Acuerdos

Leo la magnífica entrevista de Álvaro Márquez de Vega al, entre otras cosas, candidato a la alcaldía de Huelva por la Mesa de la Ría, José Pablo Vázquez Hierro y no puedo por menos que acordarme de la información sobre la inauguración, hace un par de semanas, del Centro Cultural Niemeyer en Avilés y no entiendo cómo nadie es capaz de hacer una regla de tres tan clara como ésta.

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Me acuerdo el caso de muchas ciudades españolas, por no ir más lejos, donde mediante un proceso, (no siempre fácil, lo reconozco), de redefinición profunda, han logrado situarse en la punta de lanza de la calidad urbana y de vida. Barcelona, Valencia, Vigo, Gijón, Málaga… son ejemplos de ciudades con las que Huelva tenía en bastante en común: una situación privilegiada y una usurpación de las mejores zonas (cauces fluviales, litoral…) por parte de una industria ya desfasada, improductiva y altamente nociva.  Alguno me dirá que estas ciudades son grandes capitales y de una escala completamente distinta… Vale, ¡eh!, los chistes aquí los hago yo y la prueba de ello es Avilés: una ciudad de apenas 85.000 habitantes que hace veinte años no se veía a lo lejos, escondida en una nube de contaminación y que ha aprovechado el problema que suponía la crisis de la industria que la sostenía para darle la vuelta a su identidad y pasar de ser la más contaminada de Europa en su momento a una referencia turística y cultural con proyección mundial. El proyecto que el ya centenario arquitecto brasileño Óscar Niemeyer regaló a la ciudad en agradecimiento al premio Príncipe de Asturias de 1989 ya hace de locomotora de este tren al que se han subido los afortunados ciudadanos de Avilés.

Me acuerdo también de hace apenas un año cuando, con motivo de la final de la Copa del Rey de fútbol, estaba viendo un reportaje en la tele sobre la última vez en que el Athletic había ganado la Copa. Se mostraban imágenes de veinticinco años antes con el equipo remontando el Nervión en la famosa gabarra y puede verse de fondo lo que la ría de Bilbao era entonces: industrias moribundas y herrumbrosas, fantasmas de un pasado próspero y testigos de un presente oscuro, asfixiante telón de fondo de tal hazaña deportiva.  Fíjense ahora en lo que es Bilbao, cómo es su ría. 

Entonces, ¿qué es lo que impide que Huelva dé el salto de calidad necesario y se convierta en una referencia que nos saque de la crisis económica y, sobre todo, de esta falta de iniciativas? Lo que nos diferencia de estas otras ciudades: unos políticos (los unos y los otros) con una gran cortedad de miras y tan poca valentía como falta de brillantez en sus propuestas, incapaces de llegar a ningún acuerdo.

Ahora, por fin, hay alguien (con voz, o sea, con micrófono) que dice verdades pese a quien pese: el turismo no es compatible con la industria, los nuevos usos industriales tienen que venir de las nuevas tecnologías no de la química, las nuevas implantaciones tienen que salir de la ciudad, hacer de la crisis una oportunidad… No creo, desgraciadamente, que la propuesta tenga excesivo eco en la población onubense (me encantaría equivocarme), seguiremos a merced de las decisiones de los políticos “profesionales”, tan miopes ellos (y ellas), no ven más allá de cuatro años.  Entiendo que el cambio da vértigo, constatar que necesitamos una amplia reconversión (en todo) y cuesta admitirlo. 

Recomiendo a la ciudadanía onubense que viaje y conozca. Ruego encarecidamente a nuestra clase dirigente que lo haga también. 

También me acuerdo de la plaga de topillos (esos animalitos cegatos y glotones) que asoló Castilla hace cuatro veranos… Creo que ya son demasiados acuerdos.

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