La mortalidad de la transparencia

Francisco Ibáñez podría plantearse seriamente querellarse contra los dirigentes onubenses. El Ayuntamiento se ha convertido en un destacamento de la TIA (RIA adaptado a la realidad choquera) en Huelva. El cuartel general de Mortadelo y Filemón, hijos aventajados del dibujante barcelonés, posee una sucursal en la Gran Vía onubense. Sin olvidar varias células activas con sede en los edificios de las consejerías de la Junta de Andalucía en la ciudad, afines al modus operandi de la institución.

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Los ediles poseen especial predilección por los disfraces, al igual que le ocurre al hiperactivo Mortadelo. Son transformistas habituales, provistos de boas y fulares de argumentos fosforitos chillones para distraer la atención y plataformas estrafalarias de pretextos y excusas sobre las que realizan peripecias funambulistas. Médicos, científicos, abogados, empresarios, juglares y trovadores, charlatanes, púgiles verbales, mamporreros de la opinión pública, cómicos (intencionadamente o no), sociólogos... El travestismo es uno de los mandamientos del decálogo del político preceptivo.

En los últimos días se han enfundado la bata blanca y sacado a relucir sus títulos de especialistas en oncología y epidemiología. La misión prioritaria consistía en parapetarse ante el Polo Químico y repeler cualquier interpretación que involucrara a la actividad industrial en los resultados del estudio de ‘El exceso de mortalidad y morbilidad detectado en varias investigaciones en La Ría de Huelva’, elaborado por la Sociedad Estatal de Epidemiología (SEE).

Banalizaciones, verborreicas manipulaciones, análisis interesados, conclusiones parciales y partidistas: esa ha sido la respuesta política. Lo de siempre. A pesar de que el propio informe se autodefine como inconcluyente por la ausencia de investigaciones más exhaustivas y específicas necesarias, muchos dirigentes han sustraído extractos del documento sentando cátedra. Un ejercicio de trivialización respecto a un tema tan delicado que afecta a tantas familias.

Luciano Gómez, secretario general del sindicato FITAG-UGT Huelva, aduce (abducido por el reduccionismo) que los altos índices de mortalidad en la ciudad vienen provocados por cuestiones como las desigualdades, la pobreza, la desnutrición infantil, el hambre, la falta de educación y cultura y el elitismo. Una selección a la carta para proveerse de recursos baratos bajo los que custodiar ideologías y desnudar ineptitudes. Aunque es cierto que el informe del SEE ahonda en disquisiciones socioeconómicas como factor influyente, si se realiza una lectura menos miope y con perspectiva periférica, se extraen otros parámetros interesantes, a la par que preocupantes.

Entre otras muchas cuestiones, uno de sus epígrafes resalta la presencia de metales biodisponibles (fracción de metales susceptibles de ser absorbidos por organismos vivos) en peces de la Ría de Huelva, como es el caso de la dorada y el lenguado, que superan los valores permitidos de plomo en algunos muestreos. El informe concluye en uno de sus apartados que, aunque la situación ha mejorado bastante en los últimos años, el pescado y el marisco capturado en Huelva supone “una vía de entrada relevante” de metales como el cobre, el plomo o el arsénico, nocivos para la salud, con niveles superiores respecto a otras zonas españolas.

Pero el problema, y aquí reside una de las claves, es que no existe un valor límite de referencia estipulado por ninguno de los dos grandes organismos (EPA de la EEUU y OMS), y los estudios disponibles no aportan datos sobre la cantidad de arsénico inorgánico presente en pescado y moluscos que es peligrosa. Advierten además de que el método empleado para la detección de arsénico en el ser humano por parte del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas) y la Consejería de Medio Ambiente, el análisis de orina, solo detecta la variante orgánica, pero no la inorgánica, que es la relevante desde el punto de vista de la salud pública. De manera que quedan muchas incógnitas abiertas en este sentido.

Otro ejemplo representativo es un estudio que recoge el SEE alertando de la presencia en el estero de Domingo Rubio de plantas, tales como la Atriplex halimus y la Salicornia ramosissima, con altas concentraciones de metales pesados, ingeridas por conejos e insectos pasando esos componentes a la cadena trófica. Aunque estas especies no mueran intoxicadas, sus tejidos acumulan dichas sustancias que sus depredadores elevan un peldaño más en la cadena alimentaria. En la misma zona se compararon ratones morunos autóctonos con otros criados en laboratorio, y los primeros presentaban daños genéticos causados por determinados contaminantes. ¿Suficiente para generar una alarma social?, probablemente no, pero no es nada desdeñable el impacto ecológico en el medio.   

No es ni mucho menos el único indicio. Mencionan también la inhibición de un 90% del crecimiento de la microalga Cylindrotheca closterium y el descenso en el mismo porcentaje de la capacidad de fecundidad del crustáceo copépodo Tisbe battagliai, fruto de la toxicidad presente en la Ría onubense. Y ustedes se preguntarán, “¿esto qué tiene que ver conmigo?, son hierbajos marinos sin importancia y yo no los consumo”. Pues sí, pero la naturaleza no es un conjunto de departamentos estancos, sino de ecosistemas dependientes. Es cíclica, integral y global, una cadena sostenida por engranajes. La presencia de un elemento nocivo contagia todo el proceso; una pieza de dominó que se desliza arrastra a las demás progresivamente y sin remedio. Y nosotros, el ser humano, no estamos exentos de ser empujados por la ficha que nos precede.      

Los socialistas quitan hierro al asunto, a pesar de que nuestras aguas van bien provistas de metales. Si bien es cierto que el SEE insiste en que los malos hábitos de vida de los onubenses, como el tabaquismo o una defectuosa alimentación, están presentes en esta causalidad, tal y como defiende la consejera de Igualdad, Salud y Políticas Sociales, María José Sánchez Rubio, el informe va mucho más allá. Revelaciones inquietantes hay para todos los gustos: entre ellas, los resultados preliminares de varios estudios que  advierten de una posible vinculación entre la concentración de metales pesados y un menor rendimiento intelectual de los niños onubenses. Obviar quizás no sea sinónimo de mentir, pero es esquivar la verdad, y ofrecer realidades parciales es un ejercicio de engaño y manipulación premeditado.    

El grupo autor de dicho trabajo admite el aumento de la mortalidad por cáncer en Huelva aunque “se desconocen las razones”. La prospección es embrionaria, incompleta e insuficiente. El SEE enfatiza en la prioritaria necesidad de profundizar y elaborar estudios específicos que demuestren si esos contaminantes, cuya presencia es innegable, llegan a la población y a través de qué vías, así como las consecuencias para la salud. Ni mucho menos son taxativos descartando el componente industrial en la ecuación, tal y como Luciano Gómez, la Junta y otros ediles se han aventurado a vociferar en los medios en un alarde de irresponsabilidad. Todo sigue en el aire: unas conclusiones fiables y ese humeante horizonte onubense.  

@ManuelGGarrido

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