Como el tocino y la velocidad
Me llamo María, me gusta el fútbol y estoy en paro e indignada por la crisis. Vale, de acuerdo, una cosa nada tiene que ver con la otra, pero hay muchos sectores que opinan lo contrario.Desde el inicio de la Eurocopa, no son pocos los que han criticado la euforia que gran parte de la sociedad vive con los triunfos de la selección española. Pero como a todo hay que ponerle una “puntillita”, está mal alegrarse en los tiempos que corren.
¿Que puede ser que no les guste el fútbol a los que claman al cielo por lo que hacemos? Claro que sí, de todo hay en la viña del señor. ¿Están más indignados y comprometidos por ello? Rotundamente, no.
Tal vez, el momento ha propiciado que relacionen fútbol y crisis. Hasta hace unos años, la selección española (no la Roja, como ahora) iba a los campeonatos europeo y mundial, jugaban con más pena que gloria y volvían a casa a la primera de cambio. ¿Y la economía? Tirando, gracias. No había alegría, no había crítica.
Ahora el fútbol ilusiona, une, pero no adormece. Me encanta quedar con mis amigos antes del partido y disfrutarlo, pero cuando acaba sigo estando en el paro, viviendo en casa de mis padres y con pocas expectativas de que la cosa cambie.
La Eurocopa no es la cortina de humo que algunos critican. El pan y circo que muchos relatan. No, ni muchísimo menos. El gobierno está haciendo recortes, reformas y atrocidades desde antes, lo hará ahora y seguirá haciéndolo mañana, con fútbol o sin él. ¿Y la prima de riesgo? ¿Y el paro? Estaba por las nubes, está y, presumiblemente, lo seguirá estando.
¿Qué mal hay en desconectar de todo para disfrutar 90 minutos cada 3 o 4 días, 6 partidos como máximo? Me pueden tildar de demagoga, pero a la generación de mis padres (personas que tienen de 55 a 60 años), que llevan toda la vida trabajando y que han sabido pasar por encima de otras crisis económicas, ¿se les va a criticar porque disfruten con el ratito de fútbol de su selección? Alegrarse con los éxitos de la Roja y estar indignado son cosas sin relación ninguna, incompatibles. Como el tocino y la velocidad.