gobierno de coalición, pedirían la salida de un ejecutivo sin el menor sentido desde el punto de vista de gerencia. Ante los hechos, la presidenta no podía mantener su decisión y hubo de afrontar el escarnio al que la ha sometido IU. Por supuesto, el PSOE no olvidará, pero el ridículo de la mujer de Estado es patente y doloroso para un país al que le cuesta tanto salir adelante y cuya imagen queda aún más vapuleada por el secuestro político de la presidenta. ¿A quién puede extrañar que la abstención sea cada vez mayor? Andalucía que no despierta de su letargo y la espera cansa, cansa mucho.