En caso de ducha… consulte a ‘Miguelito piscinas’
“Hay que ducharse con agua fría para ahorrar energía”. Es sin duda una de las frases del mes. Sí, lo han adivinado, su autor es uno de esos premios Nobel de la sandez, también conocidos como políticos. Concretamente fue el alegato de Miguel Arias Cañete para aliviar nuestros bolsillos de la carga económica que suponen los litros que se malgastan hasta que el agua alcanza la temperatura óptima para el baño.
“Hay que ducharse con agua fría para ahorrar energía”. Es sin duda una de las frases del mes. Sí, lo han adivinado, su autor es uno de esos premios Nobel de la sandez, también conocidos como políticos. Concretamente fue el alegato de Miguel Arias Cañete para aliviar nuestros bolsillos de la carga económica que suponen los litros que se malgastan hasta que el agua alcanza la temperatura óptima para el baño. El ministro de Medio Ambiente, cuyo hallazgo pronto encontrará un lugar de honor en el salón de la fama de los avances científicos, destronando a Fleming, se apresuró a espetar que el principal beneficio de esta práctica sería aflojar la soga del consumo energético sobre un Planeta extenuado. Los españoles nos duchamos por encima de nuestras posibilidades, eso está claro. En el próximo pleno quizás sorprenda con una disertación homeopática en la que amplíe las ventajas de este hallazgo sobre el cutis, la circulación e incluso el riego cerebral, su mente clarividente demuestra que sin duda funciona. Su teoría, como método paliativo alternativo, no es del todo desechable, pero cuenta con lagunas, gélidas lagunas. Probablemente a Cañete se le encendería la bombilla mientras realizaba un birdie en un impoluto campo de golf, cuyo mantenimiento precisa de 2.000.000 de litros de agua, que es lo que consume una localidad de 8.500 habitantes. Otra opción es que el ministro tuviese esa revelación en una de sus propiedades, recostado sobre una hamaca, tomando un delicioso Daikiri, justo antes de lanzarse a las cristalinas aguas de su rebosante piscina (climatizada o no). ¿O sería en el spa de un lujoso hotel, quizás? Puro en mano, copa de barón en otra, La Razón y los burbujeantes chorros de su jacuzzi limpiando su karma y ajustando sus chacras… ¡Eureka! Todo un Arquímedes postmoderno. Alumbró entonces ‘el principio de Cañete’, una fórmula para poner fin a tan insolente derroche de recursos. ¿Agua caliente? Malditos burgueses estos españolitos. Que paguen la hipoteca y se dejen de tanto exfoliar la piel. “Comer engorda y la roña abriga”, se empieza a leer ya por ahí entre los adeptos a esta nueva corriente. De todos modos, hay que ser condescendientes con el bueno de Cañete, era la víspera de la conmemoración del día de la Tierra y brotó en él su lado más verde. Siempre ha sido un defensor acérrimo del uso ponderado del líquido elemento, aunque, claro está, los periodistas hayamos tergiversado sistemáticamente su mensaje. No en vano, en la época de Aznar, hizo célebre un símil… peculiar, por definirlo de alguna manera y acogiéndonos a la enmienda de los eufemismos: “El regadío hay que utilizarlo como a las mujeres, con mucho cuidado, que le pueden perder a uno”. Todo un gentleman, de los que ya no quedan. El nuero que cualquier suegra querría tener. Ecologista y ferviente defensor del feminismo en todas sus vertientes. ¿Qué más se le podría pedir?Ya puestos, no vendría mal que Cañete dedicara sus frescas neuronas en conseguir que España abandone el dudoso honor de encabezar la clasificación de países que más tasas pagan por sobrepasar las emisiones de CO2 a la atmósfera. Actualmente ostentamos una sonrojante segunda plaza, únicamente superados por Japón. A falta de que Cañete aporte cifras oficiales sobre el despilfarro de agua en la ducha, lo único cierto es que el montante desembolsado en concepto de las sanciones por sobrepasar los niveles establecidos en el Protocolo de Kyoto, del cual somos firmantes y violadores sistemáticos, asciende a casi 800 millones de euros. Con esas cantidades, don ‘Miguelito’ podría desterrar de su dieta los yogures caducados que tanto promociona e incorporar unos con bífidus activos.Le honran sus campechanos consejos minimalistas sobre gestión responsable de la energía y sus aplicaciones diarias en el hogar, pero para eso está ‘Saber vivir' y ‘La botica de la abuela’. Prefiero mayor determinación que destierre de una vez los planteamientos cicateros y falaces sobre energías renovables, con promesas irreales, iniciativas que quedan en aguas de borrajas (muy frías, eso sí), actuaciones a medio plazo sin una hoja de ruta identificable, objetivos difusos… ‘postureo’ político al fin y al cabo. Una cortina de humo que está mutando a una nube tóxica cada vez menos respirable. A España le pilla el toro (de ibéricas maneras) respecto a las disposiciones comunitarias de la UE en este ámbito. Unas pautas que determinan que para el año 2020 las renovables deberían cubrir un 20% del total del consumo energético. Oídos sordos. Seguiremos trapicheando con los gases contaminantes causantes del efecto invernadero y traficando impunemente con el patrimonio ecológico. Así, hasta que la extinción de los recursos fósiles nos atropelle. El Gobierno fue a por tabaco y no se le espera de vuelta en materia de las energías alternativas.De nuevo, la sombra alargada de la tijera. La reforma energética apuntó hace un año con dedo acusador a las primas a las renovables como catalizador del desbordamiento del déficit tarifario, imponiéndole una moratoria aniquiladora de las ayudas indispensables para el avance de nuevos proyectos. Las energías alternativas pagan los excesos cometidos durante años (con la connivencia del Gobierno) por las eléctricas. Recortes, traducido al castellano de Rajoy. El fracaso ha sido rotundo. El déficit tarifario se ha incrementado un 14% sobrepasando con creces el tope que fijaba la ley. Observado el fiasco se han apresurado a liquidar ese techo del déficit ante un panorama nada alentador sobre su cumplimiento futuro. Se ha generado un marco de caos regulatorio e inseguridad jurídica, de continuas fluctuaciones y cercenamiento, que ha motivado la fuga de capitales externos. Los inversores huyen despavoridos ante un territorio de tal hostilidad e incertidumbre. Una fiscalidad opresiva que no se interrumpe y va a más. No en vano, conforme escribo estas líneas se anuncian nuevos impuestos indirectos medioambientales por especificar.España ha pasado de la vanguardia a la Prehistoria de las renovables. Ha repudiado una oportunidad de cambio sostenible con ventajas competitivas en un mercado en alza en el que gozaba de una posición privilegiada. Ha enquistado la dependencia (una de las más altas de la UE) a caras importaciones de combustibles fósiles, desaprovechando las potencialidades de un clima especialmente propicio para su explotación energética. Sin olvidar el revés a un rico afluente de empleo. ¿Ducha fría? Gracias, Cañete, pero yo, siempre caliente… ríase ‘la’ Merkel.