Opositores de primera, opositores de segunda

Hace dos días llegó a mi correo electrónico el examen de las oposiciones en Cataluña. En concreto, era el de la especialidad de Geografía e Historia del Cuerpo de Profesores de Enseñanza Secundaria. Y claro. Tal y como está el patio, pues lo primero que se me vino a la cabeza fue el tema del independentismo. Ansiaba abrir el PDF para ver donde estaba la polémica. Es decir, encontrar en que parte del texto que se proponía como práctica decía que Cataluña fue un reino o en la práctica de Geografía, ver si Cataluña era uno de los países más industrializados del mundo, obviando a España.

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Pero por más vueltas que le di al examen -incluso una compañera me lo tradujo del catalán al español- no había tal polémica. Era un examen correcto. Su contenido carecía de cualquier atisbo de manipulación. Es más. Quién no haya aprobado ese examen, es que no ha estudiado.

Pero claro. El asunto estaba en que YA SE HABÍAN CELEBRADO LAS OPOSICIONES EN CATALUÑA. Sí, lo resalto en mayúsculas porque ahí está el quid de la cuestión, no en el contenido del examen. Es decir. Se han celebrado dos meses antes que en Andalucía y en el resto de Comunidades Autónomas o las cuartas taifas que tenemos en esta cosa llamada España.

Es muy sencillo de deducir. Aquellos catalanes que no hayan aprobado el examen o la nota no les de para trabajar, pues bajan a Andalucía y hacen también el nuestro. Y claro. En la especialidad a la que se presenta un servidor, ofertan unas 550 plazas. Casi nada. Así que lo más normal es que el 24 de junio, fecha aproximada en la cual se celebre el primer examen, me vea rodeado de otros aspirantes que no sean de Andalucía. Lo cual no me parece mal. No me parece mal si nosotros, tanto andaluces como el resto de ciudadanos de este simulacro de nación que pertenecemos a regiones que no tienen lengua cooficial, pudiéramos hacer lo mismo. Pero no. Para opositar en Cataluña, Galicia, País Vasco, Islas Baleares o la Comunidad Valenciana necesitas saber su segundo idioma. Da igual que seas la reencarnación de don Ramón Menéndez Pidal o lo más parecido a Ian Gibson. Lo importante es saber alguno de estos idiomas. Si luego no sabes en que época fue la Batalla de Lepanto o el Concilio de Trento, es lo de menos. Pasa como con los médicos o enfermeros. Para saber pinchar una nalga, nada mejor que saber euskera, oiga. Vamos, que sino parlas ese idioma -que sólo se habla en lo más profundo del País Vasco- no hay forma de optar a una plaza de medicina o de profesor.

Y me parece genial que en este país haya esta diversidad cultural, porque eso dice mucho de España. Somos uno de los países más antiguos y con más historia del mundo y de ahí viene esta riqueza lingüística. Pero no hagamos discriminación con ello, sino igualdad.

Ahora que está de moda el artículo 155 -de garrafón, por cierto- habría que modificar aquel que dice que “todos los españoles somos iguales antes la ley”. Bueno. Habría que modificar muchos, muchísimos. Como el de “derecho a una vivienda digna”.

¿Por qué vienen a disputarme una plaza a mi región cuando yo no puedo ir a la suya? ¿Es esto igualdad ante la ley? Pues no. No lo es. Y quién lea este artículo probablemente apele al descalificativo fácil: “facha”, “reaccionario”, “casposo”… Esos que, por cierto, no tienen ni puñetera idea de lo que fue el fascismo. Ahí tienen a la alcadesa de Barcelona, llamando “facha” a un militar que participó en la Guerra de Cuba, o sea, 24 años antes de nacer el Fascismo con Benito Mussolini.

Evidentemente, sólo me queda el derecho al pataleo. A darle a la tecla. Y no voy a reprocharle nada a ningún opositor que venga desde otra comunidad autónoma con lengua cooficial. Faltaría más. Ellos no tienen la culpa.Y no creo que esto cambie. Desgraciadamente, en este país el peso del nacionalismo catalán y vasco es muy importante. Tanto, que somos una colonia de ellos. O un protectorado, llámenle como quieran. Tampoco sería justo meterlos sólo a ellos en el saco. En comunidades gobernadas por el Partido Popular, ocurre tres cuartos de lo mismo con el acceso a la administración pública. Da igual de tus aptitudes. O hablas su idioma o no te aceptamos.

Por eso siempre he echado de menos un partido político en Andalucía que defendiera lo andaluz con la fuerza que lo hacen otros, aunque sin traspasar ciertas líneas rojas. Hubo un momento en el que el Partido Andalucista parecía que podía ser, pero el pesebre socialista en nuestra región es un lastre muy pesado.

Y, para finalizar, soy pesimista en este sentido. No creo que la situación cambie. Porque todos los gobiernos siempre han necesitado tanto de Cataluña como de País Vasco para apuntalar su sillón. Y eso repercute en el hecho de que cada vez más dinero de nuestros bolsillos va hacia el Norte y Este de nuestro país, mientras aquí abajo esperamos que nuestros bisnietos puedan viajar en AVE entre Sevilla y Huelva -para entonces ya existirán los coches volantes-, el desdoble de la Hueva-Badajoz o la finalización de las obras del CHARE de Aracena. Y también incluyo a nuestros hermanos extremeños, donde las dos provincias más grandes de España tienen unas infraestructuras ínfimas. Pero claro, lo importante es que el AVE llegue directamente hasta el aeropuerto de El Prat o se le den 70 millones de euros en infraestructuras al País Vasco. Mientras tanto, el resto de españoles seguiremos remando en galeras. 

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