El presunto triunfo de Bertín y el fracaso de otros que yo conozco
Anda Bertín Osborne más alto que nunca, cansado de romper espejos: luce ojazos de galán y presume de familia en las revistas del colorín. Incluso, en un alarde de campechanía —la humildad es la marca de la casa—, nos regala, de vez en cuando, recetas mágicas para acabar con el paro, analiza las claves secretas de la Guerra Civil, o manda recaditos a Rajoy para levantar España.

El jerezano Osborne —ya les digo: la humildad es la marca de la casa—, está crecidito, en una nube, tras el exitazo de 'En la tuya o en la mía', el programa que ha llegado a alcanzar hasta un 20 por ciento de 'share' —índice de audiencia— para incredulidad de nuestros insignes programadores televisivos. ¿Es para tanto o para tontos?, me pregunto, y hasta se pregunta, incrédulo, el propio Osborne, que, harto de coles, ha declarado contundente : “Me están encabronando“. No es para menos.
¿Quién es, por cierto, este mocetón de aspecto saludable que tiene abducida a la parroquia, incluidos nuestros altivos programadores? Un mal cantante —vamos a decirlo todo— cuyo repertorio musical podría mejorar uno de esos niños grandes repelentes que tanto se prodigan en nuestras televisiones. Un ligero repaso a su trayectoria discográfica me lleva a temas como 'Tú solo tú', 'Qué nos pasa esta mañana' o 'Amor mediterráneo', canciones que no pasarían a la final del festival veraniego de mi pueblo. Tampoco Bertín ha triunfado como humorista, aunque más de una vez lo ha intentado. En su hoja de servicios, eso sí, hay que destacar algunos programas televisivos con notable éxito como 'Lluvia de estrellas', 'Contacto con tacto' o 'Trato hecho', incursiones donde ha dejado su sello: cercanía, españolismo y chistes de poca monta. Tengo para mí que al bueno de Bertín le hubiera gustado tener sobre el escenario la elegancia de Raphael, la palabra canalla de Sabina o el sentimiento y la voz rota de madrugadas eternas de mi admirada Chavela Vargas.
A falta de esos dones que el Cielo otorga, Bertín, un clásico que ha permanecido casi sin trabajo en la tele durante los últimos cinco años, propone lo que sabe, hace lo de siempre: ganarse al personal con el buen rollito, empatizar con la peña, tan necesitada de una sonrisa en los tiempos que vivimos.
El programa 'En la tuya o en la mía' utiliza un título similar a otro, 'En tu casa o en la mía', espacio de radio que presentaba hace años la terapeuta sexual Lorena Berdún en la SER. Y el formato, mireusté, más de lo mismo, televisión en zapatillas: parecido a 'El convidat', programa de Albert Om en la TV3 catalana. Un formato sencillo, agradable, muy barato, con un presentador que enseña sus cartas —marcadas– desde el principio. Lo triste, querido Watson, es que tengamos que refrescarle la memoria a más uno que yo conozco y recordarle, mal que les pese, que Bertín estaba ahí, casi en el banquillo del paro porque nadie le contrataba.
La idea del programa no es nueva, y el presentador, como he escrito, tiene más viajes-programas hechos que el baúl de la Piquer. Luego no entiende servidor la extrañeza de tantos —¿o de tontos?— ante el éxito conseguido. O sí, mireusté, lo comprendo: ante un panorama televisivo zafio, cutre y poco imaginativo, toda agua está lista para bendecir, como dice mi primo.
El presunto éxito de Bertín —discutible, pero cierto—, viene a poner de relieve el fracaso de otros que usted y yo conocemos. Un baño ante el pavoneo y la altivez de fontaneros que no logran sacar el periodismo de la crisis que padece el oficio. Luego, mireusté, no es extraño que —como ahora— repartan leche (y no de la buena).
Me cuentan...
Tenía que hablar con Raúl Garcia Raya, un reconocido empresario de espectáculos durante 30 años. Extrovertido, aventurero, amante del boxeo… Lo conoce todo de artistas que están en el candelabro, como diría Sofia Mazagatos. Gente como Isabel Pantoja, Rocío Jurado, Julio Iglesias, Camarón, Raphael, Miguel Bosé…
Le localizo en la playa de La Antilla, donde vive, rodeado de fotos, recuerdos, y atiende a quien le quiera escuchar. Relata vivencias, anécdotas, curiosidades que si Mariñas me hiciera caso serían un 'pelotazo' para la editorial Planeta.
¿Qué le pasó a usted con Isabel Pantoja?, le pregunto una tarde de domingo. “Era joven, muy joven, no tenía edad para cantar y tuvimos que pedir un permiso especial a Franco. En mi local actuó tres veces…“.
La primera, por cierto, Pantoja incumplió el contrato firmado con éste singular empresario: ”Había una cláusula que decía que no podía cantar ni en Lepe ni en 50 kilómetros alrededor. Lo hizo un dia antes de la actuación que tenía firmada conmigo. La denucié y, posteriormente, llegamos a un acuerdo con su abogado: le pagamos la mitad de lo estipulado, 62.500 pesetas“. Raúl Garcia me dice cuánto cobró la trianera por su última actuación, la tercera: 6 millones de pesetas.
Nuestro cantante más internacional, Julio Iglesias, también creó algunos problemillas a Raúl Garcia Raya por otro contrato firmado .” Me mandaron un telegrama diciendo que Julio no podía actuar por problemas de salud. Yo había leído en una revista que tenia un acto previsto en Málaga.Lo denuciamos. Prestaron declaración un taxista, un camarero y un portero de discoteca. Ganamos ese juicio”. El siguiente año —uffff, respiren hondo—, Julio Iglesias cantó gratis en la sala de fiestas de Raúl Garcia Raya. Hoy sería impensable: el romántico Julio no se mueve de Miami si no hay guita de por medio.Las vueltas que da la vida. Bueno, la vida y nosotros. ¿O no?