A Francisco I

Ahora que el momento ha llegado. Ahora que el cielo de la ciudad del Vaticano se ha teñido del blanco humo de las papeletas de los electores y miles de personas abarrotan la Piazza de San Pietro para mirar con asombro hacia los balcones de la Basílica. Ahora que está a punto de calzarse los zapatos rojos y colocarse el Anillo del Pescador; párese un momento a pensar en el futuro que le deparará este hecho y, sobre todo, la repercusión que tendrán sus palabras y acciones sobre miles de millones de ciudadanos de este planeta.

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Cardinale Jorge Mario Bergoglio, Francisco I, párese y medite. Sabe y sabemos que la entidad milenaria que está a punto de presidir tiene los cimientos en llamas vivas. Usted ha sido el elegido para apagar o avivar ese fuego.

Supongo que habrá elegido su nombre por sus hermanos franciscanos, orden católica mendicante. En estos tiempos de austeridad para una parte del planeta y penuria para la mayoría, necesito que se siente a pensar si puede predicar con el ejemplo y repartir gran parte de la riqueza que se esconde tras los muros de ese estado para de ese modo calmar la sed y el hambre de millones de seres humanos: católicos, musulmanes, budistas o ateos.

Por suponer me da que estará de acuerdo en condenar los casos de pederastia que se han escondido, y que ayudará a sacar a la luz aquéllos que aún se esconden bajo la sotana de algún que otro religioso. Estoy seguro de que lo hará.

Y si hablamos de conflictos también apuesto a que meditará sobre la persecución que hace parte de su iglesia sobre todos los homosexuales solo por el hecho de entregar el corazón como Jesucristo predicó: hacia un hombre o una mujer. Dejémonos de este tipo de formalidades de la época inquisitiva, que en este momento lo que se necesita es el amor.

Estoy seguro de que se habrá parado a pensar todo esto más de un minuto. De hecho estoy más seguro aún de que como persona lleva muchos años cuestionándose estos conflictos, pero ahora que está a punto de calarse la mitra, es el momento de tomar esas decisiones. Es el momento de darle a la Iglesia la evolución que necesita, por la Iglesia y por los miles de millones de seguidores que comulgan con la Santa Sede.

Francisco I, es el momento de asomarse a la ventana de la basílica y mirar hacia el progreso. Yo desde esta humilde columna se lo ruego encarecidamente.

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