El lujo de estudiar

Hace unos días terminó en la Universidad de Huelva un proceso electoral que ha culminado con la elección de un nuevo rector, Francisco Ruiz. Ha sido un proceso democrático en el que los candidatos han debatido sus ideas para la futura universidad y los miembros de la comunidad universitaria han elegido.

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Este proceso ha tenido lugar en un momento de gran incertidumbre para las universidades y, en general, para el sistema educativo español. Es un momento plagado de cambios ideológicos, legales y presupuestarios, que hacen que, en el mejor de los casos, no sepamos hacia dónde va la educación en España, y en algunas ocasiones nos planteemos sencillamente que nuestro sistema educativo va a la deriva.

Uno de los temas más importantes que se han planteado últimamente ha sido la reforma del sistema educativo español que quiere llevar a cabo el ministro Wert con la implantación de la LOMCE. Entre los cambios que han suscitado mayor polémica se encuentra la eliminación de la asignatura de Educación para la Ciudadanía y la financiación de los colegios concertados que segregan alumnos por sexos. Además, la asignatura de Religión, o su alternativa, Valores Sociales y Culturales, se valora igual que otras asignaturas como Matemáticas o Lengua, ya que su calificación cuenta al calcular la media del alumno. 

Cambios como estos en el sistema educativo son fruto de una clara ideología conservadora. 

Parece que cuando llegan al poder, lo primero que se plantean los partidos políticos es reformar la educación (la LOMCE supondrá la séptima ley educativa en la democracia española). Sin embargo, cualquier experto en educación puede decir que uno de los requisitos para que el sistema educativo funcione bien es la estabilidad y que no tiene sentido alguno que cada partido cambie la ley cuando llega al poder para intentar moldear alumnos a su imagen y semejanza. Así lo demuestran los sistemas educativos exitosos, como el caso de Finlandia, donde se pactó una ley educativa a largo plazo y a ningún partido se le ocurre reformarla. Hay otros aspectos que son igualmente importantes, como la valoración del profesor, que en nuestra sociedad es muy escasa y en parte por culpa de los políticos, que en cuanto les surge la ocasión los tachan de vagos y flojos (sólo hay que recordar las declaraciones de Esperanza Aguirre cuando decidió aumentar las horas lectivas de los profesores de la Comunidad de Madrid).

Además de la reforma de la ley educativa, estamos asistiendo a los destrozos provocados por el aumento de las tasas universitarias y los cambios de los requisitos para la obtención de becas. Como consecuencia de ellos, este curso ya tenemos alumnos que no pueden continuar con sus estudios por haber perdido sus becas y no contar con otra financiación. Voy a poner sólo dos ejemplos. Hace unos días una compañera, profesora de la facultad de Empresariales, denunciaba el caso de una alumna que no podría matricularse el año que viene en un máster de la UHU porque su familia no puede hacer frente a los costes de matrícula. Además, la alumna no tiene derecho a beca, porque tiene un 6,95 de media y se exige un 7. El segundo ejemplo es el de un catedrático de la Universidad de Murcia que ha denunciado en su blog que uno de sus mejores alumnos no ha podido examinarse de su asignatura por no haber podido pagar la matrícula. 

Son sólo dos ejemplos, pero los casos se multiplican. Y la situación aún puede empeorar, ya que el Gobierno se plantea una reforma de las becas. La cuantía de éstas pasaría a depender de una parte fija, de 1500 euros como máximo para el caso de los alumnos más desfavorecidos, y de una variable que dependerá de la situación económica del alumno, su nota media, la del resto de solicitantes y el presupuesto que el Gobierno haya destinado a becas ese año. Todos los expertos coinciden en que este cambio supondrá una importante reducción de las becas que reciben los alumnos y que les perjudicará enormemente, ya que éstos no sabrán cuánto dinero pueden recibir hasta que se les conceda la beca, generando una enorme incertidumbre.

Todos estos cambios nos están llevando a un sistema educativo completamente diferente al que teníamos hace unos años, ya que ahora no se garantiza la igualdad de oportunidades de todos los alumnos con independencia del nivel de renta. Al contrario, los alumnos con recursos podrán matricularse y suspender en la universidad cuantas veces quieran, mientras que a los alumnos desfavorecidos se les niega la posibilidad de fallar, ya que si lo hacen tienen que abandonar los estudios. Y teniendo en cuenta la situación económica actual de este país, hay que señalar que los alumnos desfavorecidos ya son mayoría.

Por último, hay otro rasgo que a mí personalmente me indigna. Todos estos cambios han sido contestados claramente por toda la comunidad educativa, incluyendo maestros y profesores, expertos en educación, alumnos, padres de alumnos y educadores. Se han hecho huelgas masivas en todos los niveles educativos, desde infantil a la universidad. Se han rechazado las reformas y los alumnos y profesores han demostrado su rechazo al ministro Wert siempre que ha sido posible. La única respuesta obtenida ha sido la aprobación de estas normas por decreto-ley junto con insultos y ninguneos por parte del Gobierno. Sin embargo, la igualdad de oportunidades en educación es un derecho y las consecuencias de perderlo pueden ser catastróficas para el futuro de nuestra sociedad. No sé si servirá de algo, pero creo que debemos seguir exigiendo que estudiar no se convierta en un lujo. Por nuestro propio bien y el de la sociedad en que vivimos.

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