La sinrazón

Mientras haya vida hay esperanza, pero muy pocos en Huelva ya creen en el milagro. El equipo probablemente gastó su última bala en Miranda de Ebro y volvió a defraudar. Ya no hay tabla de salvación a la que agarrarse y la realidad nos deja a un equipo que se acerca cada vez más al descenso de categoría.

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La Segunda B, una categoría de funesto recuerdo para los recreativistas, por lo mucho que nos costó abandonarla. Diez años, ni más ni menos. Ahora parece que el Decano volverá a ella, tras un amago con final feliz, gracias a un ascenso en los despachos propiciado por el Mérida y el Logroñés.

El miedo existente es la viabilidad del club en la categoría de bronce. No es un miedo infundado, ya que fue el propio presidente Pablo Comas el que aseguró que el club se moriría por inanición. Una afirmación que ha sido recientemente desmentida desde el club, asegurándose que el club tendría futuro en Segunda B. Para ello habrá que inyectar más dinero y esperar que el acuerdo con Hacienda, en cuanto a venta centralizada de los derechos de televisión, pueda beneficiar al club con respecto al acuerdo con Hacienda, incluso no militando en la Liga de Fútbol Profesional. Sobre el papel todo muy bonito y claro, ¿pero tras lo vivido en estos últimos años alguien se cree a estos señores?

Y mientras el futuro financiero del club sigue en el aire, el deportivo sigue desangrándose. Se jactaron de pedir unidad a una afición que ha dado todo lo que podía y más. No hay más cera que la que arde y los fieles que acuden al Nuevo Colombino son los que son, y a ellos hay que hacerles un monumento. Pero de verdad, no con falsas promesas.

Si tiramos de hemeroteca, podemos recordar las declaraciones de Pablo Comas en junio del 2013 donde aseguraba en declaraciones a ‘Ser Deportivos Huelva’ que el ascenso lo hemos dicho varias veces, que podrá ser. Este año deberá estar obligatoriamente más cercano que la temporada que acaba de terminar. Si el proyecto es a tres años, el objetivo final debe ser en el último año, al menos como obligatorio y compromiso. No es que se vaya a conseguir si o si, sino que el compromiso es ese. Si no es así, podemos decir que el proyecto ha fracasado y si se produce antes, como es nuestro deseo, pues será un exitazo.

Eran tiempos en los que se tiraba de excesiva euforia, como incluso antes de que se formalizara la llegada de Gildoy, en el que se aseguraba que la apuesta fuerte llegaría en el tercer año. Una temporada que coincidía con el 125 aniversario y que dejan como resultado el descenso a Primera Andaluza del filial y la situación extrema del primer equipo, con un pie en Segunda B tras una temporada con problemas continuos en el cobro de sus salarios, lo cual ha terminado por incidir en mayor o menor medida en su rendimiento. Aunque el principal problema ha sido la configuración de la plantilla, a todas luces insuficiente como para aspirar a grandes cotas. Si a eso le añadimos el cambio de entrenador, justificado por los resultados, pero a los cuales el plantel le debía mucho, ya que Oltra fue su más acérrimo defensor en todas los temas extradeportivos. Un revés del que el equipo supo recomponerse con un hombre de la casa como Pavón. Una opción interina pero con la que el equipo encajó bien. Los números así lo demostraron.

Pero llegó la sinrazón. La enésima metedura de pata en forma de nuevo entrenador. Un desconocido para nuestro fútbol y con escaso bagaje como técnico, el portugués José Domínguez. Un cambio al que algunos quieren argumentar a cuestiones deportivas, dejando entrever que Pavón no reunía las cualidades necesarias para seguir al frente del banquillo del Decano. Pero el tiempo pone a cada uno en su sitio y han bastado pocas jornadas para ver de nuevo al equipo deambular en los terrenos de juego. Un equipo sin alma como bautizó Oltra, pero tranquilos, la cabeza de turco pasará ahora por los jugadores. Esos que han sufrido lo indecible y que tienen su parte de culpa del desastre, que a nadie le quepa la menor duda. Quedarán marcados para muchos como los protagonistas de un descenso, pero para otros, entre los que me encuentro, este es el resultado de la sinrazón que gobierna desde hace tres años al Recreativo de Huelva. Ni más ni menos.

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