La escuela de supervivientes
Ningún taller puede enseñar a sufrir, el único Máster avanzado en esa dura asignatura es la vida. Sin embargo, el dolor posee varios analgésicos emocionales naturales para combatirlo, o al menos mitigarlo: el consuelo y la comprensión (que depende del entorno) pero, especialmente, la predisposición, es decir, una actitud positiva e inconformista con una realidad que por muy exigente y extrema que sea, cuenta con unos puntos intermedios hacia los que es conveniente inclinarse.
Nada neutraliza ese pertinaz y acechante enemigo, no existe vacuna psicológica ni remedios milagrosos, pero sí pautas para incorporarlo al día a día y convivir con él sin sucumbir a sus designios. Algo así como cambiar el rol de víctima o paciente por el de superviviente. Son simplemente conceptos, pero en cada uno de ellos hay matices que otorgan a la persona una posición diferente ante los padecimientos. De afligido o pasivo mártir, a luchador incansable.
El proceso de asimilación de una enfermedad es un proceso costoso y lento, sometido a etapas de fuerte impacto anímico. Ese es el nivel primigenio, ser conscientes de los nombres y apellidos de lo que te afecta, sus efectos y consecuencias, sin tapujos ni paños calientes. Sin completar esa fase, será imposible dar un paso más y proveerse de armas y herramientas para ganarle batallas diarias a la afección.
En este sentido, el Hospital Juan Ramón Jiménez de Huelva ha habilitado una Escuela de Pacientes dedicada a personas con cáncer de mama, patología con gran incidencia en nuestro país, registrándose 16.000 nuevos casos cada año. Se trata de una interesante iniciativa que consiste en formar a personas que ya han superado la enfermedad para que a su vez puedan asesorar y asistir a otros enfermos que hayan sido recientemente diagnosticados.
El objetivo principal es integrar las experiencias y vivencias a los planes de acción. En otras palabras, el taller pretende explotar los conocimientos vitales adquiridos por quien ya ha dejado atrás el cáncer, otorgándoles mayor funcionalidad al plasmarlos en actividades concretas a seguir para mejorar la calidad de vida y la salud de los nuevos pacientes.
El cuidado de la imagen durante la quimioterapia para evitar que el deterioro físico destruya la autoestima, patrones alimenticios, ejercicio físico, el descanso, no descuidar las relaciones sociales, disociando el término enfermo de la reclusión domiciliaria… todo ello, bajo prescripción y supervisión de quien conoce los entresijos de ese padecimiento y sus daños colaterales emocionales. La empatía es la piedra angular curricular de este aula, donde no hay pelos en la lengua ni eufemismos, las cosas por su nombre, con un lenguaje claro y comprensible, exento de tecnicismos facultativos que alejan al paciente de la comprensión de los cambios que está experimentando.
La mayor garantía de este taller es saber que quien te escucha comprende perfectamente temores, dificultades y hartazgos, lo cual rompe barreras de rechazo y distancia y le otorga a los consejos transmitidos una mayor veracidad y credibilidad. Superando ese obstáculo psicológico previo de reticencia, los materiales ‘didácticos’ penetran de manera más directa y su contenido se incorpora sin interferencias.
La iniciativa, coordinada por la Escuela Andaluza de Salud Pública (EASP), cuenta con una página web (www.escueladepacientes.es) en la que pone a disposición de los interesados una serie de guías informativas y vídeos explicativos con testimonios y consejos. Sin duda es una idea brillante y sus beneficios, incontables, pero la más loable de sus ventajas es la oportunidad que brinda a quienes dejaron atrás el cáncer de transformar su sufrimiento pasado en lecciones de superación, que inspiren a nuevos pacientes.
@ManuelGGarrido