Abandonen a los políticos

Los políticos parlotean. Hablan tan rápido como sus mentes inventan. Saben que muchas de sus propuestas son falsas y que otras no se podrán cumplir mientras mantienen normas ad hoc para su beneficio. Siempre tienen respuestas porque sus argumentarios están listos para cualquier eventualidad. Y caso de que no sea así o nos le interese contestación alguna, hablarán de otra cosa.

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La mayoría de los periodistas no insistirán porque solo informan de lo que dice el político sin preocuparse por sacarle la verdad. Aunque, bien visto, los políticos no tienen verdades que contar, excepto la magnificencia de sus pensamientos, proyectos, voluntad de cambio, etc., etc. etc. Todo mentira, todo ego, todo proyección de su ambición mal disimulada tras la búsqueda del bien común. El político únicamente tienen mente, ego y órganos fonadores bien engrasados, pero carecen de ser: sus almas están dormidas tras el Narciso que les vive. Narcisos sin belleza alguna, pero capaces de convencer a propios y extraños de la bondad de sus ofertas, como el Felipe González aquel, último caudillo y hoy esperpento de sí mismo. La peor forma de cerrar el círculo de su vida dedicada a decir lo que no decía y todo lo contrario también.

Los políticos necesitan a los electores porque con ellos cuentan con la justificación última para sus andanzas. Los políticos precisan la asistencia masiva de seres humanos a votar como una romería romeros que justifiquen el paseo de sus imágenes. No se engañen ustedes, porque los políticos de los partidos emergentes son tan parloteantes o más que los políticos de los partidos clásicos; tan cínicos unos como otros, tan faltantes a la verdad estos y aquellos, pero consiguen levantar pasiones entre los que antes no votaban, o vivían bien y ahora no o, sencillamente, a quienes cansados de la mentira continua de la clase política y su corrupción, piensan que votando a otros las cosas van a cambiar en sentido democrático y regenerador. Pero yerran.

El político necesita el voto y no votar es el mayor desprecio que se les puede hacer a esta clase social específica de  las democracias del mundo. Por eso, los políticos sienten miedo cuando el nivel de voto baja mucho, por más que gobiernen de todos modos con una participación del 50% que con la del 80%. Existe una gran dificultad en entender que el cambio de sistema, de régimen, del modo de ejercer la administración pública en beneficio de las personas, solo vendrá cuando las urnas sean escasísimas en votos y la fuerza de la realidad deje a los políticos y sus mentiras tan en evidencia que haya que hacer algo distinto para conseguir que lo nuevo llegue de verdad. La transformación, además, exclusivamente va a venir con el trabajo sobre nosotros mismos para crecer como personas, para recuperar el sentido de la vida, para ser fieles a los valores hoy tan perdidos y denostados en el conjunto social. El renuevo de las cosas  acompañará al rebrote del ser humano en otro estado evolutivo; de otro modo, no. Si una vez fuimos valientes para cambiar las cosas, seámoslo de nuevo sin miedo y lanzándonos con confianza al enfrentamiento al régimen. El no voto masivo es la única solución y un camino interior y relacional nuevo, la última posibilidad de llegar a algo diferente que también espero mejor. Ustedes tienen la fuerza para hacerlo, pero no creo que aún posean el valor. Compruébenlo y láncense al progreso que se esconde tras abandonar a los políticos a su propia suerte y dejen de votar. Ese es el camino.

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