La Diputación pasa del Siglo XXI
Orden de desahucio (aunque otros usen el término traslado como eufemismo) dictada por la Diputación de Huelva contra el arte contemporáneo choquero.
La sentencia, que se formuló hace unos meses de manera unilateral y sin convocar un proceso de alegaciones para los agentes culturales, se hará efectiva en breve. La sala Siglo XXI del Museo Provincial de la capital dejará de ser el nido de autores onubenses donde sus creaciones se alimentaban de las miradas y el interés de los visitantes, aprendiendo a volar en un ámbito competitivo y de gran riqueza en la ciudad.
La Diputación, eso sí, no deja a su suerte a los sintecho tras el desalojo, y les ofrece como hogar un albergue donde impera el hacinamiento. Serán otro inquilino más de esa vivienda de protección pseudo-oficial de nuestra cultura llamada Sala de la Provincia, que ahora ejercerá también como orfanato de los niños rebeldes del arte. Con esta decisión nuestros artistas son tratados más como okupas que como inquilinos de pleno derecho, a los que no han consultado en ningún momento su conformidad con la medida adoptada.
Queda claro que se trata de un cambio de escenario y no de la suspensión de la función, ya que seguirá existiendo un escaparate para nuestros jóvenes talentos, pero cuando la acústica, la luz y la atmósfera favorecen a la representación, otorgándole una mística especial, ¿por qué arrebatarle ese plusvalor? No creo que existan muchas discrepancias entre la Junta de Andalucía, dueña del espacio, y la Diputación (ambas gobernadas por socialistas) para su usufructo.
El único motivo aducido para este cambio es el “aprovechamiento de los espacios propios” y la liberación de la sala para que el Museo haga uso de ella en su programación de exposiciones. Pero la cuestión es que el hotel provincial de nuestra cultura va sobrado de habitaciones disponibles para sus huéspedes concertados y compromisos varios, por tanto el overbooking no es precisamente un problema. Y si lo fuera, no debería repercutir en uno de sus máximos exponentes en el presente y de sus principales valedores en el futuro.
De hecho, la sala Siglo XXI era un cuartucho más, de luz plana blanca, paredes insípidas, ambiente opaco y carente de alma, hasta que nuestros jóvenes artistas la tunearon dignificándola con pinceladas de personalidad, glamur y entidad. Ahora es una suite con vistas (y visitas) privilegiadas gracias a sus decoradores temporales que aportaban nuevos matices a la esencia de aquel entorno.
Los tutores del nuevo centro aseguran a los padres de las obras que cuidarán mejor de sus exposiciones llevándolas de excursión por la provincia. Puro oportunismo made in política. La promoción por los pueblos del legado artístico de los creadores onubenses no debería ser un señuelo utilizado para anestesiar el golpe atizado al hocico de la cultura imberbe, sino lo mínimo exigible a una institución que tiene por apellido Provincial. Es poco elegante venderlo como incentivo que invite a la aceptación sumisa del cambio ya que se trata de una responsabilidad intrínseca que la administración asume con carácter retroactivo y en un momento en el que considera necesario agasajar por un evidente escarnio.
La profusión artística onubense es infinita y restarle catalizadores bloquea su potencial y reduce su difusión al obligarle a compartir protagonismo con otras manifestaciones. Sobran dedos de una mano para contar las infraestructuras dedicadas a la cultura en Huelva y clausurar un lugar genuino de la vanguardia onubense, por mucho que se realoje en una nueva sala “moderna, versátil y accesible”, supone avanzar un paso para retroceder dos, todo un vía crucis recurrente en nuestra provincia.
La Asociación de Artistas Plásticos Onubenses ya ha reaccionado iniciando una recogida de firmas (se ha puesto de moda el pataleo en change.org) para revertir la situación y que se paralice el cierre de la sala Siglo XXI. No existe una sola crítica posible a la gestión de estas dependencias por parte de la Diputación, logrando atraer la atención del gran público y de generar interés en los sectores más reacios a entrar en contacto con el mundo de la cultura. La exposición SelfieL, de Man-o-matic, que alcanzó los 9.000 visitantes, fue el mejor ejemplo de un periodo de gran esplendor nada lejano. ¿Por qué cambiar algo que funciona? Los argumentos siguen sonando vagos, imprecisos e insuficientes para justificar el traslado; escuchen a los maestros de la creatividad e imaginación a los que están desahuciando, a ver si les contagian de su exquisita inspiración.
@ManuelGGarrido