Sobre la generación que conoció el tracking
Cuando tenía unos trece años, mis padres me compraron un chándal Umbro. Lo necesitaba para la clase de Educación Física del instituto. No era uno cualquiera.

La sudadera, de cremallera, era reversible y la marca aparecía por todo el lateral de mangas y perneras, bien visible. Era mi uniforme oficial los días que tocaba deporte y con él batí mi récord personal en el test de Cooper.
En esa época, mis amigos llevaban botas Cejudo con calcetines blancos y hacía poco que habíamos dejado atrás a referentes como las Spice Girls o Britney Spears para abrazar con fuerza a iconos más sexys (todas queríamos ser Christina Aguilera). Vivimos la tímida llegada de los teléfonos móviles, nos sentimos mayores por ver 'Melrose Place' y nos troleamos en el chat de Terra desde un cibercafé.

Pertenezco a la generación que conoció el tracking. Sí, hombre, la opción del reproductor de vídeo que permitía corregir la imagen (aunque tenía un límite) de la cinta VHS de tu Primera Comunión. Soy de aquella hornada de adolescentes que sufrió la maldición de las cadenas de correo electrónico, esas que debías reenviar a cierto número de personas para escapar de la mala suerte, con ejemplos reales de los que hicieron caso omiso.
Siempre me ha interesado ese concepto, el de generación. También en el arte. Fruto de dicha inquietud, en 2019, surgió Treinta, una exposición colectiva en la que participaron treinta artistas plásticos (quince mujeres y quince hombres) nacidos entre 1980 y 1989 con obras de 30x30 centímetros. Todos, incluida yo como comisaria, estábamos en la treintena, y fue interesante descubrir qué teníamos en común y cómo se manifestaba a través de la pintura.

Estábamos unidos por una cultura visual compartida desde la infancia (Leticia Sabater, Las Tortugas Ninja, Freddy Krueger) y por unas profundas preocupaciones colectivas: el papel de la mujer en la sociedad, la proximidad de la crisis de los cuarenta, los problemas medioambientales, la necesidad de alcanzar el éxito, el difícil acceso a la vivienda, las relaciones paterno-filiales, la propia imagen...
Un mapa generacional que se acercaba a la nostalgia y, probablemente, a la frustración. Así somos los millennials. Afirma Cesare Pavese que las generaciones no envejecen, pero acabas siendo consciente del paso del tiempo cuando ves el aspecto actual del reparto de la serie 'Dawson crece'. Y entonces te das cuenta de que han pasado casi veinticinco años desde aquel chándal Umbro.
Jennifer Rodríguez-López
Reenvía este artículo a siete personas o la maldición de la comisaria lunática caerá sobre ti. Mariola García no lo hizo y ahora vive en un descampado puntumbri.