concierto de andrés calamaro en la rábida
Sin alardes, pero siempre un genio
El rock de Andrés Calamaro disparó la adrenalina de unos dos mil onubenses en La Rábida. Pasó calor el bonaerense en una noche en la que indiscutiblemente fue de menos a más y echó el cierre cuando estaba entonando sus mejores temas. No tiene pelos en la lengua y le queda cuerda para rato. Y una voz que pasará a la historia de la música.


Andrés Calamaro le ha cogido últimamente el gusto a eso de acercarse a Andalucía. Conciertos en Roquetas, Granada, Sevilla o Córdoba, una capea en Santa Olalla de Cala, un día en El Rocío, unas gambas en Huelva... El genio argentino, que cumplirá 50 años el próximo mes, le dio el pistolezazo de salida el viernes a las Noches del Foro Iberoamericano de La Rábida con un concierto que concitó a unos dos mil espectadores de todas las edades y en el que cumplió, sin alardes, ya que fue claramente de menos a más y puso el punto y final justo cuando los fans estaban alcanzando el climax con las mejores canciones del solista bonaerense.
Cualquier tiempo pasado fue mejor, debe pensar Andrés, que lógicamente sabe que la gente fue a verlo principalmente para oírle cantar sus temas más clásicos, aquellos con los que triunfó en su desembarco en España, vía Madrid, en la gloriosa etapa de Los Rodríguez. Por eso tuvo un recuerdo muy especial para el desaparecido Julián Infante e hizo vibrar al respetable con Sin documentos o Todavía una canción de amor. Porque buscando en tu sonrisa estaría toda mi vida, entonaba Calamaro en la calurosa noche onubense, y poco después seguía con un que no salgo a buscarte porque sé... que corro el riesgo de encontrarte. Delicioso.
Porque El Salmón, y el posterior Salmonalipsis Now, están destinados a los seguidores más acérrimos de este argentino universal y casi eterno. No dejan de contener excelentes y variados temas. Pero como la buena música es como el vino y gana con los años, Andrés y los suyos (Candy Caramelo al bajo, El Niño en la batería, Al Pacino en el piano y Diego y Julián con las guitarras) supieron obsequiar al público con canciones más antiguas y convertidas ya en auténticos himnos para diversas generaciones, caso de Paloma, Estadio Azteca, Te Quiero Igual, Flaca o Crímenes Perfectos.

Los viejos rockeros nunca mueren, y de ahí que Andrés llevara el clásico pantalón de cuero pegado que le haría sudar de lo lindo. Una cinta en la frente para sostener su agitada melena y por supuesto las gafas de sol que tampoco faltaran. Así se presentó a las 22.40 horas en el escenario de La Rábida, amén de con un divertido pescado atado al micrófono. ¿Sería un calamar por calamaro? ¿Sería un choco por estar en Huelva? Vaya usted a saber, porque los mal pensados dicen que ni siquiera sabía donde estaba porque no dijo ni una vez el nombre de la capital onubense. Pero Andrés es así, no lo vamos a descubrir ahora, y qué quieren que les diga, que se le perdona, porque se ha metido ya en tantos charcos y se ha granjeado tantos amigos y enemigos que lo que hay que hacer es valorar su atrevimiento y sinceridad.

También obsequió a los onubenses con un tango de amor tan entrañable como El día que que quieras. Cómo no, Gardel. Calamaro es camaleónico, una bestia de los escenarios, capaz de adaptarse prácticamente a cualquier género. Tiene un potencial enorme que desplegó sólo en parte en Huelva. Pero la gente quedó satisfecha, aunque no quería finalizar tan pronto. Da igual, ya está dado el gustazo de haber visto a Andrés en directo. ¿Qué más quisiera que pasar la vida entera, como estudiante el día de la primavera, siempre viajando en un asiento de primera, el comandante de tu balsa de madera?.
