Jason Collins: deportista, negro, homosexual… y transgresor
Jason Collins no pasará a la historia de la NBA como un jugador destacado. Tras pasar por New Jersey Nets, Memphis Grizzlies, Minnesota Timberwolves, Atlanta Hawks, Boston Celtics y Washington Wizards, se ha convertido en un veterano con largo recorrido en la mejor liga de baloncesto del mundo, pero no tiene un solo anillo y lo cierto es que no ha pasado por ser un jugador de referencia. Pero va a ser muy recordado.
En una entrevista exclusiva concedida a Sports Illustrated, que será publicada el 5 de mayo, Jason Collins se describe así: “Soy un pívot de 34 años de la NBA. Soy negro. Y soy gay”. La confesión ha hecho saltar los resortes del aparato mediático que rodea a la NBA y en pocas horas se ha convertido en el tema de conversación, no sólo para aficionados al baloncesto, sino para aficionados al deporte profesional, en general, y para personas interesadas por la evolución social, en particular.
Porque la cuestión no es menor. Que la homosexualidad existe, y ha existido, en el deporte profesional masculino es una verdad incontestable que se ha tratado históricamente con cierta categoría de tabú, sobre todo, por la ausencia confesiones como la que se ha marcado Jason Collins. Casi no existen referentes, salvo el de John Amaechi, que habló abiertamente sobre su homosexualidad ya retirado, aunque eso no fue óbice para que su confesión también gozará de repercusión.
Pero la situación cambia con las palabras de Collins. A sus 34 años, es agente libre (jugador en disposición de fichar por cualquier franquicia, sin contrato con ningún equipo) y asegura que quiere seguir jugando. Está activo y espera ofertas. ¿Las recibirá después de sus declaraciones? Desde luego, se presenta una prueba de madurez para la liga de baloncesto más importante del mundo y, a partir de ahí, para todo el deporte profesional masculino. ¿Puede permitirse la NBA que ningún equipo contrate a Jason Collins después de su anuncio? ¿Puede permitirse esa imagen a nivel mundial? Si está a la altura de lo que se espera de tal competición, ¿podrán otras competiciones desmarcarse de la tendencia que marcará?
Una de las razones para que la homosexualidad no sea algo normalizado dentro del deporte profesional masculino es el miedo del jugador a no ser aceptado por la mayoría heterosexual, tanto en lo que se refiere a jugadores, como entrenadores, directivos y aficionados. La carrera, el porvenir, tienen un precio. Y el deporte es de hombres, ¿verdad? Parece que ser homosexual no casa con la gallardía, el sacrificio, la agresividad y el conocimiento del juego. Mucho más si tenemos en cuenta los posibles conflictos a la hora de compartir duchas en un vestuario. Son muchos condicionantes que han mantenido todo este tiempo a multitud de deportistas homosexuales ocultando una parte importante de su personalidad por el mero hecho de encajar.
Cabe pensar, al margen de las declaraciones de Collins, que esta situación terminará tarde o temprano, que la normalidad acabará imponiéndose como lo ha hecho en todos los ámbitos de la sociedad, pero sin duda el deporte es el gran muro que queda por derribar.
Y verán que hago hincapié en hablar del deporte profesional masculino, y es por algo. En el caso del deporte profesional femenino la homosexualidad es algo totalmente asumido y normalizado, tanto dentro como fuera de los vestuarios. Conviven chicas con tendencias sexuales distintas y demuestran ser capaces de olvidarse de eso cuando entrenan y cuando salen a competir. No se atisba el conflicto
Aceptar la homosexualidad en el deporte masculino es algo que tiene que aceptar el propio hombre y da la impresión de que sólo con anuncios como el de Jason Collins, sólo con personas valientes que abran el camino a otras, puede conseguirse esa ansiada normalidad.
Porque, no lo olvidemos, para bien y para mal, Estados Unidos suele ir por delante en casi todo. Hay cierta calma chicha en todo esto, una cierta expectación sobre cómo se desarrollará todo este asunto. Puede que me equivoque, pero creo que Collins tendrá equipo para el próximo curso (a pesar de que deportivamente no es del todo interesante, todo hay que decirlo) y que todo irá como tiene que ir: sin sobresaltos, sin novedades, con la normalidad que la situación exige. A partir de ahí, sólo quedará esperar para ver quién será el primer valiente del planeta fútbol que se atreve a alzar la voz. Hay jugadores sobre los que ya se apuesta, pero no seré yo quien se apunte a destripar el argumento de la historia. Mucho mejor dejárselo a los protagonistas.