Todas las huelgas (I)
Quien más y quien menos tiene alguna queja contra UGT o Comisiones Obreras. El sindicalismo, así, a grandes rasgos, está deviniendo una actitud desusada, una actividad denostada, una acepción aterradora de la lucha que impregna y contamina los movimientos incipientes. El sindicalismo se está imponiendo como noción de la que conviene huir.
Según el discurso consuetudinario, la política es también un concepto del que conviene huir. Los políticos, o la ‘clase política’, como apunta la fascista definición primorriveriana, son todos iguales, porque tienen coches oficiales, dietas y Rólex de oro, comen mariscadas y pierden iPads. Tanto a los políticos como a los sindicatos mayoritarios se les concede en definitiva la misma culpa, una culpa de similar naturaleza: su connivencia con el poder económico, su sometimiento a la dictadura del mercado.
Esto da pie a conclusiones positivas y negativas. En un primer lugar, es positivo que los ciudadanos sepamos detectar el problema radical, de raíz, que perpetra la dirección los grandes partidos y sindicatos; su citada sumisión a las políticas del capital. Tenemos, en ese sentido, el diagnóstico hecho, por lo que es hora de dar con el tratamiento adecuado, sin duda alguna lo más complicado del asunto, con lo que aquí residen las conclusiones negativas de nuestra clarividencia: la desorganización general.
Es tal y tan triste la abundancia de corrupción y embustes, que el pueblo deambula por el tablero del sistema como el pavo al que le cortan la cabeza, diez o veinte pasos sin liderazgo frénico ni rumbo visual hasta que se desangra contra la pared. Tenemos el orgullo herido y en ocasiones hacemos gala de una ufana altanería que nos lleva a no casarnos con nadie, a no mojarnos con ningún partido ni bailarle el agua a ningún sindicato, lo que sólo redunda en nuestro propio perjuicio. Hay un motivo clave: nos atomiza. Nos aísla. Nos hace que confiemos sólo en nosotros mismos. Nos hace que luchemos por nuestros propios intereses o, como mucho, por los intereses del gremio. Y solos, cada uno por su cuenta, nunca jamás conseguiremos nada.
Ni tanto ni tan calvo, se podría decir, a la hora de analizar la actitud popular para con la militancia político/sindical. Ya que es conveniente mantener el espíritu crítico a toda costa, mas tampoco por eso conviene encerrarse en un zulo mental y sólo dejar entrar a quien venga en ‘son de paz’, sin ningún discurso político. La conciencia está para ser alterada, la mente para trabajar duro, y la sensibilidad política, si no está, debe ser evocada y construirse. Pues es la política todo en este mundo y no la pantomima partidista que nos presentan por la tele. Es la política todo lo que nos concierne una vez que nacemos en una sociedad dada, en la que ofrecemos nuestros servicios a cambio de los servicios de otros constantemente. Y digo más, somos responsables de actuar y de organizarnos de la manera que mejor nos convenga, por una razón capital: nadie bajará a organizarnos desde arriba. Ningún magnate de medios de comunicación, ningún banquero, ni el banco central europeo ni el fondo monetario internacional, ni sus amputaciones políticas PPSOECES, ni sus propias estribaciones sindicales van a regenerarse espontáneamente de acuerdo con nuestros intereses, mientras nosotros sigamos acudiendo a nuestro puesto de trabajo un día de huelga, mientras nos limitemos a quejarnos de todo desde nuestra jactancia orgullosa y parvularia, desde nuestra individualidad ficticia, errónea y atomizada.
La supresión de partidos y sindicatos, la eliminación de sus subvenciones, esconde una ideología desgarradora. Si te apropias de éstas máximas para tu ideario cotidiano, estás consintiendo el mismo sistema económico pero sin política ni sindicalismo, es decir, estás celebrando el fascismo. Ítem más si a dicho ideario le añades unas gotas de rechazo, por ejemplo, a los chinos, a los moros o a la rumanos. Un ideario cuyo caldo de cultivo idóneo es la crisis económica, porque el capitalismo frena mediante el fascismo el crecimiento de la izquierda, suprimiendo su posibilidad de organizarse.
Con esto no quiero convocar a nadie para ningún partido o sindicato, ya que ni yo mismo pertenezco a ninguno. Me gustaría, eso sí, contribuir con la buena marcha de la huelga general del 14 de noviembre, y para tal fin agradezco tener un espacio donde invitar a secundarla, porque considero que formar parte de la misma es una obligación que nos han asignado quienes sacan rendimiento del trabajo popular.