El feminismo no es una moda, es una necesidad
Declaraciones recientes de mujeres famosas españolas como Paula Echevarría, Bebe, Crisitina Pedroche o Blanca Suárez manifiestan sus reticencias a considerarse “feministas” a pesar de reconocer que no reciben el mismo trato que los hombres.

Confunden quizás, como una buena parte de la sociedad, los significados de “feminismo” y “machismo”, considerando al primero lo mismo que el segundo pero al revés. Recordemos que “machismo”, según la RAE es la actitud de prepotencia de los varones respecto a las mujeres, mientras que “feminismo” es la ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres.
Compañeras (y compañeros), el feminismo no es malo. Yo soy feminista, porque creo en la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres.
El feminismo no es una moda, ni está trasnochado. Es una necesidad. Porque en nuestro país, como en la mayor parte del planeta, todavía no hay igualdad real entre mujeres y hombres. Porque cobramos menos que los varones realizando el mismo trabajo. Vosotras, compañeras famosas, también. Porque las arquitectas, escritoras, científicas, actrices, deportistas...tenemos menos visibilidad que los hombres. Porque a ellos les preguntan por su trabajo y a nosotras por nuestras parejas, si tenemos hijos, si hacemos régimen, si estamos operadas. Porque Matías Prats sigue presentando en Antena 3 y no hay mujeres maduras en los telediarios de máxima audiencia. Porque a ellos se les reconoce sus méritos individuales y a nosotras nos los vinculan a compañeros, maestros o entrenadores. Porque entre los hombres se admite la mediocridad para puestos de responsabilidad (llevamos miles de años sufriendo las medianías masculinas) mientras que a las mujeres se nos exige ser Premio Nóbel para escalar. Por ello reclamo la igualdad de oportunidades, también con mujeres mediocres.
Podría seguir dando argumentos para justificar la necesidad y vigencia del feminismo. Vosotras habláis con tanto desahogo porque muchas feministas han conseguido lo poco que tenéis, lo poco con lo que os conformáis. Yo seguiré siendo feminista, ejerciendo el feminismo. Lo haré por mí, porque estoy cansada de estereotipos, de llamadas al estudio preguntando por “el arquitecto”, de defender, incluso ante compañeras de profesión, que ser “arquitecta” no es peor que ser “arquitecto”. Estoy harta de que me valoren por lo aparente, por la imagen inmediata que proyecto - la activista de los pelos rojos - sin profundizar en la valía profesional de una mujer sumergida en un mundo todavía masculino y de grandes responsabilidades. Seguiré reivindicando el feminismo por mi hija, por mis brillantes sobrinas, científicas graduadas y doctoradas, por mis otras sobrinas aún niñas, por las nietas y bisnietas que, ojalá, algún día tenga. Por millones de mujeres de este planeta que viven infinitamente peor que los hombres por el simple hecho de haber nacido mujer. La noticia de la última niña violada “por venganza” en Pakistán me ha recordado esta mañana la urgencia de mantener vivo el feminismo. Es una imperiosa necesidad.